lunes, 14 de febrero de 2011

El beso en la cabeza



Lo único que recuerdo ahora de mi madre son las últimas visitas que realicé a su casa. Siempre estaba sentada en un sillón, encogida y con frío. Cada día que pasaba su rostro era más anciano, y sus manos se arrugaban. Solía darle un beso en la cabeza. Mi madre se fue un día, y el sillón quedó vacío.

Ahora estoy sentado en ese asiento. Tengo frío. No me atrevo a reclinar la espalda para evitar toser. Mi hijo dice que me ve cada día más anciano. Me acaban de dar un beso en la cabeza.