jueves, 26 de septiembre de 2013

El ideólogo




Retiro las gafas de sol y en su lugar adquiero la indolencia. Por predecir acudo a la verdad, solo a la realidad evidente. Odio a aquellos que dialogan con los funestos. Hay que elegir y la elección es sobrenatural, se adquiere o se posee.

En los últimos años descubrí que hay seres malintencionados que ejecutan la corrección como síntoma de vida. Y la conducta irreprochable es un error, un gasto innecesario.

Como a veces sueño, y lo hago contigo, te hago ver la disculpa.

No creo en nada ni en nadie, ni siquiera en mí mismo. Mi poesía es un ejercicio de mediocridad que quedará en nada. Me admiran las coristas y amo a las coristas. Con ellas me divierto y digo lo mismo. Aquello que cuesta poco, las dudas, lo infinito, Leopardi y Mariscal.

En las regiones hay siniestros. Están en todo el territorio, huelen a lamentables profesores de universidad. El reparto de docencia no otorga crédito alguno.

Hay que elegir. La decisión de un camino en silencio y soledad contempla sueños. Dejo el cuerpo y comienzo a volar. Nunca se aparta el cuerpo que siempre contemplas. No hay segundas partes, no deben existir.

Nuestra libertad es elección. La razón de la palabra es poesía. Pero si piensas una sola vez en los otros, en aquellos, nunca dejarás de ser, no serás. Eres la imitación de la batalla falsa.

Ni me cansé ni espero. Tan solo odio a los siniestros, a su ideólogo gaditano, y amo a las coristas de falda corta y mucha vergüenza. Lo dicen las palmas de las manos.