viernes, 9 de marzo de 2012


DE las noches de Londres recuerdo la soledad, el pájaro que cada día se apoyaba en la ventana y las tortillas de patatas. De los días en Moguer el pan, los pasteles, el vino de naranja, la voz de José Antonio y los pechos de Maricarmen. Los paseos por Roma otorgaron continuidad y esencia. Nacho no paraba de fotografiar las columnas, los ángeles y los desprendimientos. En Lisboa, un policía muy gentil, me llevó hasta el hotel para evitar peligros. En México D.F., y desde la ventana de la estancia, observé como se besaban dos edificios en un movimiento sísmico.

Platón y Heráclito me han acompañado en todos los contextos. Han sido un importante referente de dudosa relación. Acepté los elementos corpóreos y los no corpóreos. Lo indefinido se definía mientras pasaba la lengua por el muslo de una mujer. El equilibrio resultó materia original, regularidad, hasta delito.

En Puerto Real, en el río san Pedro, aprendí de la física rudimentaria, de la química orgánica y de la fonética.

Con Jorge visualicé la impulsividad de los homosexuales y la pluralidad de las afirmaciones. Natalia provocó un talento innato en Fifteen y en Orrery. Sharleen era bellísima y se enamoró de mi Custom. Gwen era rubia teñida pero su cuello amaba. Susana continúa buscando al turco, al negro que era turco.

Dice la vida que un instante es un conjunto de observaciones que influyen en la segunda parte de tu vida, la que nunca verás, la que existe pero no se conoce.

¿Quién aduce? ¿Existe el efecto cósmico de la existencia? Yo creo en la palabra, en lo evidente, lo que tiene su origen en la razón y en sus declaraciones. Lo demás me importa lo que a Platón la sustancia. Lo mismo. Lo que no presenta la duda.

Ahora vamos despacio, planeamos desde la rama más alta de la encina a las berenjenas. Un nuevo espantapájaros con camisa de cuadros, huesos de aluminio y sombrero de paja, nos resucita. Es la casualidad, la presencia, la virtualidad. Y siempre consigomismo. Nunca conmigomismo.