viernes, 30 de septiembre de 2011

65 (Sesenta y cinco)



Lo que existe debe encontrarse. No podemos conformarnos con esperar que venga y nos salude. La búsqueda es un proceso tan radical como verdadero. Sé que tengo que seguir hallando a las personas. Probar es algo injusto pero no hay más remedio.

Hasta ahora han pasado por el porche decenas de poetas. Algunos son muy altos, otros más bien pequeños. Los hay con mucho pelo, calvos, rubios. El agradecimiento, como la fortuna, es un bien material que reconoce. Y no he podido identificarme con nadie.

Ese nadie pervive desde el ochenta y tres. Miré por la ventana, subí a la azotea y me quité el anillo de la boda de siempre. Ese día me siguieron los pájaros. Aprendí que la naturaleza dejaba paso a las personas, que las sombras ocuparían la vida, que dios y Satanás se entretienen, las tardes de diciembre, jugando al ajedrez.

64 (Sesenta y cuatro)



Los clásicos son infinitos. Los clásicos alimentan. He perdido las ganas de leer literatura contemporánea.

Voy sumando un libro a la montaña de las obras pendientes. Procuro hacerlo de manera ordenada. La montaña es mágica, como el lagarto o el pájaro. Hay aristas de colores marcadas por un tiempo pasado. Como en la tierra, lo efímero se muere.

Quisiera disponer de un poco más de tiempo pero avisan las sombras. Es hora de estar preparado.

¿Tiene razón quien descubre o quien encuentra? Borges descubrió a Chesterton como el Quijote hizo con Dulcinea. Y el hallazgo no es remanso de paz. El silencio dejó hoy de convencerme. Es una falta de misterio. Un sacrilegio.

¿Dónde está la intelectualidad? Mencionar a tres o a cuatro autores artificialmente y decidir que lo bueno es lo efímero y lo malo es lo trágico. Virgilio no era así, ni escribía así. Barrie y Meredith dicen que acabaron por volverse locos.

Lo culto en España quedó anclado en el siglo XVII. Hoy he visto su manifestación. Y reírse de los matices es como devorar la cabeza de la Medusa. La grandeza no se mide en conciertos, se comprueba en sinfonías. Y la música, no lo olvides, es la tercera inclinación.

La grandeza del silencio está determinada por la autosuficiencia. Pero resulta que el impostor suele acarrear los trastos que los otros desechan. Así encontrarás tu casa repleta de mentiras, de libros falsos y de una imprimación que nubla la mirada.

Yo prefiero a las sombras, los espectros que siguen siendo fieles, fantasmas del pasado que reconocen la autenticidad, el desconcierto. Así vivían los clásicos, a la sombra del mundo. Las ganas de leer a los poetas se perdieron de pronto y en silencio. No hay gustos personales, hay defensa de lo propio, y un error, un miserable error te ha delatado.

He puesto hoy otro libro en la montaña mágica. Fue escrito por Cervantes. En él se habla de una tal Dulcinea, conocida también como Aldonza Lorenzo.

jueves, 29 de septiembre de 2011

63 (Sesenta y tres)



Escribo para poder llenarte la cabeza de ilusiones, recuerdos, destinos. Virgilio reconocía que todos encontraremos alguna vez las palabras mágicas, esas que nos traerán la luna. Un lagarto muy verde se ha plantado a la entrada. Por más que le hago aspavientos permanece inmóvil, quieto, sosegado.

Me alegra que vayan creciendo literariamente mis amigos, los que realmente llenan, los originarios. Otros, como el lagarto, ni se alteran. Un movimiento súbito de la cabeza del reptil es un proceso de admiración, un sentimiento.

Disfruto con cada noticia que me llega. Las poesías completas de Jesús Aguado, las presentaciones de TRR a Juan Cobos Wilkins y Guillermo Carnero, el tablero de sueños de JMJ, los ensayos de Antonio Colinas que podían permanecer inéditos y contienen una riqueza lírica e intelectual de mucha altura.

Cada uno de estos conocimientos facilita la existencia diaria. Son como palabras mágicas que me acercan a la luna. Y es que la luna viaja hacia la tierra y permanece un tiempo, el que necesitamos. Podemos pisarla, tocarla, respirarla. Por cada hecho ajeno aprendemos de nosotros.

Los buenos amigos son osados, como los buenos poetas. Poseen atrevimiento, resolución. Lo imposible existe. En una ocasión, y mientras un poeta realizaba un viaje en barco, otro le preguntó por el secreto de su lírica. A lo que respondió con tres términos necesarios: el tono, la aptitud y la distancia. Aquellos mandamientos de respeto al prójimo también nos enriquecen.

La aptitud se consigue con actitud. El lagarto seguía tomando el sol en el porche. Los ojos ya estaban medio cerrados. Y el color verde se iba tornando en grisáceo.

Un pájaro muy grande ha dejado una sombra inmensa junto al lagarto. Sus ojos dificultaban la comprensión. Los engaños se ocultan mientras cierras los ojos.

No desprecies a nadie. Nunca. No eres quien para hacerlo. Otorga bendiciones y obedece a tu instinto. Lo bueno huele bien. Lo malo, con respeto, viaja hacia el silencio, el lugar donde la luna muestra su cara oculta, la que nadie conoce. ¿Lo has olvidado?

El amor todo lo vence, también lo dijo Virgilio, pero el amor como las inclinaciones se manifiesta en tres versiones diferentes. Vuelvo hacia el lagarto, me he descuidado y se ha comido un matiz.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Fotos de Espartinas






62 (Sesenta y dos)



Es tu boca el ímpetu de la rebeldía. Acariciar tu pelo y tu sonrisa mientras dejas de lado la configuración de sentirte mujer e intentar descifrar todos los actos. Efímero es aquello que muere en un instante. El verso de Virgilio vive en las sombras. El de Eliot también. Si pudieras leer más de la cuenta los proyectos son vanos. Te he invitado a mi casa. Hace frío en la piscina pero el tiempo quiere evitar todas las nubes.

Tengo que entrar en el laberinto. Las vueltas las dará Raquel. O Susana, o Loreto. Todas, al fin y al cabo, poetas de la vida. Los miles de días grises han llegado.

martes, 27 de septiembre de 2011

Fotos de Moguer








61 (Sesenta y uno)



Mientras me des la mano y no pidas los versos que no sabré escribirte estaremos tranquilos. La conjunción se queda en la sobrecubierta, con papel holandés, como en la ceremonia de la búsqueda, que es ya descubrimiento.

Las estaciones muertas, la realidad presente, la profunda quietud, la afanosa dulzura, mi negra vida. Anda Leopardi, vayamos más adentro, aunque sea de tu mano.

lunes, 26 de septiembre de 2011

60 (Sesenta)



El hogar del pensionista y del jubilado de Aznalcóllar se llama “Los mejores años”. Está en la calle principal. Me coge de paso al ir al Mulato a comprar la prensa del día. Los mayores en la puerta desde muy temprano desean los buenos días con la felicidad propia de la experiencia. Un cartel reza en la entrada del asilo: “LOS SÁBADOS HAY PAELLA GRATIS”.

Ya de vuelta, y a la altura del kilómetro 22 de la A-477, en el margen izquierdo dirección a Sanlúcar La Mayor, la pequeña parada de autobús rural de carretera tiene hoy una nueva pintada: “MARIBEL TE AMO”.

Los tranquilos toros a esa hora de la mañana intentan descifrar los mensajes, pero no entienden. Nada parece algo.

Lo que es gratis no se vende. El amor no se pinta, se consigue con sinceridad y verdad. Pasa igual en la poesía. Confundimos los términos, pensamos que hemos creado la acción o el efecto, y la verdad es que no entendemos. No sabemos diferenciar un matiz de un desvío. ¡Engañan tanto!

La experiencia nunca consiguió nada. Lo hizo la existencia. Pero nunca hubo poesía de la existencia. Los pobres asignados y experimentales además de algunas críticas positivas de García Martín y de otros reseñistas de suplementos literarios, fueron objeto de un producto barato. Barato y sin existencia. Se pueden mezclar. Todos son iguales. Patéticos de origen. Vehementes inciertos.

Los primeros británicos que visitaron Australia y vieron los canguros, preguntaron a los aborígenes qué animal era ese. Los nativos, sin cortase respondieron: “Kangaroo”. Pero lo que desconocían los británicos era la lengua de los aborígenes. En su idioma eso quería decir: “No le entiendo señor”. Así llamamos de una forma a un animal sin comprender.

Escribir poesía es lanzar la moneda al aire. Caer de cara o de cruz no sirve. Son desvíos. Caer de canto es hallar el matiz, la esencia. Entender, alcanzar, sentir. ¿Ves como lo fácil reporta la nada?

