En el banco de san Clemente, cerca de la Via Labicana.
Hace ya muchos años. Después llegó la azotea de Moguer. En el banco dos ángeles
negros protegían la persona. Una lechuza volaba sobre nuestras cabezas. Me
levanté por un brillo entre la hierba. Eran dos anillos de plata que recogí en
la mano y coloqué en los dedos.
Deber
ir hacia el centro, repetían los ángeles negros. ¡Hacia el centro! Pero el centro no estaba. Confuso laberinto de seres y personas. Necesito un diálogo, una
simple imperfección de lo bien hecho.
La gran literatura viene grande a los mediocres, no
ven, ni observan, solo visualizan que es lo mismo que nada. Se limitan a
contemplar sin ver, sin manifestar.
Todo es uno, del centro hacia afuera, de arriba hacia
abajo. Existe una energía que genera pasión al universo, a tu propio universo,
a tu centro, pues el centro eres tú, nadie más podrá llegar a la totalidad.
Hemos firmado un contrato al llegar a la tierra, un
contrato larguísimo. Hemos decidido lo que podremos ser y lo que hemos sido.
Eliot tenía razón. Es el presente, ya no existe el pasado. La teoría de la
elección, pero elección en libertad, en respeto, ajeno a los mediocres, a los no sinceros, a los no poetas. La ética y la estética están determinadas en un único
compromiso.
En el banco de san Clemente respiré. El aire penetraba
en los pulmones de manera limpia y despiadada. Me hizo ver que firmé un
contrato, que dos ángeles negros nunca se separarían de mí (uno murió, era dios), que la energía supera a la
espiritualidad, que tu propia elección ya está firmada.
No existe el centro indudable, ni el laberinto, ni el
reflejo en el espejo que tiene el marco verde. El centro eres tú. La unidad, la
grandeza, la energía, la verosimilitud.
Busco a aquellas personas con las que pueda dialogar.
Claudio murió, Luis también, con Colinas esta mañana mantuve una conversación
sincera, a don Nicanor acudo temporalmente. Ellos han sido el centro, ya son el
centro, como Platón o Rilke, o Juan Ramón o Nietzsche, o Novalis o Pound, o
Leopardi o Hölderlin. O Mozart o El Bosco. O Leonardo o Miguel Ángel.
Todo es todo. El final llega. Mi ángel negro hace de
ángel de la guarda. Me acompaña en silencio allá donde viajo.
Sí, hemos sido nosotros, el confuso laberinto era real
y verdadero, existía una dimensión ajena a los no sinceros. El centro está en ti, solo en ti. Fidelidad,
compromiso, soledad y silencio. Educación, estética, una ética oculta en la
corbata azul y mucho amor, siempre llama a la puerta mientras viene el amor.
El plano físico de nuestra dimensión es limitado, la
poesía es limitada si percibes la ausencia. Fíjate en el amor, en la energía.
El caos, los contrarios. El caos es el origen y tu elección, tu propia vida, ya
la tienes firmada.
En el banco de san Clemente decidí que la vida era más
vida, pero sin vosotros.