sábado, 19 de mayo de 2012

Sobre la piel del mundo


SOBRE la piel del mundo dejarán de pensar en las promesas y todo aquello que aparece iluminará el mediodía. Condicionan los astros, suelen hacerlo siempre. Tienes la impresión de estar tranquilo y tiemblas. Entre tus manos otorgas la voluntariedad a la piel del mundo. Es la asignatura que todos procesamos.

Que te llames Elena, Carmen o Tomás es lo de menos. Lo que importa es la esencia. Ahora puedo verte. Cierras los ojos por miedo a la luz. Voy hacia tu encuentro con la palabra. Si esta vida puede salvarse se hará con la razón de la palabra. Con la generosidad. Si te sirve de algo, repito los versos de esta mañana en Roma. Nacho sigue haciendo fotos. Le gustan los ángeles. Los ángeles negros.

Me encanta ir despacio. Sin prisas. Tengo que respirar. He olvidado que he de hacerlo con la continuidad de los endecasílabos. El verso libre me ahoga en este tiempo. Me siento a esperar, sobre la piel del mundo, que llegue el lunes. Ya no me separo de la naturaleza.

Sobre la silla de la película veo pasar las hormigas. Acabo de mandar un mensaje de texto, sin texto, sin palabras, vacío. Observo la foto de pequeño. En un andador y con la boca abierta. Es en blanco y negro. Voy hacia a tu encuentro. Pongo derechas las palomas de porcelana. Busco hielo. La luz verde del teléfono nunca se vuelve roja. Se ha parado el reloj sobre las once y cuarto.

Suena la cafetera. Es un zumbido. Cierra los ojos. Acaricia su piel, la piel del mundo, hay brotes de majestuosidad, mana el jugo del manantial. Quiero tus bulerías, el magazine donde se apoya Mozart. En Roma me dejaron una capa española y una sombra irlandesa. Viene hoy a la memoria Sandrine, sus ojos negros, la camiseta estrecha que dejaba brotar los pezones y el olor a mujer deseada y deseante. En Huelva se sufrió lo preciso. Sobre la piel del mundo lloran los gorriones, los paraguas.

Nada se nombra por el crédito, se otorga por los designios. El que pueda entender que se marche sobre la piel del mundo. Y da igual que te llames Elena, Carmen o Tomás. Todos los hemisferios son igual, varían en perfección, en la poesía, en su amor a la naturaleza.