domingo, 19 de junio de 2011

Cuarenta y dos



Llevo varias semanas sin escribir un verso. No puedo. No hay fórmula mágica que mane en la palabra. Estoy triste.

En la felicidad revive el hombre. Un concepto de vida sin principios. Abandonas el todo, las esquinas, las manchas de la ropa, el instante preciso. Como el mar en la orilla salpicando. Pero las olas llegan a su término. La espuma blanca es una virtud equilibrada, y en el momento extraño, cuando consigues ser feliz para siempre, entonces mueres.

Existe una injusticia que llama por su nombre a los intrépidos. He cambiado mis gafas. Un color para cada día: azules, amarillas, rojas, verdes. No quiero entender nada.

La virtud de la arena es una fuente. Un pájaro muy grande me asusta con su vuelo. El color de este cielo me apasiona y el vuelo de los pájaros. Todo verde es distinto, no hay dos verdes iguales. El tono, la actitud y la distancia. Aquellos mandamientos de respeto al prójimo.

Un gorrión muy leve se ha acercado a la fuente. Se han cerrado ventanas. Te has marchado y te has ido. Todavía no has llegado. Palabra. ¿Dónde está la palabra?