viernes, 6 de enero de 2012



HE besado muchas veces a mi madre en la cabeza, sobre todo, cuando no podía levantar la cara para configurarse. Hoy olía a un perfume barato pero limpio. Era una confesión. Su respiración lenta y difícil, el corazón que no late debilitadamente y una esperanza que se agarra a lo que no debe marcarse.

Es la configuración. Las voces de los muertos que llaman a destiempo y ese tono poético que ha dejado la esencia encima de la paciencia.

Mientras digas que detrás de ti no hay nada más se me revuelve el aire, la llama de la vela se agita con un color oro y un espesor de remolino.

En el beso en la cabeza defendí todo lo que no fui capaz de decirle en persona. Una voz y mil manifestaciones de cariño.

Ahora quema la vida. La sal se ha despertado del sueño de los necios y Platón ha disfrazado de sapo a su diálogo.

Vamos a morir a la provincia, a las sombras y ambientes de mentira. A la configuración.