lunes, 31 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXXII)



El bosque se seca, se muere. No es falta de agua. Es el amor de los hombres que se ha perdido. Ya no existe nada capaz de soportar el sentido de lo manifestable. El silencio se vuelve olor. Olor a madera seca. Lo impregna todo. La verdad, el sentimiento.

La tierra se seca. Está dura e hinchada. No crece nada. Las piedras que han vivido en ella se calientan y no dejan paso a la vida.

La sustancia ha perdido, se ha perdido. Y con ella sus elementos. La esencia, el género y el propio sujeto.

Pensamos en silogismos capaces de hacernos cambiar de opinión, pero sólo nos engañan.

Vemos lo visible y ahí nos quedamos. Lo invisible es la causa. Lo que hace que el bosque, la tierra y la sustancia hayan perdido su materia.

El verbo perder se repite como las matemáticas, pero la ecuación no tiene incógnitas. Es el problema de nuestra vida.

Queremos ver las ideas y no llegamos a ellas. Y aferramos nuestro entendimiento a seguir querer viéndolas. Una idea se concibe, como se crea un poema. Y vemos su grandeza cuando ésta no existe.

Se ha concebido pero no podemos juzgar nuestra propia creación. No debemos hacerlo. Si se realiza, el poema se vuelve bosque, y tierra, y sustancia. Y no concebimos poesía, hacemos versos.

Hacedores de versos hay muchos, y están secos, perdidos.


viernes, 28 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXXI)



No podía pensar que hubiera tantos impresentables juntos en pocos metros cuadrados. Tantos y tan pocos. Es la teoría de la abundancia. Riegas las macetas con premura y las hojas crecen, y florecen las artes.

Un muletazo de Morante vale un paisaje urbano. Un cuadro costumbrista de otro siglo. Una pintura de alguien que dice pintar como los ángeles.

No se entiende lo que digo, no se responde a las preguntas. Se afirma y se afirma sin saber escuchar, o mejor, sin saber oír.

Un día el hombre dejará de estar solo, pero por favor que tarde, que tarde lo previsible y lo infinito.

Todo lo que me rodea es un diálogo de Platón. O mejor un álogo.

Me pongo nervioso cuando dios sale a dar un paseo. Ha hecho amistad con el cabrero y vuelve a las tantas. Cuando recoge el rebaño.

Salió a las cinco y son las tres de la mañana. Llegará exhausto, con hambre. Todavía queda medio calabacín.

Las hormigas, como los poetas, se han comido el alimento de los pájaros. Tendré que coger una manguera y matarlas a todas. Como a los poetas, que mueren en su propia desesperación.

Llega dios, y lo hace sin hacer ruido. Piensa que estoy dormido y se sorprende. Nadie se acordaba de Luis Rosales y ahora Rosales hasta en la sopa (justamente). Zamarreño, Grande. Los de siempre. Los que leíamos los amantes de Rosales.

Y ahora, estos hijos de dios, han descubierto a un poeta. Impresentables. Poetas.

La ignorancia se funde como el queso, y hay que hablar de algo. Hay que llenar las páginas de algo. Y Rosales suena bien. No lleva acento y tiene tres vocales.


jueves, 27 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXX)



Cuando el acento golpea fuertemente en el cielo se estremece hasta el aire. Hoy he colgado casitas para pájaros en las encinas. El rabilargo es el de la cola azul que tanto me gusta. Le dejo comida y acude, me mira y se escapa.

El rabilargo ha anidado en un acebuche. Hasta seis veo simultáneamente. Son preciosos. Sobre el pozo he dejado algún manjar y sobre él se posan para comer. Nerviosos miran a todas partes.

Ya hace calor. Los últimos libros los tengo en el porche. En algunos han defecado las salamanquesas. Omito los nombres, de momento.

No apetece nada, ni siquiera conducir. He cogido un calabacín de dos kilos. Pesa igual que algunos libros malos, ocurre que la poesía no se puede poner en la plancha con un poco de aceite y sal.

