jueves, 11 de octubre de 2012

El contrato


ANTES de nacer firmamos un contrato. En él se establecía que nuestra naturaleza tenía la obligación de descubrir el compromiso. Estar para hacer algo, insignificante o no, pero concreto. Cuando se estampa la rúbrica en el documento nadie indica el final, se debe vivir para ello.

Analizo cada instante de mi vida. Desde la infancia hasta la estupidez. Busco mi copia del contrato. Abro todos los libros por si dentro de alguno, junto al billete de cien pesetas, aparece. Nada. Respiro.

Firmar ya supone una conspiración. Vivir, un martirio. Soportar y seguir viviendo. Aceptar es asumir, y morir condiciona. Envejecemos ante un espejo sucio sin encontrar nada. Pasan los días. Estamos y somos, pero solos, correctamente solos.

Nuestro cuerpo es un simple accidente. Nuestra mente un atasco. El contrato es destruido en el momento de la firma. Y el ser humano no sabe poner su nombre en un papel antes del nacimiento. Siempre lo hace al morir.