jueves, 25 de octubre de 2012

Nada permanece



MI madre, semanas antes de fallecer, visualizó un horizonte temporal negativo. Habló reiteradamente conmigo en las últimas visitas, cuando le daba el beso en la frente. Comentó que la vida prosigue en un hilo grueso y, ante la caída hacia la derecha o la izquierda, siempre soportaba con estoicismo la perseverancia.

Ahora el hilo se iba haciendo fino, muy delgado. Caer era lo fácil. Mantenía un equilibrio ficticio e irreal. Un sentimiento de capacitación que nunca resultaba verdadero.

Mi madre cerró los ojos. Se complicaron los acontecimientos. La defensa se convirtió en madurez y la vista cansada en miopía. Comenzó todo a ser distinto, diferente.

Desde entonces dejé de dormir, llegó mi hija, mi nieto, y sobre todo las visualizaciones. Pude comprobar que lo que podría haber sido fue, y resultó para siempre.

Sigo llamando al 954 632 668. Era el teléfono de su casa. No responde nadie. Una voz suave indica que no existe ninguna línea con esa numeración. ¿No existe? Mantengo en la agenda el contacto. Hasta su móvil.

Nadie intenta venderme la burra, lo hacen con el rebaño. Pero visualicé. Comprobé que en la noche los días son perfectos, y que en la madrugada el tiempo pasa muy despacio, lentamente.

Como si la vida se torciera una mañana y desde entonces todo pasa, nada permanece.