La superficie donde cae la moneda debe ser rígida, es más fácil permanecer de canto en una extensión severa. En cambio lo fácil es blando, impaciente. Nada permanece erguido en ella.

La dureza, la rigidez, lo severo, es nuestra cultura, nuestras lecturas. Cuanto más leemos más probabilidades tendremos que una moneda, una simple moneda que no se regala ni se quiere, pero que se entiende, caiga de canto. Tendrás el primer matiz.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Mediodía en Kensington Park




59 (Cincuenta y nueve)



Hay días que superas los obstáculos con la propia presencia de los actos. Un impedimento es un verso que no deja escribirse, es la dificultad, el inconveniente de ser composición o palabra.

Hablo con sombras, con seres que una vez existieron y ahora se presentan como puro recuerdo. Todos han sido, alguna vez fueron esencia y materia. Ahora son lo preciso y lo invariable.

Me han dicho que me han visto hablar solo, recitar a los pájaros o a los insectos. Es cierto. Pero también estaban ellos. Yo los veía. Respondían, criticaban, corregían. Nunca invento a las sombras. Ellas ocupan espacio, su solidez se refleja en la condición de inseparables. Si les haces fotos aparecen, si les das un cuaderno escriben, si les pones la copa beben. Son personales, uniformes y disponen de composición y de palabra.

He caído profundo bajo la última línea del sistema de signos. Las conversaciones son espontáneas y ricas en fundamento. Ahora no deseo buscar otro mundo, en este tengo de todo. Me sigues faltando pero te suplo con un espectro que tiene tu figura y tu voz. Los ojos son diferentes, pero sirven de guía. Es el misterio.

Un día, cuando los pájaros cantaban encima de la encina, descubrí el camino, un único camino, el camino que busqué hace tantos años. Justo delante de su inicio hay un laberinto gigante. Es tan alto, que los animales entran y salen por arriba. Tomo libros y los voy dejando a mi paso. Si me pierdo puedo volver. En varias ocasiones se acabaron los libros, pero pude acudir a recoger más de la mesa del porche.

Dentro del laberinto no hay espacio ni tiempo. La luz es una imagen que está firmada por todos los que han intentado cruzarlo y no lo han conseguido.

El día que logré traspasar el laberinto la claridad visionó un camino de rocas. Allí estaban los pájaros y tú sobre la hierba. La luz era el conocimiento. Alumbraba lo oculto, abría lo evidente.

Si ahora estás en la luz debes hacerme un guiño. Aunque no son tus ojos la noche hace que se arruguen las palabras.

sábado, 24 de septiembre de 2011

58 (Cincuenta y ocho)



Alguien abrumado recorre los espacios que existen entre la entrada y las mimosas secas. No tengo suerte. Hay una zona alejada donde todo lo que planto se muere. Hace unos días tomé un libro de poesía de Valente y lo enterré junto a la buganvilla. Ha nacido un diario. La planta ha quedado sin vida. Decir que el acontecimiento literario de los últimos meses es el diario de Valente, tiene mucha bellota.

Ese ser del agobio ha superado el tedio. Entre Valente, Gamoneda o cualquier otro ejemplar de la fauna lírica, he construido un zoológico de versos junto a la carretera. Allí los coches pasan deprisa. Es la A-477, una mezcla de espacio y soledad. Menos mal que el ruido dificulta la orientación de los versos y uno entiende lo que quiere, nunca lo que escucha.

Esta noche dejé el cubo en el porche. Se ha llenado de malvas. Las flores moradas han atraído a las hormigas. Los insectos a los tagarros. Los carnívoros a los pájaros. Es la cadena de la vida. Y el cubo vacío. Sabes qué te digo, que mañana tendré que completarlo de piedras. Son tan herméticas como los versos del poeta de Orense.

Y ocurre lo mismo. Puedes opinar de hecho, pero nunca de derecho. La diferencia entre un acto y un poema está en la condición de quien lo escribe. Se pierde la cabeza. Barrie me regaña lentamente sobre el columpio. Yo reprocho a Barrie.

La botella de agua sobre la mesa evita que los mosquitos superen la primera inclinación. Junto al columpio está dios enterrado, y sobre dios los pasos de Meredith. He cerrado las puertas temprano. Estaba muy cansado.

Con la poesía ocurre igual que con los bancos. Eres cliente de uno porque te tratan bien. Todos te roban pero los tuyos lo hacen con elegancia. La sombra de Vázquez Montalbán ha recitado un poema de Una educación sentimental.

Alguien abrumado me ha enviado un correo. JRJ presumía de soberbia. La podía custodiar. Nosotros no salvamos ni a Valente. La negación es hacer que siempre salga cruz. El hielo se derrite junto al libro de Catulo. Meredith lo aprovecha para servirse la última copa, el aperitivo definitivo. Lo hace con pasión, está admirado.

Preparo la maleta, la cartilla de urbanidad e imprimo los billetes. He de ser británico por unos días. La izquierda es la derecha. No te olvides de ayudarme a llenar el cubo a la vuelta.

viernes, 23 de septiembre de 2011

57 (Cincuenta y siete)



Hay que llenar el cubo de los sentidos. Todos los animales se han cansado. Enciendo la puerta y cierro la luz. Apago la vida y abro el corazón. Molesto estoy de hacer siempre lo mismo. Dice JLGM que la poesía es el lenguaje de la inteligencia, conseguir lo más con lo menos, con los mínimos elementos lingüísticos la máxima capacidad de expresión.

Hay que estar alerta, el poema nace en la cabeza y se crea en el cuaderno. Ha venido un burrito a casa. Ha entrado por la puerta del garaje que dejé abierta anoche. Llegué tarde y olvidé cerrarla. La rutina se convierte en presencia, el burro bebe agua del pilón y le riño. Arrojé mucho cloro para evitar que se acercaran los animales. Lo tenían todo asqueroso y, entre las bellotas que siguen cayendo y los excrementos, la nada parece algo.

Dije ayer que TRR y JMJ son los poetas más prometedores de la nueva generación. Y entiendo por poeta al pensador y al lector. A la persona inteligente, a aquella que es capaz de conseguir lo más con lo máximo (nunca con lo mínimo). Con grandes elementos lingüísticos y gran capacidad intelectual, han llegado al futuro. En ellos el presente no es incierto.

Se podrá estar de acuerdo o no, pero lo que leo cada día me convence. Y hay una cosa que se asoma por encima de todas: sus lecturas. La cultura que poseen es casi inabarcable para un necio.

El mundo está cargado de sombras y de luces. Buscas las segundas para abandonar las primeras. La única fórmula para facilitar el acercamiento es la lectura. Leer. Leer con admiración, amor y desconcierto.

Cansado estoy de tener que buscar lo que no existe y de pronto aparece delante de tus ojos. Es la felicidad, la maravilla.

Pregunta don Nicanor por el día de ayer. Tiene aprecio por JRJ, le respeta. Le he leído unos párrafos de Diego. Leyó dos poemas y no dijo nada. ¿Los autores son…? Debo confesar que estaba confundido. No sé si vivo en Siltolá o en El Tabo.

El cubo se va llenando de razón, de entendimiento, de aptitud. La poesía es arrojar una moneda al aire y esperar la cara o la cruz, y siempre cae de canto. Cierro el cubo con su tapadera roja para que no se escapen los elementos. En la buena poesía nunca sale cruz, ni cara. Es lo fácil. Fácil.

¿Vas a ayudarme a mover este recipiente? Piensa que pesa mucho. Está cargado de presencias, de actos, de concentraciones. Antes, por favor, enciende la puerta y abre la luz. El burro te mira de reojo. Sus orejas son dispositivos emisores de alertas. Y un verso sonoro rodea la cabeza. ¡Qué maravilla!

jueves, 22 de septiembre de 2011

Moguer siempre Moguer






Y allí estaba Platero. Me tendió su pata para saludar y acaricié sus orejas. Fumaba un cigarro que no quise apagar en la fuente del patio interior. Era la Casa de JRJ. Antonio comenzó con una anécdota cargada de farmacéuticas sin gafas y que no resultaron pelirrojas. Pero no debes quitarte las gafas. Oscurecía.




Un joven muy eficaz trajo una lámpara de mesa antigua. El cable era muy corto. Escuchaba complaciente y atento las intervenciones de Diego y Rocío. Se pasaron. Fueron muy generosos. El agradecimiento es una virtud que debe extenderse. Las gracias siempre las otorgo a miles. Una no es suficiente y dos es limitado. JRJ y Zenobia eran poco. Si no fuera por su obra, todo resulta escaso.

He descubierto ideas de JRJ que no conocía. Rocío es una enciclopedia del autor de Moguer. Lo prometido es deuda y Moguer escuchaba. La boda, los matices, la esencia, los desvíos. El desconcierto sonaba a través de un micrófono bastante afinado. Los graves y los agudos buscaban la equidad.

