viernes, 27 de diciembre de 2013

Fin de ciclo




Le he regalado a Diego unas gafas de sol. Los presentes suelen adelantarse a las despedidas. Preparo un fin de ciclo, una contradicción que evite la desgana, como una leyenda. No hay tabaco, ni whisky, ni luz en casa.

Recibo una foto de las cuatro piedras. Otra de E., y unas cuantas de un acto, las envía otro Diego, donde hago el carajote. Ni lo recordaba. Entre amigos la libertad se rompe en desconcierto.

La existencia del centro indudable es evidente. A él aspiramos. Muchos autores clásicos se acercaron, incluso algunos consiguieron tocarlo. Leo poesía contemporánea para buscar matices, desvíos, para saber de ella simplemente.

Nuestro objetivo es claro. No deseamos nada más que ese acercamiento, seguir soplando velas y una pizca de calorcillo humano que abrazo y retengo. Nos hace libres.

Las gafas no han gustado. Siempre las usa de marca y las mías las compré a un chico de color en el centro. Daban el pego. Como los versos de los poetas que obtienen galardones y convencen al jurado vendido. Dan el pego pero de centro nada.

Toco las piedras. Una de ellas, la azulada, desprende un calor intermitente. Aprendo por momentos. Aquello en lo que pensaba y admiraba ha perdido la esencia. La verdadera esencia. La voluntad la dejo en el camino de los atareados, y toda la mentira la arrojo al camión de los despojos, donde habita el olvido y la falsedad. Me alejo del falso circo de los gladiadores, de la no poesía y de los intereses humanos. Solo acepto los propósitos de dios, de mi dios que nunca será tu Dios.

Leo poemas de otros que admiraba y los encuentro vacíos, llenos de eso que denominan falsedad lingüística. Preparo un fin de ciclo.