martes, 6 de marzo de 2012


SABER determinar una fecha o un verso, eso es lo difícil, el problema, el proceso. Hay una firme impresión que otorga voluntades. Como si hubiera vivido en otro tiempo; es probable que escribiera con considerables repeticiones, errores, que me vincularan a Simplicio. En el fondo es lo de menos.

La naturaleza se basa en dos proposiciones: la teoría y la razón. La teoría es interpretada, la razón es de la palabra. Es necesario reinterpretar, crear, hacer, seguir haciendo algo, armonizar los actos. La armonía sustenta lo que es probable y lo que es posible.

No sé determinar todavía. Visito a la certeza, encomiendo las reacciones a Rilke, y a Novalis lo observo pleno de luz, de claridad, de asiento. Y el asiento es cordura, es madurez, es gracia. Nunca fui ni seré. En la primera fase solo veo los sistemas. ¡Esta vida es tan corta!

La mezcla original de la naturaleza nos tiene confinados. Dudas de los paisajes, tocas el árbol grueso y a los pájaros hablo para entablar razones. La razón de la palabra posee mezclas de opuestos, unidades, magnitudes, cuerpos poco compactos que no escriben poesía.

Observo desde la azotea la forma de mover tus manos y acaricio los argumentos. Suena el móvil. Es Jorge. Confiesa que está enamorado. ¿Contradicción directa o paradigma? Dice dios que le cuelgue, que se ha cansado de la coincidencia que existe entre el pájaro bello y la encina. Esa mente conoce todas las cosas, los versos, lo denso y lo difuso. El cuaderno marrón está vacío. ¿Cómo girará mi vida?

Los imbéciles hablan e incluso hasta escriben. ¿Qué saben? ¿Qué interpretan? ¿Una vida, la mía? El movimiento debe ser explicado, pero no por vosotros necios de turno. La realidad se lucha, es inmensa y consecuente, como lo son los versos.

La azotea de Moguer no mide más de quince metros. Tiene una baranda fría y una arqueta en el centro donde perdí el anillo. Tiene el conocimiento poder, el mayor poder, lo dijo Anaxágoras.