martes, 6 de abril de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia VIII)



Hay una diferencia entre el agradecimiento y el desagravio. Se trata de la impostura. Manejar las coordenadas del sentido hasta hacerlas extremadamente simples, correctas.

Nadie agradece. Su postura radica en recibir y nunca dar. En otorgar silencios ajenos a las virtudes.

De nada sirve rezar, pedir o llorar. Al menos en esta casa que odia el juego y el verso improvisado.

Un ladrido, un olor, un estremecimiento tal vez. Situaciones de por sí faltas de agradecimiento prematuro.

Cuando eres mayor te conviertes en insoportable, insolente, pero también indolente.

¡Te va a aguantar tu sombra! O quizá, el verso libre.