Ayer camino de Granada leí dos libros de poemas. Pésimos. Lamentables. Últimamente lo que llega parece un safari.

El acento sigue golpeando la frente. No sé si es el calor o la angustia.

Cuando el acento golpea, los rabilargos se marchan. Tardan un tiempo en llegar. No hay ruido de aves. Nada se escucha.

Tengo que limpiar los libros del porche. La mayor cagada ha caído en el de Gamoneda. En algunos corro a por un papel para evitar el deterioro, para intentar que no se vaya el brillo del plastificado.

Hay que retractilar los libros. Entre la humedad y el acento, todo es presumible.

Volvamos a la lengua, y a sus limitaciones.


miércoles, 26 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXIX)



En 1944, en el diario ABC, Julio Camba escribió un artículo de tremenda actualidad. Lo leo en el día de hoy en voz alta (para que dios lo escuche), y su vigencia es abismal.

Lo titulaba “El mal del siglo”. Decía que ese mal afectaba a los poetas que morían jóvenes. El motivo lo definía como el choque de los ideales de los líricos con la realidad.

Todos los poetas estaban tristes, pálidos, mal alimentados. El coeficiente de mortalidad en la especie era muy elevado. Una plaga. El mal del siglo.

Pero se cachondeaba de la sociedad, de los poetas, y hasta del mismo Donnvay. Camba era un irreverente.

¿Estaban pálidos, tristes y macilentos porque eran poetas o eran poetas, precisamente, porque estaban pálidos, tristes y macilentos?”-apuntaba-.

Hoy día más de la mitad de los poetas, inscritos en el registro oficial de poetas, son funcionarios. Pero siguen estando tristes y pálidos.

Eso de tomar la tiza, la impresora o el fonendo no va con ellos. Buscan algo más, aunque en el fondo y en la forma, sigan siendo poetas.

Decía uno el otro día en casa que él escribía sus poemas en el ordenador. Su pantalla era su cuaderno, y las teclas le permitían corregir una vez y otra vez hasta estar tremendamente satisfecho de su creación.

Cuando el poema estaba “cerrado” pdf al canto, para evitar que el corrector ortográfico pudiera o pudiese jugarle una mala pasada.

Lo miré fijamente a los ojos, recordé todas y cada una de las explicaciones que me había dado y le dije: “¡Si Camba levantara la cabeza, pedazo de gilipollas!


martes, 25 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXVIII)



Mañana es el cumpleaños de Juan Carlos Aragón. 43 tacos. Y mira que lleva años echando cojones en el Falla.

Recuerdo esos pasodobles que tenemos a medias ahora en la memoria, no el de dios, tal vez el de las letras, pero mejor el de Cádiz. Dice dios que Las noches de bohemia le gustan más que Los comparsistas se la dan de artistas. Y le repito que atento a Los Príncipes en 2011. ¡Se va a enterar!

A estos españoles no es que se le caigan los güevos, es que no los tienen. Con la que tenemos encima y todos calladitos como putas en redil. Los sindicatos callados, los funcionarios callados, los empresarios callados.

El único que habla es Montilla, y lo hace en catalán, en vasco y en gallego. ¡Qué asco!

Los políticos no tienen güevos, tienen la cara muy dura. Todos. Absolutamente todos.

Cadión es Cádiz, es dios, pero también es cojón. Pura poesía. Conmemorar el bicentenario del Pepón a dos manos mientras se sigue buscando el camello de la alcaldesa. Tumbarse en el sofá y encender la tele.

Esa es la España de los españoles.

Aragón, felicidades. ¡Qué pases un buen día! Te envía saludos dios, cojones.


lunes, 24 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXVII)



Nada vuelve a sus orígenes ya que nada existe. Ni siquiera nosotros. Hemos inventado nuestra vida a base de deseos, exclusivamente sentimientos irrealizables.

Existe el poeta poeta. He conocido a pocos a lo largo de la vida, a muy pocos. El hombre poeta o ser humano poeta es un impresentable. Un ser humano. Un falso, un egoísta y un envidioso.

