lunes, 29 de noviembre de 2010

The Face (setenta y nueve) (Tercera Inclinación)



Creo tener razones que te puedo dar. Me queda la pena. Se fue el aire. Y por más que lo siento deseo volver hacia ti. Como el pobre chatarrero vuelve a la oxidación. Tu nombre está apuntado en el cuaderno marrón. Y ese pedazo de ti lo sigo teniendo. Cada vez que regreso a tu nombre acaricio tu cuerpo sin gustarte. Te pongo nerviosa. Soy muy pesado. Las manos que me han dado son grandes y bastas.

Recordaba lo que uno debe hacer para triunfar en la vida. Ser agradable. Rodearse de famosos. Y ser muy cortés. En las lecturas (donde siempre acude la misma gente) hay que agradecer, hacerlo muy empalagosamente. Y repetir los nombres de los asistentes con carita de cabello de ángel. Ellos sonríen. Ellas se abren. Y tú, sigues manifestando la luz, tu luz ajena. Eres una aproximación al desconcierto. Y, más gracias. Así triunfarás.

Lo intenté hacer una vez pero mandé al carajo al más pintado. Y desde entonces, así me van las cosas. A las lecturas una media de veinte personas. Las justas. Las verdaderas. Y preguntan al salir qué he querido decir. El silencio nunca calla. Me queda una cosa. No te merezco.

Vuelvo a casa con mucho frío en los huesos. Me han invitado al patio de butacas a escuchar a Poveda y amigos. Rodeado de famosos he atendido al misterio. La duquesa, Tello, Curro, Burgos, Luchino. Una barbaridad de personajes para triunfar. He mirado el silencio. He pasado de todos. Hasta he pasado de Poveda.

Aunque con él estaban Matilde Coral, Joan Albert Amargós, Moraíto de Jerez, Diego Carrasco, Kiko Peña, La Susi, Arcángel, Marina Heredia, me quedo con Pasión Vega. Estaba bellísima.

De nada me han servido los versos de Valente o los de Gil de Biedma. De nada. Me quedan los nombres, las sombras. Mi vida está rota. En la cena me han pedido que recite algo propio. Y he tomado prestado un verso de Platón. Lo siento. Me quedo con tu boca.


sábado, 27 de noviembre de 2010

The Face (setenta y ocho) (Tercera Inclinación)



He preguntado a Susana si el día de grabación de la canción número cuatro estaba un poco resfriada. Y acerté. Tenía la voz tomada. Cuando comienza la querencia. Son las 04:40 horas. ¡Hija, qué ojos más bellos tienes! Tomo una pinta en un pub y alguien se acerca. Pide que recite un poema de Colinas. Como ofrecía libertad acudí a Sepulcro en Tarquinia (1975). Y no fallé. Es imposible hacerlo. ¡Menos mal que no pidió un poema de Gamoneda!

Ya me queda poco o nada. Intento olvidarlo todo, y pedir disculpas. No hay forma. Siguen quedando rastros en la luz. Y por el cristal del cuarto inglés el reflejo es querencia. He recibido un libro de Enrique. Le he llamado. Estaba recitando. La dedicatoria es muy amplia. Define una condición generosa, cuando todo es más corto. Mucho más escaso. Las definiciones de personas abundantes me causan congojo, por no decir otra cosa. Tengo muchas ganas de leerlo. Pero he de acabar los niños. Molestias de última hora acrecientan el trabajo. Le acabo de decir a los artistas y compañeros, que el homenaje que nos vamos a pegar será eterno. Eterno e inmutable. Y en Londres o en Sevilla. Da igual. Hay que hacer fotos de Londres para otro secreto compartido de querencia.

Manu es acojonante. Menudo compañero de armas. ¡Qué maravilla! Nadie salvo él es capaz de descifrarla. La lucha es inmensa, pero vivimos en el cielo. Han sido ya cuarenta y seis años en el infierno para poder llegar ahora. A veces imagino la luz sobre esa cubierta de Chatoyant Press.

Me aburre escuchar las palabras de los necios. Y sobre todo, cuando la luz se marcha, me queda la pena. El soplo de aire compartido. La rosa que dejé sobre la alfombra roja. Lo siento. Cada vez que intento arreglar las cosas, lo siento.

Las calles están repletas de personas. Me encanta como se viste en Londres. La despreocupación es un concierto de viento. Corelli se hubiera venido a vivir aquí.

Debo leer el libro de Enrique. He terminado la quinta versión de los niños. Pablo tiene más trabajo. Ya me queda poco. Y esa luz, esa luz en el cielo intenta decir algo que nunca entenderé. Lo siento.


viernes, 26 de noviembre de 2010

The Face (setenta y siete) (Tercera Inclinación)



Diego ha envejecido mucho. Su rostro juvenil se ve atrapado en canas y desengaños. Le he dicho que hacía diez años desde la última vez que le vi, y me ha corregido. “¡Han sido veinte Javier, han sido veinte!”. Mantiene la misma postura interior y el mismo cuerpo de letra. Una carpeta blanca dibujaba la palabra “Juan Ramón Jiménez” con caligrafía específica. He respirado a Zenobia, su foto ya de enferma y Puerto Rico. Una agencia de viajes atraía las miradas con un burrito en la puerta. He contado los azulejos con el rostro del poeta y he perdido la cuenta.

Tengo problemas con la maldita luz y no saltan los térmicos. Me encanta el tinto de Mallorca, y reconozco, dulcemente, que a veces me quedo sin tabaco. Jorge me felicita, al igual que María. Y muchos emails. Idénticas llamadas. Más libros. Muchos más libros. Mi mesa está irreconocible. Debo vender algunos para comprar rubio. Marlboro corto. De estanco.

Un señor me ha saludado con eficacia. Y con vehemencia le he respondido. El libro de los niños sigue ilusionando, a pesar que cada día aparecen trabas y más trabas. Pero una traba es un acierto. Y lleva muchos implícitos. Te sigo descubriendo y aunque quieras permanecer como hasta ahora debes saber que es un grave error. El conformismo es el primer síntoma de la vulgaridad. ¡No te canses! Inténtalo, por favor. Sé que vales. Al menos, eso creo. Pero tus palabras absurdas ya me aburren. Te agotan. Reconócelo.

Está nevando en Londres y hace frío. Corro pero no entro en calor. ¡Cuántas incógnitas! Un día de estos exploto. La pereza y la tristeza me saben a indian tonic. Para qué negarlo.

El 102 de Eaton Square es blanco como la leche que has mamado. Echo de menos a personas que no han recordado el día de hoy. O no han querido hacerlo. La voluntad es libre. Como también lo es la lectura apasionada del Menexeno. Estoy en la séptima, en la séptima tetralogía. La de los burros o burritos. La agradable falacia.

