sábado, 27 de abril de 2013

Con premeditación




ODIO la compañía. Maldigo los teléfonos. Presumo de soledad y siempre estoy rodeado de animales y de naturaleza. Cerca de los cincuenta mi país me aburre, la ciudad donde vivo me reprueba, el acercamiento es falso y está condicionado por la premeditación.

Dice el ángel negro que en otra vida se suicidó, de ahí que su existencia está condicionada en la premeditación.

Si doy un paso al frente te marchas. Si escribo una carta destruyes el franqueo. ¿Agradecer la vida? ¿Qué vida? ¿Pero hay vida? Sé de cosas que se cuentan…

La razón de la palabra es la frecuencia, la potencialidad, el reflejo en el espejo. ¿No has descubierto que la presencia en el espejo nunca es igual y siempre es semejante? Pero lo idéntico es pasado y el pasado no existe.

La templanza, cordura y sensatez, aquello que perdí en la otra vida y en esta busco y anhelo, con premeditación. La templanza es la armonía, la identidad del acto. La templanza es la razón de la palabra, de la palabra poética, que es la palabra auténtica e indudable, aquella que proviene del centro y se refleja en el espejo de marco marrón. La razón de la palabra es la fusión de la ética y la estética. El canto del gorrión en la rama de encina.

La razón de la palabra es la claridad mayor que decía Cicerón, y además su discurso en las noches de Marco Aurelio. La batuta de Toscanini, las tres cruces de Parra, el sanatorio primero de Juan Ramón.


El marco verde ya es marrón como la tierra que escarbo.