Hombre o mujer. Táchese lo que no proceda. O al menos, déjelo crecer como a un árbol. ¡Algo bueno tendrá!

Y no existe nada bueno, ni siquiera la infancia. Un elemento acorde con el tiempo y engañado por nuestras propias miserias, por nuestros propios deseos.

Decir que queremos algo se puede hacer de muchas maneras, formas infinitas. Pero ninguna es real. Ya que nada existe.

El poeta poeta es el ser capaz de definir y comprender, de escuchar y oír, de reír y llorar, de no molestar si es molestado. En cambio el aprendiz de árbol o nube es un experimento de vida, para seguir siendo acoso.

El poeta poeta existe y ha existido siempre sin necesidad del ser humano. No necesita nada para vivir, nada. Y a nadie. La soledad es silencio y el silencio determina, engrandece la pasión, define, escucha, llora.

Hace muchos años un poeta poeta escribió un libro, y hoy los seres humanos se cansan de los libros y los hacen memoria aleatoria.

Un recuerdo es un lujo, pero un sentimiento una desesperación. Dejemos la verdad para otro tiempo, el poema inconcluso y aún no escrito, figura ya en la mejor de las antologías.


jueves, 20 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXVI)



Odio al ser humano. Al hombre, a la mujer. Son falsos, egoístas y envidiosos. Por eso vivo con dios. Y amo las nubes y los árboles. No son falsos, ni egoístas, ni envidiosos.

En la historia de la poesía se ha cantado mucho al ser humano para menosprecio de la propia poesía. En cambio, el canto a la naturaleza (aunque también presente) ha sido en menor escala.

¡Qué bella es una nube! ¡Qué ardiente es un árbol!

Dice dios que estoy como una cabra. Prefiero estar como un acebuche, como una encina o como un olivo. Estar como un cúmulo tampoco estaría mal.

La naturaleza, así como la infancia, son de difícil llegada. De complicada expresión. Por eso odio al ser humano, por sus limitaciones.

¿Cuándo se descubre la verdad? ¿Tal vez en un poema? Los sentimientos dejan de existir en la verdad.

Los sentimientos son falsos, egoístas y envidiosos.

La nube sigue pasando sobre nuestras cabezas.


miércoles, 19 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXV)



Debes ir a tu aire, no dejes que te lleven. Olvídate del mundo y date una vuelta por él. Así, desnudo, sin papeles. Nunca llevo encima el dni, total, molesta en los bolsillos. En las manos sudan los libros que van quedando en las paradas.

En una cafetería dejé a Trapiello, en otra a Blanca, en la librería de mi amigo a Pilar. Yo voy prestando todo lo que tengo. Menos el coche. ¡Nunca dejes el coche! Es un error hacerlo y después te arrepientes.

Está dios enfadado. Lleva unos días terribles. Le invité a un whisky en la piscina y encendió una pipa sin mirar. ¡Estos topos acabarán en el skimer! Se lo comen todo. Los versos de Neruda son ahora unas hojillas manchadas de baba.

Tanto hablar de Miguel Hernández provoca dos acontecimientos. Uno de amor y otro de odio. Que fue un gran poeta no lo duda nadie, pero los acontecimientos se realizan a salto de mata. Lamentable el homenaje en Sevilla. ¡Qué altura! ¿Qué altura?

Silba, lleva las manos en los bolsillos y usa sombrero. El calor aprieta ahora un poco.

Dice Juan Carlos Aragón que el Carnaval es un concurso de letras, y que dentro huele a hospital (yo diría a podrido). Tiene razón. A hospital terminal. Pero echo de menos la fiesta, ese concurso, esas letras. De momento me conformo con los poemas de Aragón que revisamos, letras, sí, pero letras de altura.

Aire y altura. Dos palabras unidas por vocales. Toma un poco de aire para coger altura. Y saluda en los pasillos a Tomás Rodríguez Reyes para hablar de José Luis Rey (¡Silencio, se rueda!).

Alguien me envía un mensaje y dice que ha saludado a Gimferrer. ¡Coño, qué poeta más feo! ¿Qué altura?