¿Qué he de hacer si un sombrero se vuela con el viento? Mientras lloran los pájaros replican las campanas. Paré por un momento con las nueve campanas. Pero en Moguer el nueve siempre es dieciocho, y turbó algunos versos.

Todo en esa ciudad es ahora un congreso. Mientras escuchaba en la cena el viaje de Gamoneda buscaba los billetes de tren para que no se pierda. Hay autores que no han decidido la ida, muchos otros la vuelta. Carmen espera en Moguer.

Todo el mundo está enfermo. Todo el mundo maldice. Todo el mundo escuchaba, atentos, unos versos inéditos que pasaron de largo.

Mi pájaro subido a una oreja de Platero, esperaba que el fin justifique los medios. Eran versos de vida, de esencia y existencia. No escribo para leer, lo hago para soñar. La poesía es la virtud que te otorgan los necios para seguir diciendo que la vida es un sueño, el sueño de los justos. Una señora que atendía al nombre de Mercedes solicitó una dedicatoria compartida. Vivía con su hermana y quería que dijera que el libro iba a ser compartido.

Hay una sombra en Moguer, en la casa de JRJ. Dice la sombra que se llama esencia, yo prefiero la existencia.

A vuelta del viaje, me faltaron improntas. No hablé de las princesas, ni de cantantes. Ninguna de ellas es china. En todo caso efímeras. El cante es un producto que bebe whisky y sufre. Dije adiós a Platero, a JRJ, a Zenobia. A la fuente del patio, a los que habían estado. Los que pudieron ir acabaron viniendo.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

En Moguer hay una azotea donde escribes poemas o mejor se imaginan





A este lado de la vida no hay nada. Lo he dicho muchas veces. Me casaron con tres años y eso es algo que ha marcado siempre. Saltar sobre la cama de JRJ y acariciar a Platero también. La azotea de los años ochenta, los primeros poemas incipientes y las imágenes de José Antonio en el pasillo de mi casa de Moguer. Todos son símbolos, experiencias inolvidables que no quisiera recordar, pero no puedo.

Esta noche en Moguer, en el patio de la Casa-Museo de Zenobia y Juan Ramón Jiménez, se presenta Una aproximación al desconcierto. Agradezco a Antonio Ramírez Almanza su generosidad y a Diego Ropero-Regidor y Rocío Fernández Berrocal, el acompañamiento.

A este lado de la vida hay situaciones que dejaron impronta. Una voz muy paciente nos distingue de otros. Hace ya algunos meses, esperando que este día se cumpliera, escribí un poema que leeré mañana.

1967. La Boda


He perdido el anillo.
El aro de metal,
la joya de la vida.

Lo he perdido en el parque,
en el centro del parque,
y no lo encuentra nadie.

Tengo a todos los pájaros buscándome el adorno.
Algunos ya de vuelta me dicen que se marchan.
Junto a la fuente mágica que chorrea palabras,
una estrella refleja lo justo y necesario.

No aparece el anillo.
Debo vivir sin él.
He lavado las manos,
he sacudido el agua en las plumas de aves
que nunca me abandonan.

Quiero ser como todos
y no tengo la fórmula.
En la azotea las sombras
reclaman el secreto.

Los ángeles en casa encontraron la luz.


Hay un pájaro blanco que ha pedido una escusa. Quiere encender la vela en el centro del parque. En Moguer los amigos viven en la azotea. Platero tiene hambre. Mañana veré la luz y tocaré el enorme azulejo que hay detrás de la mesa.




lunes, 19 de septiembre de 2011

Demonios



La primera vez que conversé con el diablo tenía los ojos rojos. No era muy alto pero aparentaba mal espíritu. A simple vista es una persona normal aunque, si tienes la desgracia de tratarlo, descubrirás lo contrario.

Mañana por la tarde en la Casa del Libro de Sevilla, Salvador Bofarull presenta su libro Demonios, y nos dará una lección satánica (todo lo diabólico suele ser mal prevenido).

Junto al profesor José Carlos Carmona tendré el placer de introducir al autor y a su obra.

Están todos invitados. Se ruega no lleven ajos, ni vistan de negro. Dispóngase a aprender. Salvador es un magnífico anfitrión.



53 (Cincuenta y tres)



Debo pasar por Londres. Más que un error es una oportunidad para salir de casa. Me invitan a la presentación de un libro y a la grabación del disco de una princesa. Hoy, concretamente hoy, que he hablado del futuro, del presente y del pasado. He afinado la Custom por si acaso.

El pasado está claro, el presente se huele, el futuro es eterno mientras dura. Cuando lloran los niños debes encender una vela. Una vela morada que huela a terciopelo. Así descansarán en las noches de diciembre.

Me han llamado dos pájaros para charlar un rato. Uno pretendía manifestar el cambio que la poesía de Diego Doncel ha tenido en los últimos libros. El otro era un acercamiento a Álvaro Valverde y sus teorías. Me encuentro más cerca del segundo que del primero.

Por ejemplo, JRJ defendía que las clases populares se acercaran a la poesía. En cambio odiaba el populismo barato. Es la ley de la concienciación. La mediocridad abunda y aunque canten los pájaros, lo eterno se distingue. En eso estoy de acuerdo con Valverde.

Permanecer en silencio y aceptar las contraindicaciones provoca despilfarro de versos. Necesito pasear por Kensington Park al mediodía. Allí todos los pájaros hablan inglés. Hay un loro y un periquito que traducen a los idiomas hembra. En invierno un gran muñeco de nieve artificial te da la bienvenida desde la entrada sur al parque.

He paseado por Torre, por Lira, por Pasión. Sigo bailando. Esta vez dentro de una piscina que va teniendo el agua un poco más fría. Keith Stanley-Mallett dice que dormir no es más que una muerte profunda. Y cuando lee en inglés hasta el loro es incapaz de traducir sus versos.

Quisiera ser un río para subir los bordes de las precipitaciones, y en momentos de gloria, bajar hasta donde el calor huele a ceniza. Para ser, para estar, hay que bajar. Hay que estar en lo hondo. Escarbar una tierra húmeda o seca, y escuchar a los pájaros en los días de marzo.

Creo que en Zaragoza no tendré tiempo ni para saludar a los amigos. Buscaré los matices en el viaje. Antes queda Moguer. Platero mirará con los ojos de hierro. Escucharán sus orejas los versos de Mafalda por Kensington Park. Volveré a la azotea donde escribes poemas, o mejor se imaginan. No es invierno.

He descuidado el acto y un pájaro se ha marchado. El sapo estaba escondido en las tablas que Abel se ha llevado a su casa. De un salto impresionante, como esos poetas mediocres, ha desaparecido. Llamo a Jamie y pido cena para dos en Fifteen. Almorzaré en Orrery, donde el frío contamina las verduras y los postres. Una vez un taxista se peleó conmigo. Le dije al 55 de Marylebone High Street, pero olvidé el High. La bronca fue menuda. Dejé diez libras de propina.

Mafalda y Betty Boop comenzaron en Orrery. Debo pasear por Londres. Snoopy requiere esa indeterminación que secuestran tus ojos. ¿Dónde está la princesa? Por favor, ¿alguien ha visto a una princesa? Jorge ríe. Abel sigue en la piscina. Valverde escribe con sentido.

Solicito una carta en inglés, tengo al loro en el hombro y él traduce. Esto de la poesía me acojona. Dicen que la cocina aragonesa tiene arte, en Moguer sus pasteles y el vino de naranja. Escribir poesía es una gran putada, lo repito hoy que no es junio.

domingo, 18 de septiembre de 2011

52 (Cincuenta y dos)



Soy un idiota. Tengo claro que a este lado de la vida no hay nada. Abel no sale de la piscina y su piel se está arrugando como la de una castaña. Cada vez que me adentro en el recinto riñe mis ediciones. Una tras otra. Siempre es lo mismo. Menos mal que le ha gustado el próximo libro de Laura Campmany, un poemario redondo. Los cuadros de colores dan la talla. Hay que evitar la disposición en escalera que parece ordinario.

La diferencia que existe entre el amigo y el enemigo se limita tan solo al término. Son todos iguales. Me gustaría escribirte una nota explicando todas estas cosas, pero soy incapaz. Con Abel en el agua y el cigarro en la mano, me resulta imposible dejar de ser un idiota.

El amor y el cariño mantienen sus configuraciones. Mientes. Siempre lo has hecho. Aquí ya no hay nada. Con esa carita de romper un plato vas a hacer que te odie. Me cantas lo que tiene querencia y toco la guitarra. La Custom está desafinada. Tendré que darle un baño de azúcar.

