miércoles, 27 de octubre de 2010

The Face (cincuenta y dos) (Tercera Inclinación)



Debe ser obligatoria la lectura de P.G.B. en todos los nuevos poetas. Al igual que deben leer a M.V.A., A.C. o C.R. Pasa el tiempo y esto mismo fue lo que dije en Sobre la literatura y el arte (1986). Son cuatro formas distintas de entender la poesía, cuatro fórmulas matemáticas con una misma solución. Cuatro caminos que conducen a Roma. Claudio, Antonio, María Victoria y Pablo.

Ahora pienso que ni un solo poema se libra de ese estilo eterno. La eternidad suspende el viaje unas semanas. Apenas sé nada pero deseo aprender todo. La humildad se consigue mientras escuchas. Y por más que rebusco en las entrañas de los versos de García Baena, Atencia, Colinas o Rodríguez no encuentro nada que desentone en sus propios márgenes, en su manifestación.

Es tan difícil mantener el tono como lo es mantener el tipo. Huelo a lluvia. Han cerrado los bares y doy gracias pues los libros tienen plastificadas las cubiertas. Sudan las manos y se manchan de sangre los versos, la propia vida.

Si mañana me llamas no descolgaré el teléfono. A nadie. Quiero hacer obligatorio mis actos. Cuando el tono me reclame imaginaré tus hechos, los rostros, esos acontecimientos que se omiten o se agregan al diccionario. Sueño con ese día cada amanecer. Un día sin vida ajena. Un día para los obstáculos del alma.

Pero ese día no llega. Este principio de ironía desespera y estoy a punto de arrojar los libros a un contenedor. No lo hago. Da pena desprenderse de dedicatorias justificadas e injustificantes. Quiero aprender más cosas de ti, de vosotros, pero por favor no me llaméis. No hace falta. Huelo más a lluvia. Será mañana. Mañana será.

Vuelven a abrir los bares. Una bulería se escucha a lo lejos. Parece un poema. Es un poema.