jueves, 28 de marzo de 2013

Agua




A PESAR que en casa habitan arañas y hormigas a la par, a la hormiga que vigila la entrada al centro indudable se le reconoce pronto, lleva un libro de Parra, Poemas y antipoemas. La araña prefiere la compañía de Platón y recita a sus compañeras de tela y mesura fragmentos de diálogos.

Me han pedido que aceche la entrada, deben asearse y comer algo. Me he negado. En su lugar he cerrado la cancela por donde entran los extraños.

La araña discute con otro artrópodo sobre el tono. Le repite: Es la actitud del verso en la distancia. Y prosigue: El único mandamiento de respeto al lector.

Con la hormiga he tenido ocasión de charlar sin prisas en alguna ocasión. Permanece observándote en silencio y cuando has terminado, solo cuando has finalizado, indica lo que desea, que suele ser estridente. Por ejemplo, recuerdo una noche a la luz de las velas de cera amarilla, leía a Leopardi, la hormiga dijo: Solo al final de su vida alcanzó la perfección formal aunque la única verdad y perfección está en la naturaleza.

Prosigo entretenido. Aguardo que vuelvan para abrir la cancela. A sus puertas esperan varios candidatos. Han comenzado a agolparse personajes de diferentes nacionalidades.

Busco la música. Detengo el tiempo y el pie izquierdo tropieza siempre con la pata de la mesa donde tengo mi propio tiempo. Nada ni nadie puede romper el silencio. Ladra un perro que molesta. Ladra mucho.

Vuelven a su puesto. Tienen trabajo. Comienzan a repetir preguntas sin respuesta. En la cola hay varios conocidos a los que saludo. A todo el mundo ofrezco agua. Solo puedo ofrecer agua.