Tus primeras canciones en México resultaron preciosas. Lo apacible es refrescante como el whisky en la escalera de la piscina. Es tarde. Debes marcharte. Ya está bien de reproches. Te hablo de la sorpresa de Marta y dices bien, nada más que bien.

El firmamento es un destello inmenso que se abre a los ojos, como los cuadros de colores. Quieres saberlo todo y nada es permanente. Ana ha escrito, al igual que Pablo, o Javier. Ya han respondido varios, hasta José Luis. El proyecto es un hecho, y solo caben quince, más o menos.

En tu boca encuentro esa foto de Manu en La Caleta sentado sobre la barca del Club Caleta. ¡Qué maravilla! Eran otros tiempos, más poéticos y menos sentimentales. De cuna y sepultura, como en las grandes series. Y por encima de todos los deseos está tu boca. Tu sentido del acto. Incandescente es el amor al enemigo. Siempre al amigo.

Dice dios que me olvide. Bajo el árbol de casa no calla su boca. ¿Injusticias? Las mínimas. Vamos para Moguer, para Zaragoza, Tomares y Madrid. Estos próximos meses serán movidos en auténtico desconcierto.

Antes de ti, Lucifer, yo no era nada. Un ángel negro repartiendo flores a los necios. Pero recuerda, no se le ha pegado nada a nadie.

sábado, 17 de septiembre de 2011

51 (Cincuenta y uno)



Nadie puede ocultar sus acciones. Nada puede esconderse si está hecho. No se da cuenta a nadie, debes luchar contigo. Si llamas a la puerta siempre abro, a no ser que puedas atravesarla con tu sola mirada.

Hay días que me sorprendo. Ando sentado con un libro, conversando con Barrie o con Meredith, o matando hormigas, y de pronto tu sombra resplandece en el cuarto. Como una aparición. Nunca supe realmente que los ángeles negros pasaran por delante con su olor singular. Canela y jazmín.

Amanece. Las cortinas arrestan la luz de la mañana. A pesar del reflejo no consigo ver nada. Extiendo la mano para tocar un poco a Satanás pero no puedo. La justicia del tacto es la mentira. Inténtalo. Acaricia tu espacio, entre el aire y el engreimiento dejarás para otros las virtudes.

Limito un azul eléctrico y una carta a poetas, siempre prefiero a Dante. Se han abierto las puertas, el corazón no necesita de costumbres, requiere acciones. Creía que aquello que no se podía ver no era creíble, y resultó una excusa, no dar la cara a nadie. ¿Para qué necesito el afecto si mis inclinaciones me nutren? La vida es un engaño, una botella medio llena y sin precinto.

Amanece de nuevo. Hoy sale el sol dos veces. En esta ocasión los muertos han partido de la cocina. Se dirigen al porche. Dejan un rastro de flores a su paso, son flores pequeñitas, de colores. Tomo algunas pero no huelen. Nada es lo que aparenta.

Debo pedir a mi madre el bolso rojo de las fotos. Tiene gran cantidad de ellas. Casi son infinitas. El viento golpea mi rostro cuando corro. Respiro. Buscar, seleccionar y observar. Es la lectura. Cuando los niños mueren todas las cajas blancas ocultan sus acciones. Me rebelo con Beatriz. Contra ella. Sin ella. La Portinari nunca dejó de ser una mujer cortés.

Hay un verso de Pablo que se clava en el vientre. Arde. Es pronto para llamarle. A veces, cuando leo algo que estremece llamo, reclamo, solicito. Doy las gracias por ello, y en su defecto, abrazo al primer ángel negro que pase por mi cuarto.

Si llamas a la puerta siempre abro. Debo hacerlo. ¿Lo entiendes? Odio la vida y todas sus costumbres. Acciones de mentira y despilfarro que secuestran los matices. Beatriz no se aparta de mi cuerpo. Este ángel me atraviesa, con la sola mirada.

viernes, 16 de septiembre de 2011

50 (Cincuenta)



El frío no llega y los animales están llenos de vida. Hace falta agua. La dosis de emoción permanece. Es la naturaleza. La humedad de querer tomarlo todo y acabar con una naranja entre las manos. Si volviera a existir sería más grande, tanto que al intentar recoger lo que queda de ti haría las paces.

Hablamos de poetas. De Manuel Alcántara, de Julio Mariscal. Me sorprende que no digas nada de Novalis, de Pound, de Eliot. Los nombres nuevos para hacer experimentos, los clásicos con cuadros, siempre con cuadros. Y cuadros de colores.

Miraba a tu mujer. Es la edad. Los años no perdonan en mi cuerpo. No dispongo de fotos de Loreto, ni de Sonia. Hay mujeres que no se acaban nunca. Hay episodios que parecen matices.

Un matiz es la esencia de lo que se conoce. Aprendemos tan poco que los matices pasan de largo por mi casa. Hoy han pasado tres.

Pude atrapar a uno pero me miraba con tanto desconsuelo que le dejé marchar. Pretendía ir al cine. Si aparece algún día la figura de Ana por la puerta de casa, prometo despertarme, beber una gran copa y volar por los aires.

Meredith, Melville, Lewis o Barrie. Son mis amigos. La luz de la mesilla refleja un resplandor en vuestras frentes. Todas están brillantes. He encendido una vela. Es naranja y huele a rosas. Mientras se consume el hielo tomo el libro de JRJ de 1917. Se hicieron quinientos ejemplares y todos están firmados por él. Pasta dura, con tela.

¡No dejes ese libro encima de la mesa! Junto a Salinas queda mal, es ordinario. Guarda en la caja marrón a Cernuda. No se deja querer.

He cenado tan mal que tengo frío. Ahora me sobra el agua. Si fuera capaz de hacer lo que has ordenado tendría algo de emoción. Es la ley del respeto.

Nunca todas las cajas resultaron marrones. También hay cajas blancas, y suelen ser más duras.

jueves, 15 de septiembre de 2011

49 (Cuarenta y nueve)



He dejado un cubo vacío en el porche. Por la ley de la conformidad debe llenarse. Cada uno de los animales que me acompañan tiene que aportar un poco. Ha pasado el lagarto y ha dejado un verso. El sapo de un salto ha tirado dos bellotas. Los seres han formado una cola inmensa. Están muy ordenados.

Ha llamado un editor para preguntarme si la revista literaria que mencionaba ayer era “Mercurio”. Decía que a él le había pasado lo mismo con esa publicación. Da igual que sea Mercurio, o Venus, o Júpiter. Todas son iguales. Quien presume de calidad y de premios al fomento de la lectura, acabará guardando turno junto a los animales. Es la ley de la concordia.

Las hormigas son curiosas. Van robando los restos a los que están al lado. Ellas llegan sin nada y se marchan con todo. Me recuerdan a alguien.

Me han regalado una edición francesa de Mardi, de Melville. Creo que es el reflejo de la grandeza literaria de Herman. Es un libro filosófico de ficción, pero contiene la profundidad y la exquisitez del ser humano. Es un libro de la existencia.

Mientras leo Mardi, recuerdo otras de sus obras poco conocidas en España: Typee u Omoo. Comienzo de la transformación y madurez desde el inicio.

El rabilargo más comilón se ha colocado al final de la fila. Espera que alguien venga para no ser el último. Cuando ha pasado un rato y han llegado más seres, se ha creado un hueco. Es un espacio grande. No quieren estar cerca del rabilargo desordenado. Es la ley de la abertura.

Debo poner más cubos. Se llenan, se completan. Las palabras se escapan por los bordes. Los escritos de ayer ya son antiguos. Lo nuevo es lo que aún no se ha creado. Es la ley del olvido.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Presentación en Moguer (Huelva)




48 (Cuarenta y ocho)



Decía hoy el comercial de una revista literaria que para que los libros salgan reseñados se deben pagar como publicidad. Y la calidad literaria de las obras que aparecen en la publicación suelen ser pésimas, como viene siendo habitual en nuestros suplementos y revistas.

Hay personas que realizan el fiel reflejo de sí mismos en sus escritos, en sus manifestaciones. Los ponen en boca de otros para permanecer ocultos. No se atreven a dar la cara. Hay firmas que algunos consideran importantes y declaran su opinión en tres párrafos elogiosos y sin sentido.

No hay mejor reseña que la que hacen los pájaros. Describen muy fielmente todos los contenidos. Ser amigo de alguien a ellos ya les sobra, porque vuelan y suben por encima del alma.

Un pájaro te dice si la obra no es buena, recomienda lecturas, canta encima del árbol. Un pájaro es capaz de decir la verdad, aunque la verdad duela.

Un rabilargo tímido, el que salta en la tarde por encima del tronco, ha recitado un poema. Las hormigas esperan que vocalice bien, que pronuncie de memoria los versos del discurso. Hay poemas que no se acaban nunca. Dice hoy don Nicanor que un grupo de personas, que no son intelectuales, forman una tertulia. Se limitan a engendrarse unos a otros. A valorar lo efímero, lo necio, sus vergüenzas.

