martes, 11 de diciembre de 2012

El sentido común



RESPETO el sentido común de los animales, sobre todo el de los insectos. Nunca el de las personas. ¿Qué diferencia hay entre un animal y una persona? En asuntos de sentido común apenas. ¿O mucha tal vez? Prefiero a los animales. Siempre. No los entiendo.

Apuro el último sorbo del café mientras, entre dientes, repito aquello de menuda hija de puta, cretina e indiscreta.

¡Es un verso! Un verso de un poema de Las cartas por jugar, que siempre son dos: el presente y el día de mañana. Lo dijo Nicanor. Uno repite por aquello de la desconfianza.

No me cansa estar en el centro del laberinto. Cuando hace niebla deliro. Cuando hace sol deliro. Cuando hace frío deliro. El delirio es el estado civil de la ignorancia, por eso permanezco.

Ya he acabado con el café. Lo ha traído Platón en una taza blanca color muerto. Un poco fuerte para mi estómago pero apetecible. No me dejan fumar aquí dentro, dicen que me evaporo. He tomado unas ramas verdes de mirto para hacer un cigarro pero no sé cómo encenderlo. He convencido a Hölderlin para que me deje su mechero de leña. Un arcaísmo como el que usaba Dante para hacer arder el infierno. Menudo hijo de puta, qué suerte tiene.

Con los presocráticos me ensalzo en la más dura de todas las batallas, aquella del amor, del odio y del destierro. Les he indicado que si no me respetan que me largo. ¡Qué soy un animal! Nunca una persona.

Ahora se han reunido para deliberar. Están hablando bajito. A escondidas. Esperaré pausado su decisión de odio.