Vuelvo al suelo. He caído del autobús sin más complicaciones que la risa de una joven muy bella. Debo coger el bastón. La cadera me apasiona. Hasta le hablo de vez en cuando. Pienso en Zenobia. En Puerto Rico. Diego me ha mirado y ha dicho: “¿Eres una aparición o una realidad invisible?”.


jueves, 25 de noviembre de 2010

The Face (setenta y seis) (Tercera Inclinación)



Ya he encontrado, y queriendo, los poemas que me diste antes de ayer. ¡Menos mal! Hoy ha sido un día grande. De esos que recordarás siempre. Más de un centenar de libros por todas partes. Gracias José María, Diego, Javier, Antonio, Luis Alberto, Luis Carlos. Gracias a todos, e incluso dejo nombres en la cacharrería. Seguro. Sin querer olvido a personas que enviaron los libros. Un sms del apartado anunciaba que el día de hoy sería eterno. Eterno mientras dura. Y resultó que la eternidad eran libros y más libros. La mesa de cristal ha estado repleta por un momento. ¡Qué maravilla!

En un instante he querido ser invisible, como todos. Cuando descubres la esencia deseas la invisibilidad aunque no ocurre nunca. Le he dicho al ángel, al exterminador, que venga por favor. Le necesito. Requiero un diálogo de sombras. La luz natural me molesta. Por eso llevo siempre gafas de sol (que conste que Jorge se ha copiado) y otras simplezas (pañuelo por ejemplo).

La diferencia entre visible e inmutable radica en la propia eternidad. Y por eso deseo no estar. Han salido corriendo. Como en una carrera de relevos. Pero no existo. Hoy he querido despedirme con palabras y actos. He sido visible. He tocado, he sentido, he olido. He sido. En definitiva he estado.

Y me marcho. La maleta está lista desde entonces. Desde siempre. La maleta invisible. No puedo llevar tantos libros. Dejaré los recuerdos para luego. Para otra ocasión. Recuento las cosas del viaje y me encuentro con varias repetidas. Me estoy desgastando por momentos. La pereza y la tristeza dejan de existir. No volveré al suelo.

Hoy estoy cabreado. Muy caliente. La calentura y el cabreo son una misma causa. He pedido un favor y me han dado calabazas. ¡Estos poetas de siempre! Son los mismos, los de siempre. Los que pensaron que un renacimiento era trieste, aunque no se mueva la veleta, y todo es un pretexto. ¡Qué barbaridad! La historia de nuestra poesía en dos líneas marcadas y redundantes.

Estoy cabreado. Tengo un año más y me lo han jodido las sombras. Los mismos encuentros que determinan la melancolía. ¡Y una mierda! La esperanza la tengo cuando quiero, simplemente cuando deseo que me acompañe, pero ahora, al viaje voy solo. Sin nadie. Quiero sofocarme.

La esperanza la guiso con patatas. La amistad es un engaño. Me lo como todo, y no quiero saber nada más de ti. He descubierto todo. Echo a volar.


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Isla Mágica (y Cuatro) (20/11/2010)



¡Gracias a todos!














Fotos: © Antonio del Junco (Toi).

The Face (setenta y cinco) (Tercera Inclinación)



Prefiero un paraguas de mano a una copa en vaso de plástico. Mai sonríe. Le pregunto por su voz de tonta del bote y asiente. Es la prueba de la simplicidad de Platón. En el Fedón. El cuerpo es mortal, es la parte visible. Como el plástico del vaso. Como tu propia voz.

En las últimas semanas he mantenido dos conversaciones importantes para manifestar la grandeza de Platón. No ya como el mejor filósofo de la historia, sino como el mejor poeta de todos los tiempos.

La primera ocurrió en Barcelona a principios de mes. Con Gregorio. Y la segunda en Sevilla con Tomás. Siempre llevo pañuelo. Un ser invisible que no se deja ver. Oculto en el bolsillo es voluntario, siempre cerca de dios.

Debes ser semejante y consecuente. Ambas cosas están unidas por el tono poético. Pero además añades, como buen hacedor, la originalidad del principio. Sigamos el camino. ¿Es difícil? Pero no es imposible. No hay nada posible ya que todo es único. Lo bueno y lo malo. Y el bien es escaso.

Consideramos los versos como el que considera los objetos. Gran error. Lo hacemos con la propia vida. Sigo buscando los poemas que he perdido, sin quererlo, y que me diste antes de ayer. No sabemos disfrutar mientras la lluvia lo ocupa todo. Ha llenado ese vaso. Ha manchado el alma. El sentido está mojado.

El efecto del ritmo ha sido superado por la naturaleza invisible. Seguimos escribiendo, muy de tarde en tarde. No nos gusta el resultado. No debemos dar salida. Al igual que el alma, esos versos no pueden tener salida. No pueden ser vistos, ni leídos.

Desde hace una semana no retiro las bellotas del porche. Todas están picadas por los bichos. Las que han caído al pilón tienen una nube de humedad. Las encinas sonríen como Mai. El viento les hace tener voz de tonta del bote. Las hojas cortan.

No sé si vivo en Siltolá o en Dodona. Y a veces no soy justo. Soy poeta.


martes, 23 de noviembre de 2010

Isla Mágica (Tres) (20/11/2010)















Fotos: © Antonio del Junco (Toi).

The Face (setenta y cuatro) (Tercera Inclinación)



El jueves cumplo años. Uno más. Y aunque deseo que se acabe, la vida sigue regalando eternidades. Me visitan y hablamos de poesía. No sé hacer otra cosa. Mañana poco más de lo mismo. Y así pasan las horas. Fernando maqueta los últimos retoques de una nueva colección. Vela de Gavia. Colección de poesía. Hace tres libros magníficos. De José María, de Manuel y de Olga.

Leopardi sigue llenando la vida. Hoy he leído a José Miguel muchos poemas. De Pablo, de Víctor, de Antonio, de Jaime, de Claudio. He leído mucho. También he leído a José Miguel. A Cotta lo he visto cruzar Enramadilla cuando marchaba a Siltolá. Era tarde. Muy tarde.

Hoy hace menos frío que ayer. Y mucho más que mañana. Julio me avisa y me corrige. Y Julio tiene mucha razón. Juan Antonio es amable y cortés, y me invita. Todo un mundo alrededor, personas eternas y gentiles. No sé hacer otra cosa. Se observan las fotos del sábado y sonrío. ¡Qué arte!

