domingo, 6 de octubre de 2013

La cara sucia




Esta mañana los gatos han bailado a mi lado. El negro, el de la cara sucia, ha rozado la cola con la pierna y he sentido un prudente escalofrío.

Platón consideraba que todas las cosas nacen de sus contrarios. Y entre ellos existe un doble proceso generativo que posibilita el paso de uno a otro. Así entre un agasajo y una ofensa se encuentra la alabanza y la humillación.

Para que exista la poesía deben estar presentes los contrarios relacionados entre sí por el deseo y la verdad, por la razón de la palabra auténtica.

No te quedes con aquello que no te pertenece. Los siniestros no poseen el doble proceso y eliminan aquel que nunca les conviene.

El indolente número 88, aquel que murió a manos de otros indolentes, indicó en su agonía: Aléjate de los siniestros. Y lo cierto es que eliminé el rastro de todos aquellos que eran incapaces de aceptar la dualidad en el alma, en la propia alma. Busca lo correcto, nunca lo conveniente. Lo conveniente es mundano, erróneo.

¿Los signos de violencia del indolente número 88 eran realmente manifestaciones de odio o de repugnancia de sí mismo?

Nunca existirán dos opiniones iguales en poesía. Lo que para unos es alabable en otros resulta chocante o incorrecto. ¿Dónde radica el punto medio? En la armonía, en la calibración de la justicia y en la propia humildad.

Los indolentes que atacaron al número 88 no dieron tiempo a la defensa, ni a la palabra. La simple expresión de la mirada hizo desaparecer el cuerpo diminuto de un indolente que venía con prisas y misterios.

He preguntado a Saúl, en diversas ocasiones, por este hecho concreto. Se limita a leer a Aristóteles y a defender la filología. Hoy Saúl tiene la cara sucia.