miércoles, 5 de diciembre de 2012

Por falta de alimento



NO cansa Mozart. Nunca cansa Mozart. A Dante se le ve feliz. Recuerdo a dios.

He paseado hoy por la capital y ha vuelto a defraudarme. La gente se agolpaba en las aceras y los establecimientos. He intentado pasar desapercibido. Agachaba la cabeza y escondía el rostro en la bufanda de rayas amarillas.

La fría mañana se reflejaba en un cielo grisáceo. Al salir de la radio una señora me ha pedido una moneda. He mirado sus ojos y ha sonreído. Es invierno. Sigo en el laberinto.

Lo que no logra reflejar el espejo lo hace la vida. Limpio el porche de bellotas y lleno varias bolsas. Las entierro junto a la encina torcida, cerca de la A-477. Allí todo florece.

Leer y no parar. Leer para vivir. Leer como único alimento de la desesperación. Leer para sobrevivir de los mortales.

Con el cuarto caldeado el humo del tabaco regresa hacia la cara. Y lo respiro de nuevo. Es molesto. Llena las hojas de los libros de esa niebla blanca que todo lo disipa. Cuerpo y mente. Espejo y laberinto.

¡Cómo va a cansar Mozart si es poesía! Duerme Dante en el sillón de la película, el que se llevaron prestado.

Dejar de escribir es muy posible, dejar de leer es morir por falta de alimento.