Un emigrante italiano escapado de la película Good Morning Babilonia (1987). Cotta podía ser Joaquim de Almeida. Pero creo que era uno de los hermanos Taviani. O los dos. Paolo y Vittorio. Jurado era Marcello Mastroianni en Ojos negros (1987). Pámpano era Pablo. Y también era Javier Bardem en Antes que anochezca (2000). ¿O era Julian Schnabel? ¿O Reinaldo Arenas? Introducción y detalles (1991) y Última cordura (1993) se publicaron en la misma editorial en la que Arenas publicó Leprosorio (en 1990).

Y ¿yo quién era? Se ha dicho mucho, y me conformo con ser Daniel Day-Lewis en La insoportable levedad del ser (1987). ¡Muchísimo!

En 1987, mientras preparaba Poesía contemporánea en Sevilla (1987) y se traducía al inglés Sobre la literatura y el arte (1986), descubrí tres películas eternas. Que aún conservo, que aún veo de vez en cuando, porque no me cansan, como no cansa la poesía de los grandes. Buenos días Babilonia, Ojos negros y La insoportable levedad del ser.

Y después de muchos años, nos encontramos en Isla Mágica para rememorar los actos pasados. La nostalgia. Y recuerdo escenas de las películas sobre el tiovivo.

La vida es eterna, aunque me canse, es eterna. Es eterna mientras dura.


domingo, 21 de noviembre de 2010

The Face (setenta y tres) (Tercera Inclinación)



Calíope avisó mientras dormía. Todas las llamadas a dios no resultaron en vano. La fuerza vigorosa y épica de su tono hizo que saltara de la cama. Acudí al árbol pero no había nada. La tierra no estaba removida y en ningún caso pude observar el diario de una resurrección.

Calíope indicó que el ángel exterminador, el ángel que vaga errante por la tierra sería mi aliado. Tengo frío. La noticia ha surgido una mañana de bajas temperaturas. Ayer nos llenamos de agua y aún no he podido despedir a las sombras de mi cuerpo. La absurda temporada se complica. Escucho a los árboles gritar, y siento sus raíces dormidas. No hay acompañamiento.

Repito una vez y otra vez los versos de Claudio Rodríguez mientras estaba ebrio. Tengo que prepararme para recibir una visita. La visita de un ángel. El viejo tocadiscos se comporta. Un vinilo es el sonido del cielo, y los violines apuran el instante, aunque sea muy corto.

Tomo entre las frías manos el libro de las horas. Y lloro. Es de hombres llorar mientras los instrumentos de viento elevan la marcha nupcial a las alturas. La taza de café está vacía. Miro los bordes manchados y tomo la cucharilla entre las manos. Un cuaderno arrugado cae a la alfombra.

No llama nadie. No me visitan. Las velas se apagan y vuelvo a encenderlas. Ahora es tarde. Recuerdo el poema “Balada de Cherche-Midi” de González-Ruano y acudo a encontrarlo. ¡Qué difícil! Tras un buen rato y libros por el suelo aparece. Lo leo despacio. Sigue sonando el vinilo.

Después de los naufragios siempre llega Leopardi. Siempre acudo al libro amarillo de Colinas. Y a la misma página. La ciento sesenta y siete. Y el pastor deja de ser errante. He quemado las manos con el cristal de la chimenea. Arde. He sentido un brote de calor.

Recuerdo las fotos en las atracciones. Muchas fotos. Y mucha lluvia. Jurado iba de incógnito. Cotta de Cotta. Pámpano apareció sin colores (los traía en cajas de cartón piedra). Toi fue maestro de ceremonias. La chaqueta está mojada. El viejo disco de Decca llega al final.

No he escuchado a Calíope. El ángel no aparece. Mandaré un email a dios para que haga algo.


viernes, 19 de noviembre de 2010

The Face (setenta y dos) (Tercera Inclinación)



Mañana abren Isla Mágica para nosotros. Como pequeños desalmados estaremos en la entrada a las once. No es temporada, lloverá según dicen los expertos, y encima debemos ir con sombreros. Diferentes maneras de cubrir la cabeza. Hay que agradecer el detalle, a pesar de los controles de acceso, de las miles de gestiones con fruto carnoso. Todo un placer. Gracias.

A las once en la puerta principal del recinto aparecerá José María Jurado. Poeta universal. Sobrio, elegante. Es posible que acuda con su abrigo azul marino y su paraguas de mano. Serio y con una sonrisa medio ilusoria, medio a regañadientes. Gran poeta y mejor compañero de aventuras.

A la misma hora, y en el mismo sitio, desde Cáceres (esperemos que el tráfico no retrase tan magno acontecimiento) Pablo Pámpano hará acto de presencia. Ilustrador peculiar, de estilo único e inconfundible. Genio entre los genios del arte colorista.

A Jesús Cotta lo recojo en la puerta de su casa. Y entre los dos descubriremos ese mapa que hemos recibido por correo electrónico que nadie entiende. ¿Pero Isla Mágica está en Sevilla?

Cotta es una sorpresa. Si se le conoce seguro que no sorprende tanto, pero claro está que emociona.

Y todo esto y más (una sesión de fotos en el tiovivo para el libro de los niños) de la mano de Antonio de Junco, Toi. Objetivo discreto, indiscreto, y familiar.

¡Menuda aventura! Me dicen, y avisan, que allí habrá más sorpresas. Muchas sorpresas. Echó la mano hacia la portañuela del pantalón, agarro fuerte los catalizadores y digo “¡Qué dios nos pille confesados de versos!”.


The Face (setenta y uno) (Tercera Inclinación)



Vuelvo a casa. No consigo encontrar a dios y debo conformarme con el recuerdo. La ventana deja entrever una simple tristeza que no puedo asimilar. Es la poesía. La auténtica poesía. Por más que Diego y Luis insistan, no quiero. No me atrevo. Toi y Ramón serán uno (o dos). Serán. Ya no quiero vivir más. Está bien. Es una imagen.

¡Si fuera mujer! Sería grande. Cotta es un genio. Abel no entiende. La vida depara sonrisas de personas mayores. La belleza no es visible para los necios. Jurado es prudente. Todos somos lo que debemos ser. Y la tristeza conlleva insinuación. ¡Qué putada! Vulgaridad en torno al misticismo.

Cuento la anécdota de un pobre (muy pobre) (paupérrimo de espíritu) (tremendamente pobre) (gilipollas también) poeta sevillano, y sonrío. Muere la libertad sin la nostalgia.

¡No me mires más, que así es la rosa! Una pobre rosa que se encuentra en proceso de “verificación”. Manda buenos cojones. Los mismos que tendría si hubiera dejado en la cuneta todo cuanto sigue, todo lo que acontece. Al final, para ser de una secta debes estar solito. Solito y apaleado. Y así todos seguirán con su seguridad. La misma que produce un libro de Trapiello o de Sánchez Rosillo. ¡Qué barbaridad!

