lunes, 14 de octubre de 2013

El libro de la concordia




La falsa amistad nos llevó a la falsa afinidad. En Leyes Platón nos enseña que esa relación de reconocimiento debe surgir de los estados contrarios. Observar la naturaleza de la amistad. Pero me quedé en la naturaleza y mandé a hacer puñetas a la palabra siempre y a esa falsa afinidad que nos forzaba.

Hay siniestros (no sinceros) al igual que existen indolentes que vigilan los pasos y los actos. Nada es recíproco. Sin afinidad los indolentes nacen de una relación difícil de entender. Están, son, existen, tapan su cabeza y se sientan en la última fila de todos los espectáculos.

Lo semejante nunca será amigo, ni siquiera enemigo. No será, no puede ser. Paseábamos como jóvenes lúcidos y salvamos el mundo de la mentira y el fracaso, pero llegó la sombra, el humo, el mensaje siniestro y adquirido que atrae hacia la falsa abundancia. El acuerdo es desacuerdo. La mentira vence en primera instancia.

Han pasado los años. Tu figura la imagino y la deseo. Sé que el placer domina tu alma y te rodean dominios oscuros e imperfectos. Pero has elegido esa posición. Defiendes lo que no crees en realidad y asientas. ¡Qué fácil asentir!

Nunca te faltará el pan, ni el verso, ni el libro de la concordia. Pero cuanto has conseguido lo has hecho sin sabiduría, sin capacidad purificadora y sin armonía. Lo has hecho mintiendo.

Lo que el mundo visible observa es la mentira. Aquello que aprendo de Alcibíades es un mito.