Sigo a mi aire, leyendo a Cabanillas, José Julio. Aire y altura sin dudarlo.


Manolo





lunes, 17 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXIII)



Descubrir que has fracasado como hombre es una sensación extraña. Una mezcla de Gil de Biedma y Antonio Gamoneda. Comprobar lo que has tenido ocasión de hacer, lo que podría haber sido y lo que ha sido. Y ha sido mucho pero también nada.

El fracaso es la sensación del perjuicio. Una indemnización sin recibo de vuelta. Volver a lo mismo de manera gratuita y hacer constar las sombras. Nunca sale el sol si es primavera.

La creación es un fracaso constante. Nadie puede pensar lo contrario. Hacerlo sería desmesurado. Sería como entender a Platón sin argumentos.

La creación es fracaso. Y el fracaso enriquece. Porque llega un momento que deja de ser fracaso. Es virtud, tono, armonía, ritmo.

Mientras el hombre asimila su funesto ser, la creación se enriquece del fracaso para hacerse grande. Eterna.

Y dicen que es poesía (eso cree dios). Lo siguen comentando. Se escuchan las campanas que anuncian ese malogrado sin sentir, sin vivir, sin ser.

Una verdad es grande cuando se ha hecho pequeña con anterioridad. Creer lo contrario es un error. Y el fracaso es necesario para vivir y sobre todo, para crear.


viernes, 14 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXII)



Amanece y se pone con el sol


Esta crisis nos mata. Nos hunde. Salimos a correr para despejar el fondo e intentar conservar la forma. El ritmo acaricia la leve brisa de la mañana. El tono es constante.

Si avanzamos en ritmo es posible que los lectores no consigan graduarse la vista. Si modificamos el tono las líneas horizontales pasan a ser verticales e incluso, pueden molestar los árboles del campo.

Ha saltado un conejo. Puede ser una liebre. Ni siquiera ha mirado. No se ha dado cuenta que los pasos en el asfalto eran constantes.

Las pisadas de dios estremecen el arcén.

Hay que tener ritmo y tono en la cabeza, como si de una melodía se tratara. Vivir con ello. Amar con ello. Shakespeare nunca fue capaz de asimilarlo. Otra opción. Era otra opción, pero no acertada.

En esta época del año las aves dominan el cielo. Hay unas, con la cola azulada, que se dejan caer en el aterrizaje.

Es un vuelo tan suave que su visión nos enriquece, nos determina.

La forma es bellísima, el fondo repleto de contenido (nada amplio por cierto), el ritmo leve y el tono constante.



Pues no nos vengan con que eso es poesía

miércoles, 12 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXI)



La forma determina. La forma nos delata. La forma del tradicional lenguaje poético cae en su propio error. La forma se acaba y el fondo prevalece. ¿Qué es un fondo sin forma? ¿Un fondo sin forma real, y meramente artística, puede llevarnos al engaño?

La mayoría de los poetas cuidan la forma. Están faltos de fondo. Hacer coincidir forma, fondo, ritmo y tono supone el clímax lírico, la verdad.

Cada día que pasa veo menos. Si acerco a mis ojos unas letras pequeñas veo nubes. Visión nublada, poesía cansada.

Dios utiliza gafas de lectura. Ha exprimido tanto a Parra que confunde su forma con el fondo.

Dos topos pequeños han muerto en la piscina. Se han ahogado. Como un mal poema han oprimido su forma en el fondo de la piscina.

Y ahora quiere jugar al ajedrez. Se ha quitado las gafas, dios ha dejado las gafas sobre la mesa. Me ha ahogado. No ha valido el jaque pero ha impedido que mueva ficha.

En la vida moderna no se juega al ajedrez. Ni se utiliza la forma del tradicional lenguaje poético. Se imita. Se corrige. Se ahoga.

Recuerdo “Después de la muerte” de Gil de Biedma. Recuerdo versos. Los vasos de vino (blanco) junto a la piscina y la apagada explosión de tu cuerpo en el agua.