Pasan las horas y sigo con los libros en las manos. Debiera hacerle caso, y recoger los libros más tarde, mañana tal vez. O acaso enviar a un mensajero. Un señor que defiende el miedo en los viajes.

Está claro que dios no existe. No puede existir. Me dejó plantado, una cálida noche. Y entre llantos y miserias, prefirió un árbol a la continuidad de la existencia compartida. No existe. Era una sombra.

El sábado sonrío. Vivo. Desnudo, dejaré las palabras sobre el carrusel de la tormenta. Y nadie me comprende. Una simple palabra me atrapa, me apasiona. Deseo besarte y ese beso produce un temblor de caminos en la vida. Estoy solo.
Magníficamente solo. Soy la una. Las dos dejaron ya de ser. Y aquella simple verdad te quiere. Busco entre los árboles una justificación y encuentro miserias. Os veo las caras y no te tengo cerca. ¡Mírame por favor!

Me has robado la vida. Y tú, que siempre sonríes, has mentido. No me haces tanto bien. Para nada. Exige la libertad un proceso de aprendizaje. Hoy acabé con las presentaciones. Ya no hay más, al menos, para mí. No existo. De verdad. No existo. No soy. No vivo.

Gracias Alejandro. Tu viaje me ha valido. Cerca, pero válido. Y como figura teatral tomo mi Custom y canto. Adiós. Adiós presentaciones. Se acabaron. La libertad me azota. La misma que repite: “Adiós, que gran alegría vivir, sin ser estado de nadie compartido”.


jueves, 18 de noviembre de 2010

The Face (setenta) (Tercera Inclinación)



He acudido al árbol para hablar con dios. Estaba ya cansado de tantos monólogos absurdos. Un compañero es un compañero y la soledad requiere ofrecimiento.

Dice Diego Molina que dentro de unos años los libros serán más objetos de culto que ahora. Comprar una primera edición de JRJ es posible todavía. Siempre hay algún ignorante que ha recibido una herencia y los libros los vende a treinta euros.

Dentro de unos años, se pagarán fortunas por la primera descarga digital de Rosales con virus. Dentro de unos años lloraremos la ausencia del olor a papel.

Diego es un hombre culto, y reconoce la diferencia del papel de principios de siglo con el papel del dieciocho. Es amigo de sus amigos y estudioso de grande poetas y pensadores.

He gritado junto al árbol. He gritado mucho. Tiene que volver dios. Debe estar conmigo. Necesitar a dios y no tenerlo es vivir la cotidianidad. Lo de todos los días. Una mezcla vulgar que nos condiciona.

Trapiello, Bonilla, Feu, los que buscan y encuentran libros en mercadillos, en internet. Todos dejarán paso a los virtuosos de la informática. Aquellos capaces de programar y descargar sin pagar. Hacker del ebook.

Hace frío por las noches. A veces un viento desagradable azota las ventanas. Siguen cayendo bellotas. También hay menos pájaros. Las plantas se arrugan como los versos. Este invierno será duro, menos agua pero más frío.

Todo volverá a renacer en primavera. Las descargas serán masivas y habrá muertos del invierno, amantes de los libros que dejarán colecciones completas a sus herederos. Hay que estar atentos, mucho más atentos.


miércoles, 17 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y nueve) (Tercera Inclinación)



Lo lírico es eterno. Ironía de principios. Hay personas que por más que lo intentan no logran comprender, no llegan. No es limitación, es realidad. Si un día tenemos que elegir entre Eliot, Leopardi o Juan Ramón, no basta con decidir un nombre al azar, un mero nombre o resultado. La solución está en no escoger. Cada uno posee una compilación de factores en torno al principio lírico.

¡Qué dineral se gastan las administraciones en publicaciones de lo absurdo! Acaban amontonadas en los sótanos y en los despachos. Quieren hacer el bien y ejecutan putadas literarias. He recibido muchas de ellas. Magnificencias que no valoran las librerías de viejos. No dan ni para tabaco.

Pero aparecen las prisas, las prisas líricas. Todos desean publicar. Y ahora, quieren hacerlo pronto. ¿Eso es eternidad? Rosales miraba a María sobre las gafas. Miraba lo que podía. Una sombra, un impulso, un deseo. María sonreía y acariciaba a Luis. Nunca olvidaré la grandeza de los actos compartidos en un pequeño instante. Y no existían las prisas, ni las sugestiones. Una pureza que contenía cianuro positivo.

Escribir poesía es como viajar en barco con rumbo desconocido. Las cartas son los sentimientos. Un verso hacia estribor y la popa culea. Vamos por buen camino. No queremos llegar. No existe el tiempo.

En las últimas semanas paseo más de la cuenta. Intento despedirme de todo lo que he sido y también, de lo que he podido ser. Digo adiós a las personas que ocuparon mi vida en los últimos años. Y a veces las justificaciones son absurdas pero no deseo dar explicaciones. Y lo lírico vuelve a ser eterno.

Dicen que mi hija cada día me quiere más. La observo y veo un comienzo, un principio de cariño. Somos tradicionales. Pero faltan palabras en el diccionario. Las páginas se llenan de espuma y el mal tiempo arroja el agua del mar contra mi rostro. Dejo las gafas y cierro los ojos. No hay miedo. Lo que podría haber sido está siendo presente.

Nunca he tenido disposición para las grandes empresas. Ni ostentaciones, ni grandezas. Enciendo el último pitillo de la noche y paso frío. Un golpe de aire apaga la chimenea. Lo lírico es eterno.


martes, 16 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y ocho) (Tercera Inclinación)



He terminado de hacer lo que no había empezado. Tantas interrupciones eran un mal presagio. Y el final desconcierta, realmente impone. Las manías me tienen frito. Que si no puedo matar pájaros, no pises los gusanos, abróchate el botón de la camisa, las gafas de sol las dejas en la mesa.

Puedo escribir el poema más largo de la historia y lo dejaría inconcluso. Y la verdad acumulada nunca será la misma por tu parte. La mía finalizó hace ya tiempo.

Debo buscar a Pepe Cala. Me avisan de sus lugares de esparcimiento y acudiré, a vueltas del viaje, a buscarlo. No sabe o no contesta. Parece que vivo de nuevo con dios, aunque se marchó hace tiempo.

Piso bellotas. Muchas bellotas. El suelo está lleno de bellotas. El crujir de su desesperación es una aproximación al desencanto.

Tomás me avisa. Diego me regala presentes. Juan se comunica. No sé finalizar lo que nunca he comenzado. Ese poema inconcluso se guarda en el cajón, por los siglos de los siglos. ¡Venga ya! La impaciencia se come, al igual que las prisas. ¡Qué malo es vivir!

