jueves, 24 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLV)



Existimos nosotros, pero ¿realmente hemos dejado de ser en algún momento? Dice dios que tan sólo existe quien realmente es, quien realmente desea ser. La duda es un orgullo, y como tal no es. Deja sitio en la pureza de la esencia, no manifiesta sus contemplaciones.

En la poesía ocurre lo mismo. Puedes ser o desear ser, pero tenerlo asumido te sumerge, te convierte en despropósito.

Los calabacines que recojo cada día, hasta que se acaben, son un verdadero y significante despropósito. Menos de un kilo y medio no pesa ninguno, y ni están huecos ni tienen pepitas. Aunque aparente cansancio en la alimentación, a la plancha, junto a unos pimientos, están exquisitos.

Siempre junto a. Todos desean estar junto a. JRJ, Hernández, Rosales. Junto a. Al lado de. No por debajo, ni tal vez por encima (¡qué burrada!). Los poetas exclusivamente observan el horizonte, nunca la verticalidad.

La realidad de este país es vertical (debe ser así). Siempre observo el huerto en vertical, nunca en horizontal. Se aprecia mejor el crecimiento exponencial de las verduras, de los versos.

Los libros de poemas que se hacen en España son enormes, como los calabacines, pero horizontales, planos. No hay repuntes de energía, ni chispa. El corazón se ha apagado como en alguien ya muerto. Una gran línea horizontal e infinita está repleta de versos.

De vez en cuando existe esa subida, como en la bolsa. Ese nombre, ese poeta que crea y existe. Que es y desea ser. Con pureza, con esencia.

Pero al momento vuelve la gran línea horizontal del desconcierto. ¿O tal vez despropósito?