Como dos topos ahogados. El poeta y dios se miran. Hay distancia, falta el tono.


Cadión (Elogio de la Irreverencia XX)



La verdad es el cúmulo de ofertas que nos presenta y regala la vida. La verdad es el recuerdo, la poesía que deja de escribirse y siempre permanece. Un encuentro definido por la creación sin contar con ella para realizarse.

La supresión de los comentarios personales en el proceso de creación es acertada, es rigurosa, pero no es verdadera. El artista no puede ocultar su rigor y su experiencia. Utilizar el idioma, el lenguaje como vehículo, deja paso al desengaño. El idioma es el medio y es la esencia.

Todo lo demás se corrobora. La teoría de Parra sobre la histeria y la frustración es completamente cierta. Eso es la poesía. ¿O tal vez la antipoesía?

Poesía es antipoesía y viceversa. Es verdad.

Dice el callista de Tomares que un amigo abre un nuevo bar en Sevilla. Muy cerca de donde trabaja Julio, más cerca de donde vive Romano. El establecimiento se llamará Cadión.

¡Menudo honor! Comenta dios que ya tendremos un lugar para regar la eternidad. A unos cuarenta kilómetros de casa, de la isla, pero un lugar verdadero.

La experiencia determina la creación y la experiencia tiene que ser contada. Es la verdad.


lunes, 10 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XIX)



Dicen que dios es amor. Amor infinito. Y es el amor lo que destruye al hombre. Tal vez por eso se haya afectado tanto.

Reconoce que creía haber leído “Es la mujer la que destruye al hombre”, pero no, es el amor. Entiéndase el amor como algo eterno e inmutable. Entiéndase como se quiera, aunque sólo existe una forma posible en el amor.

Eusebio me acaba de regalar el libro dedicado con la “H”. No la puso intercalada. Ya existen suficientes conciencias intercaladas como para delimitar la ignorancia con una justa palabra muda.

Pero en esta ocasión no era la palabra justa. Era un añadido, un pegote de letra, bien legible por cierto. Caligrafía de cuerdos o ignorantes. Caligrafía de cuadernillos antiguos.

Siempre he defendido al remedio como una de las causas más importantes de la creación. Ocurre, que el remedio existe hasta que deja de ser remedio y se convierte en rutina. No bajemos la guardia. El cansancio lleva implícito un proceso.

Después de dar todo en una vida, que es eterna, y decidir poner en barbecho su existencia (se ha venido a vivir conmigo), resulta que dios duda. Pero la duda enriquece al poema. La duda determina su grandeza, la duda hace eterno al hombre.

Conformarse en el remedio y en la duda. Así vivimos. Jadeamos esencia. Reproducimos verdades.

Lo he cogido del brazo y hemos dado un paseo por Siltolá. Al llegar le he dicho:

“El poeta es un simple locutor. Él no responde por las malas noticias”
.


Cadión (Elogio de la Irreverencia XVIII)



He tenido mala fortuna, mal ángel –como dirían algunos-. Dejé un libro encima de la mesa del comedor y al llegar por la noche, a dios le ha afectado. No para de repetir una frase de la antología de Parra. Y la repite de nuevo, es una obsesión.

Tienes el apellido de tu padre, y sigues viviendo de él. Poeta hombre o poeta mujer. Mal nacido. Ignorante. No puedes construir dos frases con sentido y publicas poemarios que papá o mamá recomiendan. Un día no muy lejano en la presentación de un libro tuyo, un desconocido te solicitó una dedicatoria. Se llamaba Eusebio, y le has colocado la “H” a ese nombre. ¿Y escribes poemas? ¿Eres capaz de articular una simple conversación indeterminada?

Me está cansando y poniendo nervioso la dichosa frasecita de dios. ¡No tuve que haber dejado el libro!

En el proceso de la creación no intervienen muchos factores, aunque creas lo contrario. Factores escasos, pero mucha alma, sentido común y remedio.

Se han muerto las mimosas. En su lugar he plantado un abeto y una falsa pimienta. ¿Habrá suerte?