Ese hacedor de versos se molesta. Hacedor de versos. Con hache intercalada. Y la esperanza nos defrauda, como lo hacen las bellotas al caer. “¡Blofs!”.

Pueden venir los cerdos hoy a casa. He abierto las puertas. ¡Poetas, la casa está encendida para vos!


The Face (sesenta y siete) (Tercera Inclinación)



Hoy ha terminado pronto la tertulia. Estábamos cansados, agotados. Me ha llamado María y hemos dejado lo importante para mañana. Como quien deja una vida para luego, para más adelante. He dejado la rosa sobre el pozo pero el viento la ha arrastrado entre las encinas. Como quien abre una puerta. Preparo de nuevo la maleta. Faltarán excusas pero nunca me escondo.

Elías (Moro) es un gran hombre. Al igual que Olga (Bernad). Como Fernando (Gahete), o Antonio (Colinas). ¡Menuda tertulia! Un encuentro no literario para hablar de la literatura de los hombres. Todos hemos creado nuestra propia película. ¡Qué ironía! Es el celuloide de nuestra vida. La única.

Estoy ordenando papeles de los noventa y aparecen cosas que no había visto nunca. Hasta poemas de los que ni recordaba su existencia. Un obstáculo. Un obstáculo del aire. Y entre todas las cosas que debo entregar a Julio y a Elena, de pronto, cubiertos de polvo y humedad, unos versos de Pepe Cala. ¡Hasta treinta poemas!

He intentado por todos los medios humanos (y controlados) su contacto. Pero nada. Publicaré aquí, de momento, sus poemas. Hasta que me denuncie por malversación de versos ajenos. Y no sé nada de ti. Ni volveré al suelo. Me conformo con surcar, de vez en cuando, el verso.

Corto el viento con mi rostro y tiemblo. Voy a coger frío. Corro hacia la rosa y un gusano la besa. Se mueve de placer entre los pétalos. Un gusano asqueroso. Agito la flor con manía, sin obstáculos. Nunca pierdo la calma. Cae el gusano. Lo piso.

Estoy cansado. Todos han hablado lo justo y necesario. He callado. Abstenerse es de justos. Una voz me dice al oído, “Y de cobardes, Menéndez”.

Voy a casa. En el camino saludo a unos amigos. Todos quieren que me tome algo con ellos. Pero el día ha acabado sin impulsos, y sin fuerzas. ¡Ya está bien! Pongo la maleta sobre el sofá, junto a la chimenea que se derrite de energía. Nunca me la jugaré en un trago.

Ahora es tarde. Te debo una comida. Con copa, puro y versos. La comida sin versos no hace bien la digestión. El bicarbonato sobre la tinta desgasta la esperanza, la tristeza y la pereza.


lunes, 15 de noviembre de 2010

Este jueves, 18 de noviembre, se presenta la colección Álogos






El jueves 18 de noviembre, en la Casa del Libro de Sevilla, se presentará a las 19'30 horas, la Colección de libros Álogos (Entradas de Blog) de Ediciones de la Isla de Siltolá.

Participarán los autores Jesús Cotta, Aurora Pimentel, Joaquín Alegre, Juan Antonio González Romano, José Miguel Ridao e Ignacio Tomás.





Colección Álogos.


Álogos en Cuadernos Hispanoamericanos.


Álogos en la revista LEER (Noviembre 2010).

A prayer (1979)



IMAGINÉ infinitas veces nuestro encuentro.
Vestías vaqueros, zapatillas de deporte
y una simple oración acabó con la vida.
La oración del abismo.

No dejo de mirar este reloj. Es la hora.
Canto y a veces,
cuando quiero entender,
una lógica imagen, un principio:
acabar tu biografía
y reconocer que nadie era tan bella
como tú.

Este golpe final sin tu presencia
amará siempre y la memoria,
materia del olvido.
En ti me quedo,
sin ti, no importa
sin embargo.

domingo, 14 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y seis) (Tercera Inclinación)



He dicho a Jorge que debe quitarse las gafas para hablar conmigo. Me gusta mirar los ojos de las personas. A veces molestan las gafas de sol. Le he comentado también que la alegría es capaz de salvar el miedo. Siempre.

Loreto era una joven en la flor de su vida. Tenía novio, pero aún así intenté manifestarle mis sentimientos. Su rostro era blanco y su voz afinada. Los lunes acudía al instituto una hora antes. Cogía siempre un tren anterior para encontrarse conmigo.

Hablábamos del fin de semana, de las cosas que suelen comentar dos adolescentes ensimismados. Nunca llevaba gafas. Sus ojos grandes y negros transmitían paz.

La mañana de un lunes acudí a su encuentro pero ella no estaba. Esperé hasta la hora de las clases. Me comentaron que había fallecido en accidente de circulación la noche anterior.

Fui a su casa en el cercano municipio donde había vivido. Hablé con sus padres destrozados. Les entregué unos poemas que le había escrito. Miraron los versos y los arrojaron sobre la cama que hasta ayer ocupaba.

La alegría superó al miedo. Salí de allí corriendo, con las gafas de sol en la cara. Unas gafas que evitaron descubrir unas pocas lágrimas. No hubo esperanza. Se la había llevado el miedo.

Le he dicho a Jorge que hable al oído a la tortuga para que vaya más deprisa. Me molesta, y muy profundamente, la lentitud y esas gafas de sol.


sábado, 13 de noviembre de 2010

¿Amigos?



Este país ha perdido el norte. Y el sur. Y el oeste. Un amigo me pregunta se he leído una artículo en un diario de Sevilla, en su portada. Y ante mi respuesta negativa me lo enseña. Un asesino en portada. En un homenaje. Un asesino muy flamenco.

Otro criminal, el hijo de un presidente de futbol, también acude a actos sociales. Se parten la cabeza por anunciar la retirada de los crucifijos en las aulas y las niñas de diez años son madres.

No se condena una masacre humanitaria en el Sahara, y los responsables gubernamentales dicen que no hay datos para valorar. Todo es tan efímero. Tanta sutileza.

Otro amigo me pregunta si veo Intereconomía. Le respondo que en algunas ocasiones he llegado al canal y me ha parecido patético. Y tienen un periódico. Una Gaceta lamentable.

Tan triste es un extremo como otro. Hay que buscar el término medio, la equidad.

Este país necesita un cambio, y se conforma con un extremismo articulado. Muy manipulado. Poco inteligente.

Si dices la verdad te consagran. Y algunos de los que han criticado mis actos envían libros para su publicación.

No soy rencoroso. Para nada. ¡Menudos hijos de puta!


jueves, 11 de noviembre de 2010

Readings designs (1)



Decía una vez un poeta que la verdadera historia del hombre solía esconderse en los más ocultos cimientos de la naturaleza. Y ese hombre, y poeta, no entendía para nada de filosofía.