¿Pero no cree usted que si van a sabiendas pueden conseguir todo? Y don Nicanor, que tiene un rostro terco como la voz de un burro, responde: “La nada, conseguirán la nada”.

Y yo que pensaba que una tertulia de intelectuales salvaría a este mundo y resulta que ellos maltratarán la vida, el verso, la palabra. “¿Los has visto de rodillas, escarbando la tierra?” –prosigue. Realmente no, la última vez que fui estaban en la mesa diciendo vanidades.

Pide por esa boca que se harán realidad tus deseos. Como en un cuadro de Gauguin, “Mata Mua”, pero eres el perro.

El comercial responde a mi correo. Dice que hará reseñas sin pagar nada a cambio. Miseria. Vanidad. Todo es estorbo. ¿Hago algo? Leo, escucho y hablo con mis amigos, agradezco –muy gentilmente- las opiniones vertidas. No quiero nada más. Mientras existan los libros para poder leer, todo lo demás sobra.

No quiero saber nada de vos, pues tu palabra es falsa. Si sigue el pájaro en el césped, nunca tendré bastante. Dos años antes hubiera aprendido la verdad de una conexión certera. Y no proseguiría con la conformidad, el juicio de estos hechos pasados que se hacen presentes.

No creo nada de nadie. Todo lo falso es cualidad, a pesar de estar bien escrito. La nada no se define, contamina. No soy quien para corregir, ni para reprender. Quédate con lo dicho. Las palabras de ayer son miseria en tus labios. Nadie se salva nunca. No habrá paz para los malvados.

martes, 13 de septiembre de 2011

Toni Montesinos: "La ciudad gris"

Sergio Fernández Salvador: "Quietud"

Javier Pérez Walias: "Arrojar piedras"

INKLINGS de Siltolá

Presentaciones en la Isla de Siltolá

Tomás Rodríguez Reyes

José María Jurado

47 (Cuarenta y siete)



Si paseas por el césped las tardes de septiembre descubres a tu paso montoncitos de tierra. Son pequeñas elevaciones en torno a las hojas verdes. Una tierra suave, precisa, necesaria. Observas con paciencia y en ese material hay hormigas muy rápidas que vienen y se marchan. En el jardín, las hormigas construyen su casa antes que llueva.

Busco el insecticida para acabar con ellas. Y nunca lo consigo. Se marchan de esa tierra y aparecen en otra. Esta tarde, de rabia, he escarbado la tierra. Quería adentrarme dentro, ahondar, remover, descubrir. En el centro de la tierra se hallarán los matices.

Estas listas hormigas se han llevado lo bueno. El agua enfanga todo y flotan los desvíos. No persigo a ninguna. Pretender, conseguir, perseguir, es lo mismo. La poesía y las hormigas trabajan a destajo, pero nunca le alcances. Eso es imposible. Limítate a escarbar, ahondar, descubrir. Sonríe con el hallazgo, pero no te lo creas. Ya no hay recompensas por buscar los caminos.

Prefiero a los pájaros, son seres solitarios. Las mariposas vuelan por encima de todo. Una noche, mientras dormía, apareció Sonia con sus gafas de magia. Perdió a su padre muy joven, nunca supo quién era. Llevaba una vida sobria, y a veces disfrutaba.

Hace ya muchos años recibí una carta. En remite había una leyenda dulce: “¡Hola! La luna te está esperando a la vuelta de la esquina”. Cuando leí el escrito que había dentro del sobre, soporté estoicamente todas las ilusiones. Respondí con mensajes a través de segundos. El segundo, si es cierto, vale más que el primero.

No he vuelto a ver a Sonia. No sé nada de ella. Quería estudiar Derecho. Era una chica joven, pequeña y elegante. Sus gafas reflejaban el rostro de quien mira. Una tarde en su cuarto me contó sus historias. Estábamos a veinte kilómetros de mi casa. Volví andando. Llegué tarde. Hacía frío. Recordaba las palabras, su rostro, su sonrisa. Nunca fui capaz de escribir un poema a Sonia. Como una hormiga intentaba escarbar pero nada salía.

En un cuadro de Neville aparece una imagen que trae a la memoria la figura de Sonia. Se refleja en un espejo con marco verde. Le digo buenos días y buenas noches. La apariencia responde con un guiño los días que hace frío.

Cuando veo a una hormiga que está dentro de casa, tomo el cuaderno negro, el de las tapas duras, e intento que el verso ahonde en mi propio reflejo. El cuadro de Neville es un paisaje.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Lord Byron

Javier Salvago

Francisco Bejarano

46 (Cuarenta y seis)



Cuando el corazón nos rinde pleitesía me debes regalar tu estrella. No me conformo con menos. Cansado de recoger las bellotas que han comenzado a caer de las encinas, respiro. Esta noche he escuchado los golpes sobre el porche y la casa. Mientras cae una bellota se descubre el secreto, o pides un deseo. Su bajada es muy rápida. Rueda a continuación hasta encontrar el hueco, la salvación. Si la bellota es buena retumba en su bajada, pero acaba vacante, quieta, simple.

Estar en todas partes y no aparecer en ningún sitio. Suele ocurrir cuando el corazón nos rinde en avenencia. Y a quién importará la vida de los necios. Las cartas en la mesa siempre son un recurso, un bien que nos persigue.

Esta mañana me perseguían las bellotas. Con un libro de Barrie recorría el porche, el jardín, el sobrio aparcamiento en superficie con un suelo gris. Mientras hablaba Barrie esquivaba los frutos de la encina.

Si leo dejo las cartas encima de la mesa. No respondo a correos, no atiendo las llamadas, no saludo a visitas. Leo. Leer es un adorno de pasamanería, la materia común, el origen de todo. Vino un lagarto a verme y lo dejé plantado. Estaba con Barrie. Ayudaba a James a recortarse un poco su bigote.

Nadie aspira a tener carrera literaria, ni a hablar con los lagartos. Yo aspiro a leer por muchos años. Necesito leer. Lo que yo quiera.

Las discusiones que mantengo con Hardy nunca llevan al sometimiento. Thomas me recuerda mucho a Abel. Pound vio la luz en la poesía de Hardy pero yo no la he encontrado todavía. Descubro novelas, dramas, oscuridad.

Le he dicho a Thomas Hardy si desea que le ayude a recortarse un poco su bigote. Barrie quedó muy bien. He descuidado el paso y han caído dos bellotas. Nunca debes apartarte del camino. La línea recta no es la solución en la poesía. La dirección debes tenerla clara y buscar el hueco, el intervalo que existe entre el comienzo de un verso y sus matices. Esa abertura está trazada en curvas. Vas dejando a los lados los desvíos.

Se han dicho tantas cosas en los últimos días que soy incapaz de escribir un verso, una simple palabra. Cuando oigo hablar de Parra, de Rosales o de JRJ se me pone la piel como al lagarto, con escamas o láminas. No debo escuchar, debo leer. ¿Minoría o mayoría? Existencia, todo es existencia. La experiencia no existe.

No logro convencerte para que me regales tu estrella. Te he leído pasajes junto al árbol de dios y has preferido darte un baño en la piscina. Con tu cuerpo celeste me has levantado el ánimo. La intención de alentar lo que no se consigue.

domingo, 11 de septiembre de 2011

45 (Cuarenta y cinco)



Entre la minoría y la mayoría siempre me quedo con lo tercero. Es lo que tiene la poesía. La minoría suele ser escasa. No dispones de tiempo para facilitar los matices entre tus seguidores. A la mayoría nunca, ¡hay tantos incultos! Los ignorantes deben salir de la vida de uno.

En los últimos días he comprobado que aquello que escribí por predisposición acaba siendo cierto. Por ejemplo, que los cartoneros, cangrejos, pistoleros y otros seres efímeros son eso, pasajeros. Su duración persiste lo que dura el gusto.

Dice un conocido que la verdad se asemeja a la ciencia. Si pudiera tocar la ciencia viviría sin respiro. Pero resulta que tus iniciales siguen dejando señas de identidad. Hieres. Dueles. Y sigo siendo idiota. A este lado de la vida no hay nada.

Un pájaro muy grande me ha traído un mapa con un tesoro muy pequeño. Guardo silencio. Doy de beber al pájaro y miro los verdes de la tierra. No hay dos verdes iguales. ¿Has mirado dos hojas de un mismo árbol? Fíjate. El verde es diferente. Incluso allí.

Un saxo dice que debo adentrarme, más despacio. Que no puede seguirme. El ritmo que estimulo a mi bajo va muy deprisa. Como el vuelo de la paloma. Un pájaro vulgar se ha metido en el porche. Ha subido al pretil, encima de la puerta. He tomado una escalera para ver qué buscaba. No había nada.

