viernes, 26 de noviembre de 2010

The Face (setenta y siete) (Tercera Inclinación)



Diego ha envejecido mucho. Su rostro juvenil se ve atrapado en canas y desengaños. Le he dicho que hacía diez años desde la última vez que le vi, y me ha corregido. “¡Han sido veinte Javier, han sido veinte!”. Mantiene la misma postura interior y el mismo cuerpo de letra. Una carpeta blanca dibujaba la palabra “Juan Ramón Jiménez” con caligrafía específica. He respirado a Zenobia, su foto ya de enferma y Puerto Rico. Una agencia de viajes atraía las miradas con un burrito en la puerta. He contado los azulejos con el rostro del poeta y he perdido la cuenta.

Tengo problemas con la maldita luz y no saltan los térmicos. Me encanta el tinto de Mallorca, y reconozco, dulcemente, que a veces me quedo sin tabaco. Jorge me felicita, al igual que María. Y muchos emails. Idénticas llamadas. Más libros. Muchos más libros. Mi mesa está irreconocible. Debo vender algunos para comprar rubio. Marlboro corto. De estanco.

Un señor me ha saludado con eficacia. Y con vehemencia le he respondido. El libro de los niños sigue ilusionando, a pesar que cada día aparecen trabas y más trabas. Pero una traba es un acierto. Y lleva muchos implícitos. Te sigo descubriendo y aunque quieras permanecer como hasta ahora debes saber que es un grave error. El conformismo es el primer síntoma de la vulgaridad. ¡No te canses! Inténtalo, por favor. Sé que vales. Al menos, eso creo. Pero tus palabras absurdas ya me aburren. Te agotan. Reconócelo.

Está nevando en Londres y hace frío. Corro pero no entro en calor. ¡Cuántas incógnitas! Un día de estos exploto. La pereza y la tristeza me saben a indian tonic. Para qué negarlo.

El 102 de Eaton Square es blanco como la leche que has mamado. Echo de menos a personas que no han recordado el día de hoy. O no han querido hacerlo. La voluntad es libre. Como también lo es la lectura apasionada del Menexeno. Estoy en la séptima, en la séptima tetralogía. La de los burros o burritos. La agradable falacia.

Vuelvo al suelo. He caído del autobús sin más complicaciones que la risa de una joven muy bella. Debo coger el bastón. La cadera me apasiona. Hasta le hablo de vez en cuando. Pienso en Zenobia. En Puerto Rico. Diego me ha mirado y ha dicho: “¿Eres una aparición o una realidad invisible?”.