Ocurre que la verdad nunca será establecida, ya que nos limitamos a creer que siempre llevamos razón, y lo que hacemos, decimos o escribimos es cierto y riguroso.

Nada es más falso que la propia condición. El hombre no existe, es una mera evidencia. Hay que mirar más allá, con los ojos de la certeza.


martes, 9 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y cinco) (Tercera Inclinación)



Viajo a Barcelona otra vez. Esa ciudad me tiene fascinado. Llevo Una educación sentimental de Vázquez Montalbán para ir abriendo boca. Releo sus versos con pausa. Con el silencio justo de la medida. Todo tiene su tiempo pero algunos libros no se acaban nunca. Abel me ha dicho algo muy bonito de Luis Rosales por teléfono. He recordado una cita en El violín mojado (1991) del poeta encendido.

Hay palabras que no se acaban nunca. Hay poemas que siempre permanecen. Y Choco ladra cada vez que acudo a su casa. Me asusta. Begoña tiene que amarrarlo. ¡Pobrecillo! No hace nada. Ya es una rutina. Viene Menéndez y hay que atar a Choco.

Miro al perro de vez en cuando y murmullo unos versos. Dicen que hay animales que poseen un sexto sentido, que agudizan el oído, o el olfato o la vista. Algunos poetas deberían agudizar el ingenio. Y leer más a Quevedo. Por poner un ejemplo. Y escribir en servilletas de papel.

Se ha terminado la selección completa del primer premio. Hay diez. Han quedado diez. El jurado ya podrá leer las diez obras con pausa. Con el mismo efecto recorrido en los últimos meses.

La diferencia entre amistad y cariño radica en la cantidad de cosas que uno desconoce del otro. Y así deseo aprender más. Mirándote a los ojos. Face to face. Y sin inclinaciones. Desde luego puede parecer atrevimiento, pero no me corto. Corro hacia el encuentro como Choco lo hubiera hecho conmigo. ¡Siempre estás de viaje! Llevas toda la vida cantando, viajando y sufriendo. Y así estamos solos.

Quiero recibir clases de educación. De educación sentimental. A ver si se pega algo. Y que conste, que sé mucho más de ti de que lo crees.


lunes, 8 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y cuatro) (Tercera Inclinación)



Solía defenderme de los ataques incontrolados de ira. Pero llega un momento que el ataque deja de ser incontrolado y se convierte en abisal. Todo en él supera cualquier manifestación. Mira que son desagradecidos los poetas. En definitiva los escritores. Abundas su interioridad, escuchas sus planteamientos y nada, como si nada.

Es la ley del calabacín. Mientras más grande se quede en la mata creciendo, más hueco por dentro. Después tomas un cuchillo y el vacío interior aparece.

Pero mira que son desagradecidos los escritores. La lucha que se ha montado, con manifestaciones incluidas, por los Álogos. La bitácora está muy bien. Puede tener florecitas, fotos con mariposas, encajes de bolillos, pero como el libro en papel nada. Lo digo y lo repito. La obra del autor gana en papel. Siempre.

Pero al nacer en el formato de toda la vida debe ser objeto de críticas. Ahora entramos en la calidad literaria del autor. Cada libro es un mundo, y cada autor una isla. Y la exposición de manifestaciones o mensajes, se entregan a los lectores con la misma dulzura que fueron escritas.

Hay que dar a cada cual lo suyo, aunque sean desagradecidos. Y se debe hacer siempre. Ahora recuerdo una crítica a un libro de poemas de un autor sevillano consagrado. El tiempo ha dicho que su mejoría es evidente. Pero en aquel momento lo que había escrito, había publicado, y había presentado a los lectores era, cómo decirlo, insignificante. Muy pequeño. Hueco como el gran calabacín, y repleto de pepitas.

No abundemos en la ira. Dejemos pasar el tiempo con sus propias causas. Siempre acabo con lo mismo, pero es lo único que viene a la cabeza. Cuando pasen cincuenta años, ustedes me diréis. Ustedes me diréis.


domingo, 7 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y tres) (Tercera Inclinación)



He perdido (sin quererlo) los poemas que me diste antes de ayer. ¿Y ahora qué hago? Me faltan versos, muchos versos. Busco y rebusco por toda la casa esos papeles arrugados que acabaron en mi bolsillo. En la oficina, en el baño, en la cocina, debajo del acebuche. Pero nada. Los he perdido, ¿o tal vez los he pedido? ¡Maldita Nerea!

Tendré que llamarte, de manera perdida, y decirte al oído, que he perdido o pedido los poemas. ¡Qué burrada! Eso se llama quedar mal. Antes de hacerlo oigo el run run en la cabeza. Una vez y otra vez. Creo que voy a estallar. Nunca he perdido o pedido nada. Y menos unos poemas. ¡Será la edad!

Tendré que llamarte. Me acerco al sauce para equilibrar momentos. Al principio se le cayeron hojas. Atravesé una crisis. Me puse muy triste. Pero ahora corre rápido. Como esos malditos poemas que no encuentro.

Voy hacia al sauce. Me siento debajo y le digo: “Siempre la claridad viene del cielo, es un don. No se halla entre las cosas, sino muy por encima”. Sigo con el poema y el sauce sonríe. Se alegra.

He perdido la calma. Completamente. Ya no soy yo. Tengo una mala idea dentro que recorre cada vena, cada poro. Me queda poco tiempo, y el sauce se alegra. ¿Quién te regará? La alegría ha desaparecido. Majestuosamente.

Tengo pereza y tristeza. Y no aparece la esperanza. Me muero por momentos y sigo sin encontrar los poemas. Una vez me dijeron que pidiera a un santo las causas imposibles. Impasible he pedido, pero nada. No aparecen.

Abel me espera sentado en la puerta de su casa. Lo imagino como un alma de principios de siglo. ¡Cuánta vanidad! Los poemas estaban en el bolsillo. Hay alivio, como hay secretos. Puedo seguir dando pasos. Y los doy sin quererlo.


sábado, 6 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y dos) (Tercera Inclinación)



Cuando te pones la máscara estás guapísima. Ahora, mil campanas suenan en tu corazón. El bajo de fondo determina un tono exquisito. No sé si casarme con el bajista o con la máscara. ¡Lo que hace la ocultación de la realidad! Intentas dar la cara, y te encuentras con un frontal manido y viejo por el agua.

Vuelvo a Londres. Te hablo de Sharleen y de Gwen, para quedar, y te enfadas. Gerry me guiña un ojo. ¡Qué maravilla! A veces entran ganas de tirar por la calle de en medio, pero no es plan. Y menos ahora que vamos forjando alfajores rellenos de almendras.

