viernes, 18 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLII)



Nath ha venido a visitarme. ¡Cómo suena mi Custom! Se ha enterado que he perdido la media vida que me quedaba y ha hecho una visita.

Aunque mañana duerma en Madrid, el sábado estaré en Londres. Dice ella que he tenido mala suerte, y le respondo que la vida es el síntoma del odio. Todo por hacer y nada por dejar.

Una circunstancia es una aproximación y entre dos actos sólo queda el misterio. Aunque dios reprocha mis actos yo los apruebo. Odio la palabra valores y no permito que se repita el término en hechos esporádicos.

Poesía es sinónimo de placer y cuerpo de elemento. Venir de México a España sin escala es la fase de un neutro. Todo lo permitido es deuda aunque lo contraído se retorne al mismo fin. Debo decir adiós a muchas cosas.

Y aunque faltan palabras en el diccionario (ya se enterarán ustedes), la visita se agradece.

Me jode no tener una nevera para ofrecer hielo. Pero un whisky sin hielo sabe a gloria, derrocha eternidad.

¡Malditos mosquitos! La conquista se deshace como el agua. Y el whisky caliente aporta el calor que otros otorgan. Siento el dolor en la lengua, en los labios.

Está más gruesa. Ya no guarda régimen. La carne es el producto del pecado, y en demasía apenas se soporta. ¡Mira que soy desagradable!

De esa media vida apenas queda un cuarto. La justa medida del desengaño. La que no impresiona y reconoce. ¡Mucha suerte Ángel Mendoza! ¡Mucha suerte Tomás R. Reyes! Es la suerte quien nos proporciona ejecución.

Ahora debo dormir. Y no respondo. Escucho pero no oigo. Determino. Una visita que esperaba pero no imaginaba.

Todos duermen. Mi casa no es la casa de dios. Somos un estado laico. México sigue siendo de los cabrones.