domingo, 8 de abril de 2012

Aliento cálido


EN Fábula se indica que la inspiración no existe. Ese aliento cálido al que aludían Diógenes o Ario Dídimo (en boca de Cleantes). Solo se obra correctamente por la naturaleza, es ella quien otorga, quien determina. ¿Inspiración? La mayor falsedad entre las falsedades. La naturaleza acerca a la virtud, a las obras correctas, a la poesía del centro.

Cuanto adquieras desde lejos será prescindible, y la inspiración es un hecho aislado, algo que viene, se marcha y nunca nos conoce. ¿Te imaginas cuanto te guardo dentro? El mirlo se ha puesto a rebuscar en la grama, a comer los gusanos e insectos que aparecen y desaparecen, como la inspiración.

Las ranas y los sapos comienzan su sinfonía en el estanque. La música del odio, la desesperación. La verdad entre el cielo, la nube o el pájaro celoso.

La respiración en la poesía es más virtual que la propia inspiración, y menos que la naturaleza. Se nos ha sostenido con mentiras, con posibilidades. Y resulta que lo posible es hueco y lo real discreto. Las cartas por marcar son solamente dos, el presente y el día de mañana. Nunca existe el pasado, el origen del aire, ni la sombra del viento.

Todo lo que uno sabe está en estado de provisionalidad, pero no es relativo, es susceptible de una mayor profundización, y eso sí que es relativo.

Es lunes, dos de junio de mil novecientos ochenta y seis. Amanece nublado. Unos cúmulos ciertos preguntan por los pájaros. Hace calor. Comienza a hacerse tarde y no hace frío. Lo compuesto es un cuerpo físico, como las estrofas que enseñas en noches de verano, como la inspiración figurada y redimida por los farsantes.

Concuerda la frase final, la apología. Fábula es un paradigma, una analogía. El método, la norma, la explicación de cuanto se hace y se realiza, la creación de las formas poéticas, la verdad sobre la razón de la palabra. La única.

Procuramos razones y encontramos acciones, reacciones, dificultades y frío. Es dos de junio, escribo, leo, amo. Sin inspiración, con constancia, junto a la naturaleza, sentado sobre ella, respirando sus márgenes, observando los cuerpos celestes, contemplando la tierra, los árboles, las nubes y los pájaros. ¿Hay mayor inspiración que la propia naturaleza?

El mirlo me ha mirado. Agacha la cabeza y busca su alimento, aquello que se otorga con la naturaleza.