En King's Road me presentan a Robbie. ¡Qué gordo! Es bueno pero un poco prepotente. Si escribiera poesía le faltaría el tono. Estoy más que seguro. Lo dejo rodeado de mentiras y falsedades. Tiene máscara.

Llevo unos días pensando en Claudio Rodríguez. En su vida y su poesía. En los escasos pero intensos encuentros mantenidos al borde de un ataque de precisión. Sus versos eran justos, y a veces, cuando sobran palabras le recuerdas. Aprendí mucho de sus consejos, en sus mejores momentos. Las lecturas deben ser islas. Islas aisladas y concéntricas. Escuchas al poeta pero cierras los ojos. Tu mundo es el sentido. Debes buscar la esencia.

Algo más que recuerdo era la exactitud rigurosa del lenguaje. ¡Casi nada! Y no te conformes simplemente con oírlo, debe ser aplicado.

Tono y máscara. Un encuentro formal. Hace frío en Londres. Mucho frío. Y aquí no para de llover. Este mes de febrero es muy extraño.

Pero no olvides nunca, amar se escribe siempre con hache intercalada.


viernes, 5 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y uno) (Tercera Inclinación)



En mi tierra hay mucho arte. Naces en Cádiz, estudias en Puerto Real y te entierran en Chiclana. ¡Casi nada! Los autores de Carnaval se pelean entre ellos como los poetas. Alguien decía ayer que este mundo le daba asco. Y uno se pregunta, ¿asco? ¡Qué palabra más fea!

Me aburren las presentaciones. Queda una. La última. Después me escondo como los topos bajo tierra y a comer bellotas. Guardaré los libros como los frutos del otoño y tendré bien repleta la despensa. Eso sí, los libros serán buenos.

Busco una librería de viejos para llevar los libros malos. Y con el dinero que reporten compraré tabaco. ¡Gracias autores malos por enviar vuestras obras! Estáis contribuyendo a que se acorte mi vida. Un poco más.

Debo hacer una selección de los libros. Si el papel se vendiera al peso (digo vender bien, vamos) tendría un estanco. Voy haciendo un testamento que dejé escrito en El violín mojado (1991). Un tercio de mis bienes es para Abel, otro para mi madre, y el resto para ti. ¡Sí, para ti!

He cogido una inmensa bolsa de bellotas. Son dulces. No tengo cerdos. Los cerdos me acompañan, me siguen, me liberan. Pata negra buena junto a una lectura de versos excelentes. ¡Se puede pedir algo más!

Defraudan las personas como lo hacen los topos. Escondido estaré más guapo. Se libera la pluma. Solías ser un buen hombre, mediocre poeta y algo refinado. Así eras siempre. Y ahora resulta que el paso del tiempo va descubriendo tus limitaciones, tu acojonamiento. ¡Me has defraudado chaval! ¡Me has defraudado!

Te deseo mucha suerte, y por favor, envíame más libros, que se me acaba el tabaco.


jueves, 4 de noviembre de 2010

The Face (sesenta) (Tercera Inclinación)



Una vida desgastada. Lo que hago y lo que digo dejan de formar parte de esta existencia. Y lo he comprobado hoy. Junto a los grandes. Los muy grandes. He tenido que dar explicaciones. No quiero dar explicaciones. Soy un cubo de secretos. ¡Déjame por favor! ¡Déjame!

Estoy queriéndote así. Sin más. Sin explicaciones. Tienes un morro que te lo pisas. Y una vida rica que impresiona. Al menos, me has dejado compuesto y sin forma. Sin saber las cosas que debo saber de ti.

Pierdo la calma. Me tienes cerca y soy incapaz de dar un paso. Pero te quiero. Te adoro. Te digo. Esta pereza y esta tristeza me superan. No me juego nada. Lo que digo y lo que hago te recuerdan. Un poco solamente, no vayamos a hacernos ilusiones.

Se puede amar a la poesía, odiarla, contradecirla, pero nunca envidiarla. Estoy muy cansado de vivir. Mucho. No respondes al teléfono. Nunca das explicaciones cuando necesito saber algo que se ha olvidado. Y esos versos. Esos versos rondando siempre la cabeza.

Entre la poesía y tú, me quedo con la poesía. La vida es totalmente opuesta a la creación. Lo intento, lo recreo, lo reconozco. Defiendo la vida a martillazos, y no puedo, no deseo hacerlo. La poesía llena mucho más que la existencia, es en sí la existencia.

Los grandes escuchaban, y deseaba oírlos a ellos. De nada servían las pausas, los silencios, los secretos guardados en el fondo del alma. Debía hablar. ¡Qué horror! Esto se va pareciendo cada día más a una incógnita perfecta.

Cambio el poema de García Baena porque hay que cambiarlo, retoco un poco el maquillaje, y nada más. Cierro el libro con ganas, con ímpetu. Ahora da pena haber acabado la misión de los niños. Pero aún nos queda el invierno. Gracias Jesús, gracias José María, gracias Pablo, gracias Toi.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

Y el jueves 4 de noviembre, Juan Carlos Aragón en Sevilla






Juan Carlos Aragón, nació en Cádiz en 1967. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla, ha trabajado como profesor de Filosofía y Literatura en institutos de Cádiz y la provincia. En la actualidad se dedica por entero a la creación literaria y musical, actividad que vuelca desde hace muchos años (19) en comparsas y chirigotas del Carnaval de Cádiz con notable éxito. En 2010 ha publicado el ensayo "El Carnaval sin apellidos". La risa que me escondes es su primer libro de poemas.



La web de Juan Carlos Aragón: pinche aquí.


Entrevista en Europa Press.


Información y pedidos: pinche aquí.

The Face (cincuenta y nueve) (Tercera Inclinación)



He pasado por la puerta de un colegio y tengo que agarrarme la cabeza. Siento un enorme dolor. No soporto el ruido, ni la confluencia de tantas personas juntas. Cabezas y cabezas. Todos van rápido, gritando. Los valientes no pueden encontrar la rebeldía. Ni siquiera recuerdo ya los labios. La maravilla ha dejado paso a la cadencia. Y cuando te conocí dejaste la libertad a mi suerte.

Si alguna vez sueño con tu amor, me hago el loco. Hoy te he visto llegar. Estaba escondido tras el portal. Estrenabas incandescencia. He descifrado las virtudes y no hay comparación. Ni siquiera compasión. ¡Qué injusticia! Hay que ver, lo bien que mientes. Vuelvo a agarrarme la cabeza.

Levanto un brazo, intento tocar el cielo y encuentro un conjunto de manías. Imagino entonces palabras, versos. Venecia está muy cerca. Voy aprendiendo. Lo hago muy lentamente.

