jueves, 1 de marzo de 2012


TODOS estamos muertos. La muerte es un estado de gracia prematuro que consiguen los que quieren vivir, los que están desnudos. La naturaleza permite estar y ser, pero también no ser. Y es esa su grandeza. Su indeterminación, la gran perplejidad.

Un verso es un conjunto de ritmos y de tonos, de elementos distintos que se unen en tensión. Esa oposición es hostilidad. Lo contrario de morir estando vivo.

Lo ilimitado, lo antinatural, lo irracional (la totalidad de elementos sin leyes) se encuentran en la naturaleza. Al igual que los versos, los poemas inacabados, los libros inconclusos. Es el azar la ciencia, el mayor conocimiento de lo verosímil.

Cuando me preguntan por la poesía y la poética de su creación siempre digo el remedio. El remedio es la causa del bien y del mal. La muerte y la vida. La desnudez y la plenitud. Todo lo que deseas permanece en el acto y, cuanto reconoces, configura la razón de la palabra.

Por ejemplo, los momentos que mencionas y son ajenidad, configuran la justicia, la forma y las funciones. Determinan el género.

Sin tensión no hay poesía, como no hay versos sin encontrar el bosque, el centro del bosque. La tensión es merecedora de la proporción, de la calidad, y está ausente de desdoro.