No puedo pensar ahora. Leo aquello de la minoría y la mayoría y recuerdo la azotea. Aquel lugar perdido en el centro de Moguer. Fue una noche estrellada. Dos poetas me acompañaban. Juan y Diego miraban la luna sin matices. Yo expulsaba los desvíos. Tardé tanto en descubrir que la noche lloraba que di patadas a las imágenes de José Antonio mientras iba a mi cuarto.

Después Diego llamó a la puerta. Nunca abrí. El miedo se nubló con esa ciencia que persiste y busco. El mismo pánico que produce hablar de la boda. Ayer, sin ir más lejos, para explicar un poema mencioné la ceremonia de 1967. La tía Juana vestía de negro. Un moño canoso de horquillas y el olor a hierba luisa artificial. Juana pretendía algo. Cuando la vi en el autobús –ya estaba muerta- y pude hablar con ella, pregunté por la boda como algo de paso. Ella dijo que amar, como estipendio, debe escribirse así, con hache intercalada.

Tal vez por eso recuerdo el rostro de la niña. Una rubia de tres años cargada de muñecas. Una niña feliz que tenía miedo. Yo andaba con pavor. Vestido de sapo, el balón bajo el brazo, miraba a todas partes como el lagarto encima del pilón.

Me casé con tres años. En una ceremonia. El amor nunca dura si juegas a las cartas.

sábado, 10 de septiembre de 2011

44 (Cuarenta y cuatro)



Hay un hombre que se asoma con miedo a la ventana. Debo saber quién es. Tiene un rostro que recuerda a las sombras. No descubro su imagen. Desde este lado los árboles son proyecciones, oscuridad, apariciones vagas.

Salgo pero no hay nadie. Entro y vuelve el espectro. La distancia que existe entre la puerta y el sofá es similar al tiempo de la suerte.

Tengo un libro de Mauricio entre las manos. La existencia me absorbe. Nadie quiere la muerte pero ya estamos muertos. Hemos nacido así, un espectáculo habita entre nosotros.

Dice don Nicanor que debo cerrar los ojos, respirar y sentarme en el centro del bosque. TRR ha pronunciado algo semejante. Si cierro los ojos seré incapaz de leer un poema. De memoria me salen muchos versos pero puedo cruzarlos todos, y no tendrán sentido.

Hoy vivo con Rosales, almuerzo con Claudio y en la noche me espera Colinas. Si pudiera ver el rostro de ese hombre ya no tendría dudas. Pero la duda existe, es una suspensión. Sin duda no existiría el desconcierto, tampoco la verdad.

La mano de Galdós está muy mal pintada. Con trazos maleados. Incluso bajo el cuadro hay una forma de ver donde no existe el óleo. Ese hueco es el afecto, la pasión de la imagen.

Ese hombre ha golpeado el cristal en tres ocasiones. He tapado los oídos. No puedo ver su rostro. Suelto el libro de Mauricio en la mesa y vuelvo a recorrer la distancia de la vida. Pero no hay unidad. Es un alma sin cuerpo que desea decir algo.

Quiero la claridad, la tranquilidad, respirar sin conducta, ser complaciente. Necesito vivir y ese hombre no me deja.

viernes, 9 de septiembre de 2011

En la Casa de las Monjas a las 22’30 horas hay un concierto de Jazz





A finales de los años ochenta y principios de los noventa, Ramón Espejo y Pérez de la Concha era el presidente del Ateneo de Sevilla. Me encomendó una actividad atractiva, la creación de un aula de Poesía por la que debían pasar poetas de diversa procedencia. Sevilla estuvo muy bien representada, al igual que otras provincias. La generosidad de los vates resultó digna de elogio.

Y esto viene al caso porque en alguna lectura nos encontrábamos el poeta en cuestión, Pepe Cala y un servidor. Escuchar los versos en una cercanía tan inmensa provocaba o dolor de cabeza o placer. Aún conservo las invitaciones –ya arrugadas- de esas tardes.

Espartinas es un bello pueblo del Aljarafe. La Casa de las Monjas es una antigua hacienda (explotaciones agrícolas típicas del Aljarafe sevillano que se dedicaban, entre otras actividades, al cultivo del olivo y a la elaboración del aceite).

La Casa de las Monjas es la antigua Hacienda de San Rafael. Presenta un esquema simple: un solo patio alrededor del cual se organizan todas las dependencias, presididas por el patio de señorío. La fisonomía actual de la hacienda responde a diversas ampliaciones. Tuvo dos plantas, por lo que se alzaba entre el resto de casas del municipio.

Las primeras noticias que se poseen de esta hacienda pertenecen al Catastro del Marqués de la Ensenada de 1752. Un gran listado estadístico de posesiones realizado por mandato del propio Marqués de la Ensenada, ministro del rey Fernando VI. En este catastro queda recogido que doña María González de la Torre instauró una capellanía en el desaparecido Convento de San Agustín de Sevilla, en la que figuraba como bien principal una parte de la actual hacienda.

En el siglo XIX, la Hacienda de San Rafael sería conocida como Hacienda de Peralta y como El Alambique. Ya mediado el siglo XX, doña Teresa de Zafra y Peralta donó toda la finca al Convento de Religiosas Franciscanas del Tránsito y Asunción de Ntra. Sra., también conocido como Religiosas del Convento del Pozo Santo. En la hacienda instalaron su sede y una casa de recogida de ancianas a cambio de que cuidaran de Mª Concepción Domínguez, única hija de doña Teresa de Zafra y Peralta.

Recientemente este edificio, conocido popularmente como Casa de las Monjas, ha sido adquirido por el Excmo. Ayuntamiento de Espartinas. En la actualidad es el mayor centro cívico y cultural de la localidad. Y albergará el futuro Archivo Municipal.

Hoy viernes, 9 de septiembre, a las 21 horas, en la Casa de las Monjas Rocío Fernández Berrocal (un auténtico lujo) presentará Una aproximación al desconcierto. Los pocos o muchos asistentes podrán disfrutar a continuación de un concierto de Jazz magnífico.

He llamado a Pepe Cala pero no responde. Habrá ido a la presentación del libro de Javier Salvago en la Biblioteca Pública de Sevilla.

Tengo que decirle a Rocío que prometo no dañar sus oídos en el caso o supuesto de encontrarnos con ausencia de público. Pero la poesía tiene de estas cosas. Espero que el concierto de jazz atraiga a mucho joven, ese que ni lee ni comprende lo poco que lee. Y se encuentre de pronto con alguien que dice que amar se escribe con hache intercalada y esas cosas.

Hoy es un día muy especial. Residí varios años en Espartinas, en la Alquería de Almanzor, un lugar bellísimo repleto de olivos centenarios. Muchos poemas de Una aproximación al desconcierto se escribieron en Espartinas. Y mañana tendré la ocasión de leerlos sin alergia a la flor del olivo y las gramíneas.

Agradezco a José María Jurado su comentario AQUÍ. Y a Elías Moro AQUÍ.

Las invitaciones AQUÍ.

Gracias a todos y espero veros por Espartinas esta noche. Me han dicho que hay un concierto de jazz magnífico a las 22’30 horas.

jueves, 8 de septiembre de 2011

43 (Cuarenta y tres)



¿Nunca has tenido conciencia de tus actos? Cierra los ojos. ¿Eres? ¿Realmente? Nuestros nombres llevan impronta. No es lo mismo llamarse Ana o Francisco. De cuna y sepultura, como diría Quevedo. El nombre que se otorga condiciona la vida. Y nuestra vida es una. Marcamos el camino por el nombre y, además, todos los Jesús tienen algo semejante, los Jorge también, y las Laura.

Piensa si conoces a un nombre, una persona, un ser. Tiene su palabra que le designa. Es él. Recuerda entonces a otras personas que se llaman igual, siempre verás la semejanza. No hay que ser actor, ni disfrazarse. Histriónico es aquel que representa, pero nunca será representado.

No es lo mismo tener habilidad que ser inteligente. Habilidad la tienen los niños con cinco años. La esencia se consigue mientras dura el camino. Y la fórmula mágica es tan larga como las sílabas que nos persiguen.

Tendremos que pensar que la rosa o la espina ya no huelen a cieno. Toda la vida es húmeda, como lo son los campos en la época más fría del año. Llueve. El calor y este agua fabrican el vapor de nuestros corazones. Una persona elige jornada o dirección, comportamientos. Es la estirpe, el linaje, el espacio que ocupamos mientras somos nosotros. Nuestro doble, presente, solo está si dormimos. Y el sueño nunca otorga, solo es un origen.