No perdamos la suerte, pero tampoco dejemos que crie malvas. La fortuna es un bien escaso desconocido.

Se ha acercado dios a mi despacho, y en voz baja ha repetido la frase:

“Es el amor lo que destruye al hombre”.


viernes, 7 de mayo de 2010

Nicanor Parra

El Brujo (1995)



El Brujo (1995). Antonio Martínez Ares.


Será que vuelvo como un falderillo.
Será que tú no me dejas marchar.
Será que en la guitarra está el remedio.
Será que no soy nada sin disfraz.
Será que tú me quieres, yo te canto.
Será que yo no pido y tú me das.
Será que cada año es otro año.
Será que nos mantiene el Carnaval.
Será que el primer premio
sólo importa, al que te quiere ver perder,
que vengo para hacer tu historia.
Será que el corazón quiere volver.
Será Cai que estoy como al principio
por tu culpa embrujao, embrujaito.

Música de caracolas
y un toque de cangrejitos.
Sombra de azoteas moras,
chispa de ojitos fenicios.
Una pizquita de levantera
y las penitas de treinta siglos.
Un pico de luna de la Caleta
una torreta de San Francisco.
Añádele un pasodoble,
agrégale un estribillo,
pa ser brujito de Cai
te hace falta un bebedizo.

Y deja que la receta
se la lleve el Vaporcito, por la Alameda.
Que sí, que no, que no, que no,
que sí, que no,
que no, que sí, que yo no sé cómo formar
¡ay un conjuro pa que tú me quieras a mí!
Que no, que sí, que sí, que sí, que no, que sí,
que sí, que no, que no sé cómo librarme
de tus brazos y salir de esta prisión…
por la Alameda.

La cárcel para el recluta
que antepone su conciencia.
Fianza pa los banqueros
que nos roban la vergüenza.
Grilletes para las lenguas
de vascos y catalanes.
Oído a tantos partidos
chaqueteros y charlatanes.
Fuera el argentino, el marroquí,
que nos quitan las habichuelas
que esta España es un país
pa ladrones de primera.
Huelgas, ETA, paraos, ¡qué mogollón!
Felipe que no te enteras,
que nos vemos cara al sol.
Canta Cai, mi Cai, un febrero más,
que mientras cantas chiquilla,
no te acuerdas de llorar.

Quién te ha hecho un maleficio
pa que nunca más despiertes
que te faltan tus barquitos
y te sobran tantas redes.
Se nos van por nuestras coplas
Siempre algo de lo mismo
y el caldero ya rebosa
tres por cuatro compromisos.
Contra el llanto, purpurina,
contra el paro, febrerillos,
contra el hambre, bambalinas,
contra el miedo, papelillos.
Yo nací pa ser brujito
y librarte de los males,
lástima que mis hechizos
sólo sirven en Carnavales,
en Carnavales.

Vente a la calle febrero
pa enseñarte brujerías,
dejaremos en el aire
las penas de cada día.
Tú grita ¡abracadabra!
y ya estamos en La Viña.
Saca de tu bolsa polvitos de plata,
un ramo de flores, pa las niñas guapas.
Cuarto de charanga, medio de ilegal,
tu primer hechizo no te fue tan mal.
Brujitibirimarramundiaquitanquipirai,
si no haces el trabalenguas
podrán decirte que no eres de Cai.
Aparece y desaparece por cualquier barrio,
apréndete el tango Los Anticuarios,
ponte colorete que es necesario.
Mira como el fuego se mete en tus venas.
Mira cómo hierve, mira cómo quema.
Qué mejor hoguera pa un pobre brujito
y morir en plaza con los cuplecitos.
Vengan serpentinas, venga un tatachán,
desde Puertatierra a la Catedral.
Quédate con el cante que esta es
la magia del Carnaval.

Caminando, caminando, caminando.
Una España que se calla, otra hablando.
Unos que no quieren sangre,
otros matando y seguimos caminando.
El Sur que no encuentra agua ni llorando
y el Norte poniendo muros, mientras tanto
y cada día más viejos recordando.
Sí, medio mundo de ricos,
medio agonizando.
En el nombre del progreso, torturando,
¿de qué color es tu cara? sentenciando.
Niños jugando a la guerra, aplastando,
asesinando, sufriendo, clamando…
Y seguimos caminando.

