viernes, 25 de mayo de 2012

Fino y despreciable


HA vuelto el calor. La sofocante sensación de vacío. Leo a Parra para calmar la sed y a Gaya para refrescarme. Los grillos emiten la sinfonía de la estación ardiente. Sigo hablando con las sombras. Agacho la cabeza para escuchar mejor sus comentarios.

Choco sale a mi encuentro y me escondo tras la palmera enferma. Hay poetas que no merecen nada. Hay editores que no son dignos de menos. Escucho unos golpes en la ventana. Descorro las cortinas. Es dios. Es la imagen de dios y su presencia.

Los rabilargos tienen un jefe. Alguien que les dirige y les ordena. Si mueve el ala izquierda todos van hacia las tomateras. Si hace lo propio con la derecha permanecen quietos. Vuelvo a encender el cigarrillo que se ha apagado sobre el cenicero. La duda es la única posibilidad que otorga conocimiento y sabiduría. La duda como contemplación. La duda es la entidad que separa lo hermoso de lo feo. Aquello que nos diferencia lo sabio de lo valiente.

El movimiento del ala extraña, la misma dirección, la concordia y la felicidad. La duda que supera la única discusión. Contender es una sensación de extravío. La muestra de diálogo entre seres semejantes. Prefiero observar, callar, oler, mirar a dios y leer a Parra.

Mis círculos nunca serán restrictivos. Permito la pluralidad y la precisión. Amo las derrotas. Somos invisibles, somos nada, reflejos ante un espejo, sombras violetas. Saber lo que no sabemos o lo que no podemos saber es la justicia de la naturaleza. Aunque veamos al rabilargo jefe. Bebo sorbos pequeños de agua fresca. El alma examina cada gota antes de asimilarla.

El vaso ancho y fino tiene manchas de carmín en el borde. Domino las injusticias y me siento obligado a tomar un papel para limpiar sus restos. Lo natural y lo cultural persisten. Lo vivía Platón. Somos ingenuos y sensatos. Somos repetición e hipótesis. En la naturaleza todos somos culpables de la imitación. Amantes de la sabiduría. Quien dejó la mancha de carmín en un vidrio fino y despreciable.