jueves, 27 de octubre de 2011

90 (Noventa)



Primero fueron los desvíos y después los matices. Nunca ocurrió al contrario. Debes caer para intentar subir. Abajo se ve el mundo de otra forma mucho más real y auténtica. Dejo la altura para los atareados, los que no paran de decir tonterías en Moguer. Si JRJ estuviera presente en el congreso seguro que no improvisaría. Siempre es el 27, un grupo artificial en nexo y en luz.

Es la parte inferior de nuestra literatura, la Atlántida de la poesía. ¿Dónde está? Unas referencias de Platón, una ubicación mitológica y un premio Nobel.

La irregularidad, el estridentismo, mero comportamiento. Aquí no se calla nadie. Ni ese gorrión que ahora resguarda su nido de la lluvia. Ni ese joven poeta que traslada su cocimiento a un vertido de cieno.

Nunca he pertenecido a un grupo, ni a un hemiciclo, he dicho no a los premios, no he lamido ni pasado la lengua por la frente de un nombre. He dicho no a la conformidad y sí al vaso de whisky, a las nubes y a los pájaros.

Los tres gatos que vienen a mi casa han encontrado en el porche tres platos con leche. Era leche migada. ¿Dónde están las generaciones? Solo veo degeneraciones de la poesía. Una historia de nuestra literatura que el tiempo va poniendo en su lugar.

Me hablan de alguien que hace años estaba en lo más alto de la ola. Ahora la ola muere en la orilla. El nombre es un abismo. Ni siquiera una insinuación.

Los nombres, como los residuos, son el estiércol de la poesía. ¿Y tu registro? ¿Dónde está tu registro?