viernes, 8 de junio de 2012

El mes de la ocurrencia


MIENTRAS recorría con el coche los metros que separan la dulzura de la libertad, sentí dos golpes muy fuertes en la chapa azul. Había venido el pavor. El pánico se apoderó de mi cadera que contraía los músculos sin proporciones. ¿Han llegado los Nocilla? ¿Será Luis Antonio? ¿La sombra de alguien?

Abel olvidó las llaves en la guantera y le resultaba imposible acceder a su vehículo. Aún tiemblan las piernas. Muchas horas después. Recogió sin sobresalto los pasteles de Moguer y la nostalgia de la respiración pausada. Begoña, Blanca, Berta. Choco. No hizo falta el aire acondicionado.

Se carga el teléfono inalámbrico. Se apagaron las velas. Para aprender latín hay que estudiar filosofía. Si sigues a mi lado vestiré como Mauricio Wiesenthal. Almorzaré como Murakami. Saludaré como Luis Alberto.

Todos somos la noche. Se ha caído un ganchito de la cortina del salón. Me he subido en la escalera y hay moscas muertas en el pretil que une el cielo con el suelo.

Utilizo el pañuelo como réplica, soporta la humedad de los vasos con hielo, el sudor de las manos, el polvo de los cuadernos. Vivir, al fin y al cabo, es evadirse. El sorbo de sangre al humo del tabaco, la verde luz del router y su temblón estar, vivir, evadirse.

Ha llegado Boecio. Viene con Providencia. He roto el cuaderno marrón, las reseñas, los libros de poemas. He tirado las velas, el hielo, el cenicero amarillo brillante. ¿Malvado o justo? Amo el estoicismo. Moriré como él, arrestado por el sobresalto a las dos de la mañana en un cruce perdido.

Sobre la cama escucho los golpes que alguien otorga al coche. “¡Abel!”. “¿Eres tú?”. Silencio. No hay dulzura. No hay libertad. Salgo de casa con un bate de beisbol. Tengo miedo. En el capó del vehículo hay un sobre con dos libros. Versos de salón y Poemas y antipoemas. En el camino que recorre el porche delantero hasta el huerto hay artefactos por el suelo.

Desnudo corro hacia el centro. Junto al pilón hay una entrada al centro. Me siento en la tierra y siento a los insectos y a los gusanos por el cuerpo. Es la naturaleza. Alimenta la humedad la ausencia de mediodía. Es diciembre el mes de la ocurrencia.