El acto y la conciencia. La actividad y la medida. La botella que miro encima de la mesa. Te has preocupado. Las personas que quieres deben estar presentes. Si una vez resucitan y esconden su cabeza, intentas descubrir lo que les pasa. Lo haces con amor, querer, queriendo, haciendo. Ni Barrie era capaz de asimilar sus actos. Le turbaron los árboles de Kensington.

¡Qué difícil es intentar describir la muerte de cuna y sepultura! Naces con un nombre y falleces así, con lo puesto. Como si de un ardor tratase nuestra lengua. Y más que anhelo, lo que deseo encontrar es ese yo que no vive conmigo.

Son unos ignorantes. Si no aspiras a leer (da igual que sea en Berlín o Leningrado) morirás con lo puesto. Eres el cebo de la pesca, la liebre para el galgo, un simple reclamo que persiste si quieres. Y no tienes conciencia de querer. No eres nadie amigo. Ni siquiera una sombra. Una humilde luz que sobrepasa el vaso de la vela. Tu reflejo me cansa. Y lo hace muchísimo.

Dicen que han encontrado un cadáver en Londres. Es un hombre. Unos cuarenta y tantos, alto, castaño. Usaba gafas de colores y quería. Por encima del nombre aceptaba, pero no era un supuesto. Cadáveres y rosas sin alardes. La desesperación. ¿Has tenido conciencia de tus actos?

miércoles, 7 de septiembre de 2011

42 (Cuarenta y dos)



Todos los seres humanos tenemos un doble. En algunos momentos puede ser más de uno, pero para ello se requiere que duermas, que descanses profundamente. Las personas no somos únicas, nuestro físico es tan débil y limitado que aparece en otras partes del planeta.

Nuestro ser no tiene concepto de tiempo ni de espacio. Estamos en el pasado al igual que retomamos el futuro. El presente es el espacio más deficiente, con menos fuerza o resistencia.

Nunca logré hablar con el otro yo que no vive conmigo, pero sí pude verlo. Y siempre en pasado. En un cuadro de Velázquez, en una foto de México o en una lectura de poemas de Claudio.

A vosotros sí os he visto en varias ocasiones. Incluso he tenido la oportunidad de hablar, pero siempre con seres que habían fallecido. Es el confuso laberinto de la ignorancia, la limitación, renunciar voluntariamente a los hechos y principios de la vida, forzar nuestros derechos.

Un ser es un fantasma, un ángel que repasa toda la geografía. La sombra de este cuerpo que nos está llevando de un lugar hacia otro. Es como la poesía, la verdadera imagen de quien aún no ha muerto.

A Javier le ha gustado la crítica que sobre John Steinbeck ha hecho el otro Javier. Y es que Steinbeck era cursi, le faltaba ese punto de admiración al género que tenía Melville, Meredith o Barrie.

Y entre los dos nombres no hay más de un solo cuerpo. La extensión de Javier, su sacrificio. Existe un mecanismo, origen de la pluralidad y el cosmos, que nos hace creativos. Y ese acto es la esencia, la única verdad. Existe alguien como tú en otra parte del mundo. Que tiene tus lunares, tu físico, tu sombra. Pero es distinta condición, juicio paralelo de la conformidad, la cualidad de ser veraz y a la vez tan contrario.

Nadie dice que vuelvas si has llegado a nosotros. No se escuchan sus voces mientras lloras de rabia. Y es que todo es mentira. Vivir es la falsedad más grande de la justificación. ¿Existimos nosotros? ¿Hemos sido nosotros? ¿Nos queremos nosotros?

Nuestra vida es tan falsa como lo es nuestro cuerpo. No existimos nunca, no somos nadie. Apenas una sombra rodea el cuerpo de este hombre insensato que recuperó la virtud en una ocasión. Y ese día estaba enfermo. Esta vida no existe. Es solo un espejismo. Nada es para siempre o mejor, nada importa la nada. Todo es una gran farsa.

Una abeja asesina ha rozado mi cuerpo. Ha vuelto en esta tarde. Lleva el veneno dentro. Una mezcla de rabia, de cicuta y de azufre. Si la abeja pervive sobre la flor, magnífico. Si es suntuoso el arte, todos seremos Javier. Y criticaremos a Steinbeck. Todos tenemos doble aunque algunos no existen.

martes, 6 de septiembre de 2011

"Una aproximación al desconcierto" se presenta el viernes 9 de septiembre en Espartinas (Sevilla)






41 (Cuarenta y uno)



Hay un pájaro blanco que se para en la fuente. El pájaro huele a azufre. Moja su pico en el agua y revuelve los recuerdos de su pasado incierto. Permanece un buen rato. Mira todas las partes, juzga todos los lados, a pesar de ser pájaro tiene miedo.

Un día, me escondía, observé sus caricias mutuas. Le sobraba una pluma, una gran pluma blanca. Un gato se acerca con sigilo. El pájaro lo mira. El gato agacha su cabeza y se marcha.

Quiero hablar con el pájaro. Lo veo turbio, de lenguaje aparente, con vértigo. Tomo un poco de pan y se lo acerco. El pájaro me mira azaroso. Acepta el alimento pero no lo consume. Lo guarda entre sus alas para traficar con licitud.

Levanto las manos al aire y doy vueltas frente al ave. ¡Qué sagaz! ¡Cuánta belleza! El pájaro me mira.

He encendido diez velas junto a la fuente. Una ranita verde da saltos. Al darse cuenta que un pájaro la observa se esconde tras unos troncos secos.

El pájaro lo mira todo, todo lo ve. Su ausencia es mi confusión, mi propio desconcierto. Inmóvil y frágil permanece erguido en el banco de piedra.

Su olor y su color hacen de él una extrañeza. Sus pequeños ojos no paran de moverse en todas direcciones.

Hoy don Nicanor ha cumplido 97 años. Le hablo del pájaro, del azufre, de la fuente. Se queda con el gato. Está feliz, grande, inmenso. No le sobra ninguna pluma. Nada es blanco.

Leer a don Nicanor hoy y escuchar su voz es como dejar o regalar un libro. Los amigos que leen gratis, dejarán de ser mis amigos.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Novedades de la Isla de Siltolá

40 (Cuarenta)



He acabado el inventario y la lista negra. He dejado los folios sobre la mesa del comedor. Hay dos cosas que odio de los poetas. La primera es el silencio y la segunda las últimas mujeres que comparten su vida. El silencio dice mucho de las personas que envejecen prematuramente. Si mandas algo, que te indican, silencio (es que no gusta). Agradecería mucho que dijeras, sin más, que no ha conseguido enarbolar el ego propio de tus matices, y por tanto no he alcanzado llegar a ese límite infinito que solo tú pones. No pasa nada. Hay confianza. Si guardo silencio a partir de ahora, ya sabrán el motivo.

Hay poetas que han cosechado varias medallas matrimoniales, y todos (bueno, casi todos, lo digo por B.) acaban con la mujer imperfecta, con el bicho de ahora para acabar mañana. Tengo una anécdota buenísima que me ocurrió ayer. Un poeta famoso y su nueva mujer. No digo más. No escribo. En la próxima lectura prometo contar el episodio (las palabras, como el humo, se marchan con el aire). Nada de escritos, en palabras o en versos.

Unos aseguran leer mucho y otros nada. Voy a morir sin poder leer todos los libros que tengo que leer. Y he dicho tengo (escucha Satanás). Leer, siempre leer. Si un día dejara de escribir no pasaría nada, pero dejar de leer provocaría una angustia que me convertiría en rana.

Por la cocina ha entrado esa rana en casa. Estaba en un sillón del porche, escondida. Ha visto que limpiaba, fumigaba de arañas los descansos, y ha saltado a la cocina. Se escondió bajo el mueble azul verdoso. Un armatoste grande y hermético (como la poesía de otro que no digo).

Me agaché para ver sus patitas y no las encontré. Era una rana verde. ¡Se habrá mimetizado! Como la palabra, la rana y la mujer llenan al hombre de humo, de fuego y de matices. ¿Lo has olvidado? La vida crece entre tus silencios.

Ayer recibí una llamada de un poeta de la editorial. Hablamos de este, de ese y de aquel, de ellos y de aquellos. De muchos. Unos que no leen, ¡qué pena!, y otros que son los genios de todas las ranas del mundo (digo rana como podría haber dicho mujeres que acaban con poetas). Falsos, calabacines, rabilargos, lluvia. ¡Incultos! Por encima de todo no se puede dejar de leer, estarías muerto.

Y comenté a mi amigo que ese señor (es un no poeta), ya está muerto. Falleció hace mucho tiempo. ¿No habéis visto su esquela? Estuve en el funeral y hasta en el tanatorio y en cuerpo de difunto era soberbio. ¡Ni muerto nos dejas en paz!

