domingo, 4 de septiembre de 2011

39 (Treinta y nueve)



Hoy ha vuelto la nube con forma de poema. Esta vez ha avisado. Dijo que no quería pasar sin que la viera. Ha dado varias vueltas por encima de casa y se paró en el huerto a descansar un poco. Fui con agua y sarmiento pero se había marchado. Esa nube me trae paz y consuelo. Es la nube del alma, la tierra en cielo mismo, pureza sin enojo.

¿Quién presta algún servicio a un soñador muy alto? ¿Qué concepto hace falta para mirar la nube y alabar el granizo? Cuando la tierra seca está dura, la sombra de los pasos es la falta de luz. Busco asilo en un color muy pardo que piso en los terrones, presumo sin noticias y nadie me visita. Solo la nube gris con forma de poema.

Este verso no es épico, contiene libertad, un poquito de muerte y mucho miedo. Ha dicho Satanás que esa nube es malvada y yo le recrimino. Esa nube es la vida aunque tenga flaquezas. El ángel atrevido, un ángel negro, defiende con sus manos la mentira, lo incierto.

Todas las turbaciones que provoca un diablo denotan impaciencia. ¡Qué astuto es Belcebú! Se acerca, engaña, te llena de desvíos y aleja lo advertido. Si el demonio supiera que el exceso es ingenio y lo travieso es hábil, dejaría de venir en las noches a verme. Alimenta las horas, aleja las pasiones, define los vicios, consigue que el afecto consolide el principio que da forma al principio.

Dice Barrie que una vez realizó una maldición sobre su persona. Y no consiguió que se llevase a cabo. Todo lo que se ha dicho sobre él es mentira. Cuando hablamos de noche él sonríe en el porche. Mira al oscuro cielo y no puede ver la nube, ni mis ojos, ni la vela que mueve su fuego a ritmo de aire de costado.

¿Alguien ha visto alguna vez una nube con forma de poema? Una nube bellísima. Aparece en la tarde. Lleva dos sombras siempre, una arriba y otra abajo. La de arriba es Barrie, la de abajo el demonio.