miércoles, 20 de junio de 2012

Las cosas por su nombre


¿QUÉ sería de España sin Juan Ramón Jiménez? Le hacía esta pregunta en la tarde a un topo pequeñín que salía de la tierra como un dios deseado. El maestro fue un genio, un confidente de la literatura, un precursor, un metafísico, un intransigente, un majestuoso. Un poeta.

Su obra no termina nunca de empezar. Tomarse el mundo en serio es algo muy sincero. Convencido de su razón y del error ajeno cambió el curso de la historia. No hubo otro escritor capaz de superarlo. Ni pudieron borrarlo del mapa aunque lo intentaron y lo intentan.

Juan Ramón es el creador y su obra nuestra repercusión. El topo seguía arrastrándose bajo la tierra. De vez en cuando asomaba la cabeza y volvía a esconderse. Quizá fuera la reencarnación de uno del 27.

He tenido la ocurrencia de rebajar los criterios, las exclamaciones. Ha servido de poco. Su juventud es inalterable. Dice don Nicanor que el poeta es un pequeño dios. Aunque algunos se queden en el infierno haciendo compañía a Satanás.

Ganamos todo aquello que perdimos al vender la sonrisa. Son las proporciones, la voluntad de sentirse una opinión. El topo ha salido corriendo y ha caído en la piscina. Se llenará de cloro, de insatisfacción.

La justicia, las cosas por su nombre. No hay que poner el grito en el cielo ni pegarse un tiro. Las cosas por su nombre. Los imbéciles sonríen. Yo disfruto.