sábado, 16 de julio de 2011

Setenta y cuatro



Perdónenme, no entiendo lo que ahora leéis. Tampoco comprendo vuestros hechos, actuaciones, formas de amar. Unos amigos me hablan de otro con tono de desconcierto. Dicen que su actitud ha cambiado en los últimos encuentros. ¿Y no será que él, verdadero poeta, se ha dado cuenta que la soledad es la esencia y la unión es la vergüenza? ¿No podrá ser que le aburren los encuentros de la sonrisa, ya que la gracia es miseria y la prepotencia es falsedad?

Que se queden tranquilos los mirlos. Una hembra muy gruesa se ha posado junto a mí. Me ha recordado a Caballero Bonald. Hay que dejar todo a un lado, pero al lado más escondido de todos los lados. Como los barcos en la orilla nadie deja nada claro. Morir al fin y al cabo es lo único cierto de nuestras vidas.

Tengo por compañero de casa a la nada. Apenas es de mi agrado la compañía. No puedo estar tranquilo. He caído al final de este túnel. Del desconcierto a la libre tormenta sin pasar por vosotros.

Ya no respondo a los correos absurdos. Aquellos que buscan el provecho de las insinuaciones. No puedo seguir si falta ese poco de ti que siempre viene conmigo. La nada es el respeto.

Busquemos otro mundo. Perdónenme, lo siento. La canción la he enviado por email.

¡Quién fuera hombre y a la vez miseria!