viernes, 29 de octubre de 2010

The Face (cincuenta y cuatro) (Tercera Inclinación)



Vivía en Sevilla cuando Diego Ropero presentó en Moguer su carpeta de poemas Dioses. El acto tuvo lugar en el ayuntamiento. Paco Díaz Olivares era alcalde. Acudía por carretera (la autovía era una obra interminable) y de pronto me estrellé contra un coche. Mi morro destrozado. Una grúa nos llevó a la presentación.

Ya de madrugada, y tras mis insistentes conversaciones con la compañía de seguros, otra grúa nos trajo de vuelta a Sevilla. Durante el encuentro literario pude comprobar que ese municipio vive la poesía con una intensidad sorprendente. Con la misma pasión que tenía J.R.J. Era un tiempo de luces, el color del cielo delimitaba la existencia, la admirable conjunción de versos, pasteles y el color blanco de las casas.

Mi estancia en Moguer me hacía levantar de madrugada. Acudía a oler el pan recién hecho a la Plaza del Cabildo. Conversaba con las personas encargadas de fabricar un manjar caliente y que en ocasiones molestaba el mismísimo estómago. Pero esa hostia desprendía versos, encontraba un maná al amanecer.

No fui capaz de valorar la obra de Juan Ramón hasta más tarde. Justo cuando leí su música poética. Su acidez personal. Su conjunción de sabiduría popular y mágica. ¡Qué grande es el poeta de Moguer! Infinito, ilimitado, eterno, y sobre todo inagotable.

Si hay que elegir entre Cernuda y Juan Ramón, desde luego no dudo. Hay que ser gilipollas para decir lo contrario. Pero ¿qué es lo diferente? La grandeza, la universalidad. La diferencia entre presente y relativo. ¿Os parece poco?

La justa medida existente entre sujeto y predicado es lo que aún no conozco de ti. ¿Te parece poco? Aunque existan las frases, las elipsis, las secciones musicales o femeninas. El propio sentido semiótico de las copulaciones.

Pasan los días y el sol de enero apenas daña las proposiciones. Un sintagma aparece escondido. ¡Cuánta ironía que desconoces!