Un amigo me llama y denomina mis actuaciones como eclécticas. Dice que mi editorial es así. ¡Yo no quiero ser Renacimiento! ¡Ni me interesa! Aperturismo, viaje y orgullo. Lecturas y lecturas, diversas. A ser posible más diversas. Busco la esperanza del verso, la virtud del poema y la chispa del poeta. La gracia y la tristeza no me interesan.

Tampoco defiendo ni la sentimentalidad ni la experiencia. La calidad es ajena a círculos concéntricos, a obstáculos del alma. La maravilla en poesía no existe, se define como grandeza.

Si a la palabra le quitas los dibujos deja de ser poema. Si al tono le eliminas la sangre, me agarro la cabeza. ¡Cuánto dolor!

Paso de lejos por la puerta del Colegio del Santo Ángel de Puerto Real, y ocurre lo mismo. Paso de lejos. Vuelvo la vista atrás para atraer recuerdos. La fachada blanca, la veleta, los nombres que no están, aquellos que no son.

La poesía. ¿La poesía? Amigo, deja pasar cincuenta años, y me reiré de todos. Absolutamente de todos.


martes, 2 de noviembre de 2010

El miércoles 3 de noviembre se presentan los libros de Ángel Mendoza y José María Moreno Carrascal



El próximo día 3 de noviembre (miércoles), y en la Casa del Libro de Sevilla a las 19'30 horas, tendrá lugar la presentación de los libros de Siltolá-Poesía Pájaro negro de Ángel Mendoza (Segundo Premio de Poesía Fundación Ecoem) y Los jardines de hielo de José María Moreno Carrascal (Accésit del Segundo Premio de Poesía Fundación Ecoem).

La presentación correrá a cargo del poeta José Julio Cabanillas.







Entrevista Europa Press.

The Face (cincuenta y ocho) (Tercera Inclinación)



He dudado mucho. Muchísimo. Tengo que preparar el traje y la corbata. ¡Mira que me gustan poco! Sobre un tiovivo. Allí estaremos. Todo sea por el arte. Y total, con tan buena compañía, desde luego es un placer. ¡Joder, el traje tiene manchas! Mañana mismo al tinte. Y la corbata está descosida. De plazo una semana. Hay tiempo.

He dudado. No sabía si incluir el poema Bobby en la selección de García Baena. Pablo dijo que eligiera lo justo. Lo necesario. Pero he dudado. Bobby es una obra de arte. Lo repito y lo conservo. No está bien para la antología.

El poema Bobby, aunque ya apareciera, como inédito, en las Poesías Completas de Visor con prólogo de Luis Antonio de Villena en 1982, pertenece al libro Fieles guirnaldas fugitivas (Rusadir, Melilla, 1990). ¡Qué maravilla!

De ese libro guardo un recuerdo ingrato. El colofón indica que el cuidado de la obra estuvo a cargo del poeta Antonio Abad. Y el pobre Pablo cuando me dedicó el libro, se esforzó en corregir las dos o tres erratas del mismo. Algunas. ¡Siempre se cuela alguna! Un ejemplo, el poema Rama fiel, que cierra el poemario, está dedicado a “Beranbé”. La tinta del bolígrafo de García Baena intenta remediar ese desastre con su pobre amigo Bernabé.

¿Hay que quitarle el Nobel a Cela? El autor de Viaje a la Alcarria (realizado en 1946 y publicado en 1948) se pasó un pelo. Incluso con sus negros. He perdido la ilusión por las dos cartas que me envió. ¿Serán suyas o de Mariano Tudela? Tal vez, después del juicio la firma del negro valga más que la del autor de Padrón. ¡Qué injusticia!

Sólo encuentro rebeldía. Tu boca y tus labios. ¡Qué maravilla! Y aún así dudo. Mucho. No he tocado el cielo, ni he resucitado todavía. ¡Qué rebeldía!

Yo no le quitaría el premio a Cela, a Camilo, ni a José. El juicio es el castigo, por mucho que su hijo le represente, por detrás y por delante. Pero, ¿estarán los negros en el estrado? ¡Qué mentira!

No he logrado descifrar ni la maravilla ni la injusticia, pero me arrepiento. De todo. De todo lo que digo y lo que hago. Desde que vivo en el cielo todo se agudiza. Y tengo la impresión que muero. Muy lentamente, pero muero. ¡Qué maravilla!


lunes, 1 de noviembre de 2010

¡Corre plátano!





The Face (cincuenta y siete) (Tercera Inclinación)



Estuve a punto de perder la calma. Es muy difícil que lo haga, y mucho más que ocurra. Mis manías dejan, poco a poco, de tener incógnitas. Soy una tumba abierta, siempre que el aire entre por todos los poros. Respiro. Tomo un libro de Luis Rosales y, de pronto, llaman a casa. Me pongo las botas (está lloviendo). Salgo. Tengo que recorrer un buen trecho hasta la cancela. Ya allí, unos chicos (bien chicos) me dicen “¿Truco o trato?".

Sonrío. Por un momento se nubla mi vista. Repito versos de Rosales en voz baja. Vuelven a hacerme la misma pregunta mientras yo me cuestiono si es una impresión de los sentidos esta aparición. ¿Cómo es posible que hayan llegado tan lejos? A la A-477. Aquí, entre encinas y pájaros, unos majaras delante de una ironía.

Te has marchado sin avisar. Me quedé dormido en el sofá y el tocadiscos estaba aún funcionando. Lejos no andarás, te puedes perder por las carreteras, y no somos amigos. Seguro que vuelves rápido.

De pronto, le dije a los jóvenes: “¡Vamos, venid conmigo!”. Me siguen. Entramos en casa. Tomamos el camino de la izquierda y ya al final del jardín les invito a que cojan calabazas. "¡Llevaos las que podáis transportar!".

Cada uno tomó una. Eran grandes. Un chaval la arrancó de la mata con los dientes. ¡Qué bestia! Agradecidos chocaron la mano contra la mía, en plan colegas o algo así. Y no somos amigos.

Escucho tu voz a lo lejos. No calculo la distancia. Tampoco calculo las veces que he repetido los mismos poemas, o he creado versos sobre otros ya cerrados. Debemos volver a la base, a la esencia, a la autenticidad. Y sólo se llega por el camino de la creación trabajada.

El fin del poeta es transmitir un mensaje. El mismo. El único. El auténtico. Es nuestra misión. Y para ello destinaremos los recursos necesarios y suficientes. Pero el mensaje es uno. Exclusivamente uno. Y se puede presentar de muchas formas. Las mismas que te llevan a él, una y otra vez.

Has llegado. ¿Somos amigos? Mira que hoy estoy generoso y te puedo regalar una calabaza.