miércoles, 27 de julio de 2011

5 (Cinco)



La vida es más sencilla de lo que crees. Un sol que nos alumbra y alimenta, unas nubes que hablan, el agua que se escapa de las manos y una tierra marrón que siempre está húmeda. Dar vueltas al instante es complicarse. Nada es lo que parece. He dejado el fuego en el cielo, lo han cogido los ángeles. Tengo frío en el infierno, las rodillas molestan y llevo calcetines.

Cuando ha amanecido he tomado las fotos en el porche. Las mujeres que aparecen en ellas son Isabelita García Lorca y Zenobia. La figura masculina en Federico. Posábamos en el Generalife.

Queremos complicarnos, nacemos enredados, confundidos. La vida nos enseña que el paso debe darse despacio. Suai, que diría Luis Rosales. Si cierras los ojos y escuchas los ruidos no te asustas. Es la naturaleza. El castigo de ser por un momento eternos y quedarse dormidos.

Me siento a contemplar. Oigo mi corazón y sus latidos, unas ranas que cantan y el murmullo del viento azotando los brazos de las tristes palmeras. Ahora el verde es negro, oscuro. Imagino mi cielo sin ángeles. Isabelita, Zenobia, Federico, Juan Ramón. Olvidos de Granada. Este reloj inglés de la tienda del indio en Piccadilly Circus se ha parado. Funciona cuando quiere, el tiempo lo controla a su manera. Es la dificultad, el menosprecio.

No puedo estarme quieto. Aprendo de los libros y los hombres, de los poetas poco. Sus costumbres, los hábitos, son defectos de forma. Siempre esconden lo bueno, lo sabio, y debes encontrarlo. Encerrado en el bosque aparece la esencia.

Nunca fui de los primeros. Suspendí disciplina y urbanidad, dos conceptos pasados. Huyo de los no sinceros, de los no poetas y de las no personas. Los de siempre. Los que comen desvíos y los digieren en privado. Me gusta el verde, la luz, los ruidos del aire y el agua.

Este tiempo que corre no es el mío. Recomiendo mudanzas. El alma la embalan con cuidado, y sin afán de permanencia. La vida es el matiz, el desconcierto.