jueves, 17 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLI)



Hay que establecer una diferencia entre los poetas del mundo y los poetas mundanos. Los primeros suelen ser personas normales que soportan la carga del verso en sus espaldas. Los segundos son ordinarios de lo absurdo.

Una sobrecarga de tensión a 380 ha destrozado la media vida que me quedaba. Los electrodomésticos han pasado de ser del mundo a ser mundanos. Hay que tirarlos. ¡Qué absurdo!

Me preocupó el césped. Ya se han arreglado las electroválvulas y pueden seguir recibiendo su porción o fragmento de agua. Un aporte para evitar la sequía. Que me quede sin tele da igual. ¡Para lo que hay que ver!

Estar en el mundo es casi eterno. Y eso que dios oye hablar de sobrecarga y sale corriendo. Como si su vida estuviera compuesta de fases y de neutros.

Cuando ocurra otra vez lo mismo los técnicos han establecido un sistema para llevar a la tierra la subida de tensión. La pobre tierra soporta, mundanamente, todo lo que sobra en exceso. A veces hasta recibe versos impropios y ordinarios.

He recibido el segundo libro de poemas de Olga Bernad. Una joyita envuelta en versos limpios. Una obra de arte propia de los atareados. Se ha superado, Olga se ha superado. Hasta dios ha tomado el libro entre sus manos y ha dicho con el tono de Jurado: “¡Esto me gusta más que lo que he leído hasta ahora!”. Y tiene razón, las caricias ya son historia.

Un poeta del mundo debe comunicarse con los poetas mundanos, aunque sea en lenguaje de signos o en morse. Nunca se entenderán y el proceso estará incompleto.

Los poetas del mundo son fases, y los mundanos neutros. Pero por favor hasta 240 soportamos, un poco más nos determina siempre.