viernes, 29 de julio de 2011

7 (Siete)



Los poetas me dañan la cabeza. Mi araña es ya mi araña. Puede entenderme, me habla, y cuando le pregunto, responde. ¡Qué más puedo pedir! Una taza de café en el porche, y un silencio de sombras que apasionan.

Todos aquellos que han visto alguna vez el hambre y la miseria suelen tener educación. Los prepotentes no conocen la verdad. Puede decirse lo mismo de la poesía. Quienes se quedan en Gamoneda y Valente acabarán henchidos. Los que cambian a esos no sinceros por Rilke o por Novalis, verán la luz.

Me alegro mucho ser como soy y no ser JLGM o AT. También reconozco abiertamente que no me gusta la poesía de LGM, prefiero a Colinas. Es más poeta, más hombre, más verdad.

Cuando duermo desaparezco. Viajo por lugares donde anduvimos juntos y a veces, cuando quiero llorar, el silencio se convierte en agonía. El verso es la estancia. Esta vida que ocurre, me avergüenza. El mediodía a esta hora del año produce un calor insoportable, pero necesario.

En aquel camino había una mujer sonriendo. Era morena. Hoy se me ha acercado una chica de unos veinte años. Me ha dado un beso y me ha llamado Vicente. No era yo, pero estaba. La he mirado con rostro de pacifista. Me ha pedido mi teléfono y le he dado uno incierto.

Incierto, por no decir falso. La verdad siempre es una mentira tan grande como una araña. Tumbado en la hierba te miro. El reflejo del sol sobre tu rostro conjuga declinaciones en latín. No sé de dónde has salido y estás aquí conmigo como una corriente de mar sin olas.

Me alegro mucho de ser como soy. Sin ser aquel o este. Personas que no saben de la vida más que su pobre epitafio. Los días amanecen grises, grandes, imposibles.

Quiero querer a alguien que me quiera. Quiero hablar con la misma propiedad con la que hablan los árboles. Y bajito, en el idioma de las arañas.

Congratulations!