Yo quiero que me dejen en paz. Como la rana, me escondo bajo el mueble y cubro mis oídos con las manos. No quiero saber nada de vosotros. Con quien deseo hablar hablo. Y ya está, nada más. Pero ojo, silencio. Si guardo silencio a partir de ahora, ya sabrán el motivo.

domingo, 4 de septiembre de 2011

39 (Treinta y nueve)



Hoy ha vuelto la nube con forma de poema. Esta vez ha avisado. Dijo que no quería pasar sin que la viera. Ha dado varias vueltas por encima de casa y se paró en el huerto a descansar un poco. Fui con agua y sarmiento pero se había marchado. Esa nube me trae paz y consuelo. Es la nube del alma, la tierra en cielo mismo, pureza sin enojo.

¿Quién presta algún servicio a un soñador muy alto? ¿Qué concepto hace falta para mirar la nube y alabar el granizo? Cuando la tierra seca está dura, la sombra de los pasos es la falta de luz. Busco asilo en un color muy pardo que piso en los terrones, presumo sin noticias y nadie me visita. Solo la nube gris con forma de poema.

Este verso no es épico, contiene libertad, un poquito de muerte y mucho miedo. Ha dicho Satanás que esa nube es malvada y yo le recrimino. Esa nube es la vida aunque tenga flaquezas. El ángel atrevido, un ángel negro, defiende con sus manos la mentira, lo incierto.

Todas las turbaciones que provoca un diablo denotan impaciencia. ¡Qué astuto es Belcebú! Se acerca, engaña, te llena de desvíos y aleja lo advertido. Si el demonio supiera que el exceso es ingenio y lo travieso es hábil, dejaría de venir en las noches a verme. Alimenta las horas, aleja las pasiones, define los vicios, consigue que el afecto consolide el principio que da forma al principio.

Dice Barrie que una vez realizó una maldición sobre su persona. Y no consiguió que se llevase a cabo. Todo lo que se ha dicho sobre él es mentira. Cuando hablamos de noche él sonríe en el porche. Mira al oscuro cielo y no puede ver la nube, ni mis ojos, ni la vela que mueve su fuego a ritmo de aire de costado.

¿Alguien ha visto alguna vez una nube con forma de poema? Una nube bellísima. Aparece en la tarde. Lleva dos sombras siempre, una arriba y otra abajo. La de arriba es Barrie, la de abajo el demonio.

sábado, 3 de septiembre de 2011

38 (Treinta y ocho)



Para esperar que venga un diablo a escucharte o a recitarte versos a la luz de la luna, no hace falta leer ni a Dante ni a Leopardi, ni siquiera a Lewis. El demonio visita sin llamar a la puerta, aprovecha que abres para que el aire entre y su sombra se cuela por encima del mundo. Para esperar que venga Satanás a tu casa y redacte las cartas de los que son poetas, debes dejar encima de la mesa una copa de vino y un puñado de rancios alimentos de sobra.

Ayer estuve hablando con el poeta T.R.R. sobre esto y aquello. Lo hicimos en verso suelto y rima libre. Reímos, dijimos un par de improperios, pero siempre con la intención de mundanizar, como antiguo, la poesía. Estuvimos imaginando, aunque nunca lo dijéramos, la hechura de una isla y de un desierto. En ellos era posible tener la certeza, la preclara, transparente y silenciosa certeza de qué es la literatura. Lástima que, no siempre, lo imaginado pueda ser verbo, pero, en lo ausente, creo que nos dijimos muchas verdades que retumban aún en la bóveda de armonía.

Debo pedir disculpas por esa redacción ajena, pero es tan cierto todo lo que en ella se cuenta que hasta el propio Mauricio ha consentido en las afirmaciones.

Tengo a Belcebú frente a mis ojos. En las manos el poema de Snoopy. Le pido consejo para cuadrar los heptasílabos y lo arregla todo con la muerte. Por momentos, suelta una carcajada misteriosa. No tengo miedo. Satanás, como el mundo, llena al hombre de suerte. Los amigos de Satanás serán mis enemigos. Los matices que Lucifer nos vende se regalan en Cádiz, en la misma Avenida.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Álex Chico: "Dimensión de la frontera"

Víctor Jiménez: "Al pie de la letra"

37 (Treinta y siete)



Dice el corazón que todos los archivos están actualizados. Incluso aquel que un día preguntó si deseaba guardar la verdad. No recuerdo la respuesta. ¡Hace ya tanto tiempo!

No entiendo a los críticos literarios del bien y del mal. Hoy hablan de un poeta y desarrollan en su crítica unas benevolencias propias de los insensatos. Tomas el libro en cuestión entre las manos y no es que el poeta sea pésimo, es que el crítico ha perdido el rigor. Suele ocurrir a menudo. Los nombres más importantes de nuestra literatura, esos que se hacen llamar superiores, no tienen ni idea.

Han perdido su tiempo en las contemplaciones, en el amor propio y en la vanidad de los incultos. Leen a sus amigos, defienden lo que nunca ellos pudieron escribir y no justifican lo que de por sí es injustificable.

Argumentan sus críticas parafraseando hechos ajenos al contenido, anécdotas sin interés literario. Menos mal que todos nos conocemos. Gracias a la bondad, los que son están, y los que deben estar se representan.

Un amigo hace años me decía: “Líbrate de los idus de…”. Y claro que me preservaba, si todo lo que reseñaba no había por dónde cogerlo. Entre ellos han creado una sinergia, una virtud ajena a la eficacia. Sin su apoyo la capacidad para realizar el trabajo moriría como los campos de fuerza.

Tienen adeptos. Una corte de enanos, con cara de helenos, que cambian los estilos. Dominan las publicaciones, controlan los premios y hasta dan conferencias. Los críticos de hoy tienen cara de vela, de vela sin mecha. El vaho negro del hollín se queda prendido en sus rostros. Por eso si los saludas debes llevar unas toallitas higiénicas que limpien la no poesía.

No me gusta individualizar, prefiero cristalizar. Ahora la luz entra en la ventana tan limpia y tan pura. Dispara, anda despide el arrojo y la iniciativa. Y si crees que en un verso encuentras los hallazgos, te indico, un hallazgo nunca será un matiz, está repleto de desvíos. Porque un hallazgo hoy es la falsa pimienta.

jueves, 1 de septiembre de 2011

36 (Treinta y seis)



Bice tenía un rostro extraño, tremendamente inesperado. Habíamos quedado en el Café Tortoni, un lugar centenario repleto de arte, de bustos y relieves de Borges, de Storni o de Carlos Gardel. Estaba en el centro de la ciudad. Mientras Simón pedía algo para beber Bice fumaba. Agarraba el cigarrillo con los dedos y miraba al suelo. Observaba cada uno de sus movimientos. No decía nada. Quedé aturdido por su triste belleza.

Un secreto es una virtud que nos confina al cielo. Nunca nadie nos ama, todo siempre es mentira. Fumo para olvidar y escribo para mentir. El whisky sabía a rayos, era nuestra energía.

Beatriz deseaba verme. Hablar o debatir por un sufragio universal de la poesía. En el bolsillo del abrigo tenía las postales de Sara y de Dante. Mi comportamiento ha resultado exacto, correcto. Nunca he traicionado a nadie, siempre he defendido lo cierto, la verdad, la belleza. No involucres mi nombre en estos versos.

Me piden que revise los últimos poemas, el de Tintín, Mafalda, el del perro Snoopy. Faltan palabras en el diccionario para definir lo que siento por Bice. Simón está en lo suyo. Pido autorización para hacer unas fotos del establecimiento. Procuro que en todas aparezca Beatriz. Es el infierno. Dante me observa detrás de la ventana. Hace frío en la calle y calor en el local.

Dice Beatriz que mi deseo es cierto. Consulta mis locuras, mi confusión, se adentra en el laberinto para responder. Es hija de Celia. Mis versos viven la emergencia de su determinación.

Recibo una llamada. Es Jorge. Salgo a la avenida de Mayo. Fumo. Hablo con Jorge. Desde Murcia los astros se ven de otra manera. Llueve en media España, en la otra media hace calor.

Beatriz ha traicionado a Simón, y a Jorge. Ha perdido el sentido y se ha hecho humana. Apagó el cigarro en el suelo de madera y dio un sorbo al vaso que contenía cicuta. La mujer, como el aire, responde a los propósitos.

Argentina ha mentido. Buenos Aires pervive. Un español en Londres aparenta cordura. Quiero revelar las fotos y en todas aparece Beatriz. Toco su cuerpo en el papel brillante. Mi hotel no me conviene.

Dicen los emisarios que un poco de verdad condiciona una vida. En mi vida una virtud me enamora, me sigue. Barrie sonríe. Meredith llora. La vida en el Café Tortoni resultó diferente. Mi odio a la mujer se recompone.