Resuenen rayos y truenos,
que se despierten las olas,
que está muy triste mi Cai, llora.
Que hablen ya tus campanas
desde El Pópulo hasta El Carmen,
que yo quiero que viva
y otros quieren enterrarte.
Qué pena más grande, qué pena,
mendigando las promesas.
Tantos poetas que tienes
y ninguno se revela.
Derrama tu sangre salada
por tus barrios y tus calles.
A ver si así se dan cuenta
que estoy perdiendo a mi mare.

Brujita, lo siento, brujita,
se acabaron mis hechizos.
Si no puedo darte vida
deja que muera contigo.
Si no puedo darte vida
deja que muera contigo.
Si no puedo darte vida…

martes, 4 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XVII)



Tengo que invitar a casa al callista de Tomares. Creo que a dios le hará mucha ilusión conocerlo. Un individuo joven y discreto, simpático, pero muy directo. Si tiene que decir algo, lo dice. No se muerde la lengua, la engorda.

No entiende de poesía, y cree que los líricos somos gente de mal. Locos, bohemios, una mala familia de la sociedad. Individuos que piensan en las musas e incapaces de hacer algo por este tiempo que corre.

Este tiempo que corre no es el mío. Y por pensar, no dejo de observar a la puñetera araña que viene derecha hacia mi rodilla. Cuando veo un insecto le llamo como a un escritor.

Detesto a las hormigas. Además de fumigarlas, las llamo Larsson. Y las piso. ¡Esta se va a ir con los hombres que no amaban a las mujeres! ¡Y tú te irás al bidón de gasolina!

A los saltamontes machos los llamo Quevedos y a las hembras Góngoras. Si se entretienen utilizan su discurso elemental copulativo.

Hay insectos que denomino Muñoz Molina, y Fernández Mallo, y, como diría E G-M, hasta los hay Benjamín Prado. Hay segundas ediciones de Blanca Andreu, y primeras de autores desconocidos.

Pero como el callista de Tomares ningún insecto. Tengo que invitarlo a Siltolá, a ver si acepta.


lunes, 3 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XVI)



Siempre aparece la ley de la causa y el efecto. No desea, ni puede, dejarnos en paz, limita nuestras acciones y no nos convence. Cuando me canso de tanta poesía leo a Platón, y a Nicanor. Parra escribe antipoemas.

Dice Tomás Rodríguez Reyes que vislumbré un libro donde no lo había. Lo ha dicho a Europa Press. Y no puedo estar de acuerdo. El libro existía, era evidente. ¡Y tan evidente! El poeta cierra los ojos y confunde erudición con cultura. Causa con efecto.

El erudito cansa (¿o causa problemas?). Resulta desagradable a la vista, al tacto, al gusto y, a veces, hasta al olfato. Se cree que ha descubierto el mundo, que su capacidad intelectual radica en hemiciclos funcionales y líricos.

Ser culto es una ventaja. Platón era culto, Parra también. Y Rodríguez Reyes nos lo demuestra en su poesía. Necesaria y vigente. ¡Dejemos el mundo y sus simplezas! Entremos más adentro en la espesura, como decía Zambrano.

A veces ocurre que la espesura está repleta de maleza y el poeta no puede ver más allá. Pero para eso están los versos, la causa y el efecto. Lo que podría haber sido siempre resulta, siempre es.

A dios le gustan mucho los videoclips musicales. Cuando se aburre pone una cadena de música y no deja de verlos. Son breves, constantes, atractivos.

La música y la literatura se diferencian como la causa y el efecto. Como la erudición y la cultura. Cotta y Rodríguez Reyes son poetas cultos. Y eso se observa. Pero tengamos en cuenta el futuro. Cuando la cultura se desarrolla el resultado es sorprendente. Pocos pueden llegar, y ellos ya lo han hecho.