lunes, 30 de mayo de 2011

Cuarenta



Entre Satanás y hablar de la poesía me quedo siempre con lo segundo. Confirmar que un buen poeta es capaz de escribir en su vida diez poemas buenos es una afirmación categórica. Que un poeta inmenso eleva esa cifra a veinte, no lo dudo. Y que un grande entre los grandes puede ampliarla aún más, es otra evidencia.

Pero ahora que leo a autores contemporáneos, y los releo, desmenuzo sus versos e intento llegar un paso más allá. El resultado es lamentable. Su horizonte es tan limitado como desolador. La mayoría ha tomado un modelo también contemporáneo y eso recorta su grandeza y la hace escasa, de corto entendimiento.

Me contaban el otro día que un poeta vulgar, muy vulgar pero conocido, decía que una poeta contemporánea era su figura sublime, la mejor de nuestros días. Mientras mi amigo pronunciaba las palabras tomé su último libro y acabé con las manos en la cabeza, por no decir con la cabeza entre las manos.

Los más avispados (no por ello mejores) han tomado a algún autor extranjero como molde y esencia, llámese Chesterton, Lewis o Tolkien. Y me pregunto, ¿dónde dejan a Dante, por ejemplo? ¿O a Rilke? ¿No es mejor y más sabio aspirar a la cultura aún sabiendo que en la vida no escribirás diez poemas buenos?

Me dirán subjetivo, pero estoy en el mundo, en el mundo externo. El de todos los días. Parece que se lee con dos ojos sin utilizar el propio entendimiento. Y en el fondo, usted, tiene razón. Todo es subjetivo. Justifíqueme sus diez poemas y mi reverencia se hará patente, mi asentimiento figurará como leyenda.

Satanás se ha fugado con una poeta de la Cosmopoética. ¡Menudos versos!