miércoles, 7 de septiembre de 2011

42 (Cuarenta y dos)



Todos los seres humanos tenemos un doble. En algunos momentos puede ser más de uno, pero para ello se requiere que duermas, que descanses profundamente. Las personas no somos únicas, nuestro físico es tan débil y limitado que aparece en otras partes del planeta.

Nuestro ser no tiene concepto de tiempo ni de espacio. Estamos en el pasado al igual que retomamos el futuro. El presente es el espacio más deficiente, con menos fuerza o resistencia.

Nunca logré hablar con el otro yo que no vive conmigo, pero sí pude verlo. Y siempre en pasado. En un cuadro de Velázquez, en una foto de México o en una lectura de poemas de Claudio.

A vosotros sí os he visto en varias ocasiones. Incluso he tenido la oportunidad de hablar, pero siempre con seres que habían fallecido. Es el confuso laberinto de la ignorancia, la limitación, renunciar voluntariamente a los hechos y principios de la vida, forzar nuestros derechos.

Un ser es un fantasma, un ángel que repasa toda la geografía. La sombra de este cuerpo que nos está llevando de un lugar hacia otro. Es como la poesía, la verdadera imagen de quien aún no ha muerto.

A Javier le ha gustado la crítica que sobre John Steinbeck ha hecho el otro Javier. Y es que Steinbeck era cursi, le faltaba ese punto de admiración al género que tenía Melville, Meredith o Barrie.

Y entre los dos nombres no hay más de un solo cuerpo. La extensión de Javier, su sacrificio. Existe un mecanismo, origen de la pluralidad y el cosmos, que nos hace creativos. Y ese acto es la esencia, la única verdad. Existe alguien como tú en otra parte del mundo. Que tiene tus lunares, tu físico, tu sombra. Pero es distinta condición, juicio paralelo de la conformidad, la cualidad de ser veraz y a la vez tan contrario.

Nadie dice que vuelvas si has llegado a nosotros. No se escuchan sus voces mientras lloras de rabia. Y es que todo es mentira. Vivir es la falsedad más grande de la justificación. ¿Existimos nosotros? ¿Hemos sido nosotros? ¿Nos queremos nosotros?

Nuestra vida es tan falsa como lo es nuestro cuerpo. No existimos nunca, no somos nadie. Apenas una sombra rodea el cuerpo de este hombre insensato que recuperó la virtud en una ocasión. Y ese día estaba enfermo. Esta vida no existe. Es solo un espejismo. Nada es para siempre o mejor, nada importa la nada. Todo es una gran farsa.

Una abeja asesina ha rozado mi cuerpo. Ha vuelto en esta tarde. Lleva el veneno dentro. Una mezcla de rabia, de cicuta y de azufre. Si la abeja pervive sobre la flor, magnífico. Si es suntuoso el arte, todos seremos Javier. Y criticaremos a Steinbeck. Todos tenemos doble aunque algunos no existen.