miércoles, 10 de agosto de 2011

12 (Doce)



Aún faltan un par de días para que la luna esté llena. Su reflejo en el mar de Puerto Real es como una luz en las sombras de la noche. Amanece. Un frío encoge mi cuerpo y mis huesos. Cada día me sorprendo un poco más con JRJ. Hay similitudes en sus actuaciones que no logro olvidar. Ni siquiera alivian el dolor.

Un pájaro valiente ha saltado las piedras y se ha posado justo encima de la valla. No ha habido impedimento. La justicia social nos equipara en Londres a poetas delincuentes. Arde la vida, prende el dolor. Una vez, y durante el viaje larguísimo con un escritor de moda, unos guardias civiles nos pararon a la altura de Motril. La identificación se resumía a una tarjeta personal e intransferible. Mi acompañante indicaba que era poeta. Las fuerzas de seguridad nunca lo tomaron a bien y estuvimos retenidos tres horas junto al mar. No estaba llena la luna.

No consigo comprender a los falsos de espíritu. Si una persona es gilipollas, ladrón o aprendiz, ¿cómo se le puede llamar de otro modo? Estamos a bien con las disculpas y engañamos los actos. El pájaro sigue sobre el obstáculo. No ha dicho que es poeta, es pájaro, ave o ser de poco espíritu.

Leo a Pessoa. Terminé a Trapiello. Acudo a Dante. El orden de los números se impone, ahora sí hay concierto, buena disposición. El pájaro me mira. Doy palmadas al viento intentando que marche pero sigue observando. Sus ojos los refleja la luna al borde de las rocas.

Puedo estar convencido que ese pájaro es alguien. Diría que Juan Ramón. Tiene mirada triste, está engalanado y hasta lleva la jota. En el infierno he dejado de sudar, debo abrigarme más pues hace frío. Mis huesos debilitan los actos, los hechos, los pronombres. Ya solo queda Snoopy y serán tres poemas: Tintín, Mafalda y el blanco perro negro que entendía. Como lo hace este pájaro. Amanece. El pájaro sonríe.