martes, 30 de marzo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia VI)



Los jóvenes poetas españoles se parecen a las quinceañeras en Domingo de Ramos. Arregladas, esbeltas, elegantes, lo enseñan todo.

Los jóvenes poetas, al igual que las niñas de faldas colegiales, desean llamar la atención, es su meta, su último interés y su ilusión óptica.

Dan la impresión de favorecer la vista, aunque en el fondo buscan la irrealidad, lo manifiesto.

Pregunto a dios porqué la música es diferente a la literatura. Porqué existe el respeto y la consideración. Unos venden muchos discos y otros casi nada, pero existe el respeto mutuo, la conmiseración.

Así pasan los días, entre el paseo a la agencia de viajes para conseguir esos embarques a Londres y las llamadas a los artistas musicales.

Sigo tocando y acariciando mi Custom. Es más agradecida que la mujer de turno. Dice que me quiere, sin pretensiones ni alquileres. Y además no me regaña cuando equivoco mi signo y el paréntesis.

Una verdad como una casa y un signo como esa insinuación. Y no me llamo amor, prefiero el desatino.

Cientos de jóvenes mujeres, de poetas insignes, de jóvenes mistelas del verso. Decenas, para ser más exacto. Y del viernes pasé al domingo y de éste al martes.

Huecos de vida, pasión, amor y versos. Y esa Custom que acabo de afinar, como a María, poniendo bien las cuerdas, las bienaventuranzas.


viernes, 26 de marzo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia V)



Si se habla de marginalidad se reduce el sentido a situaciones que nunca han tenido lugar. Así creemos lo que queremos creer, y marginamos lo que nunca ha sido ni se ha supuesto.

Marginar en la poesía es muy fácil, pero poco objetivo. El lector siempre tiene la última palabra, sobre todo cuando descubre que el poeta no escribe para nadie, sino para él mismo.

Me dice dios que le gusta la poesía marginal, la escrita para sí y por sí. Aquella que busca la belleza, la verdad. El oficio es secundario, es superfluo y tal vez espontáneo.

Escribir un poema es similar a morder un pezón. La contracción de los músculos y el escalofrío determinan los sentidos. Aunque piense que con dios puedo hablar de todo me engaño, no mido las palabras, aunque desespere. Las palabras de nadie se asemejan a las palabras de dios.

Ha vuelto a llover. Y es muy tarde. Descubro la marginalidad en la existencia de las personas, en los versos de los poetas. El olor de la tierra húmeda es muy intenso, un vaho cubre la expresión.

Entro en casa y hay niebla. Sí, niebla dentro del propio hogar. Todo está difuso, todo está entrecortado. Se respira el cielo.


jueves, 25 de marzo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia IV)



Hoy he recibido tres libros de poemas para su lectura. Para su lectura y posterior publicación. No sé cuál es peor. De ellos no se salva ni la más bendita de las ideologías.

No quise compartirlo con nadie. Nadie me acompaña, nadie me acoge. Nadie me dice, de vez en cuando, que la poesía de este país es cada vez peor. A ciencia cierta debo saber que apenas existe la poesía.

Europa Press
me pregunta si la revista Siltolá nace para cubrir el vacío que deja Renacimiento. Y yo les digo que Renacimiento era ya cadáver desde hace tiempo. Y Siltolá nace para vivir el tiempo que desee y la distancia de nadie determine.

Nadie y dios son una misma cosa. Un infinito rodeado de disciplina y una vergüenza esperando ser apostolizada.

El sueño sigue siendo el gran desconocido, y la verdad es la realidad de los sentidos.

A veces no quieres hablar con nadie, pero dios aparece. Y las palabras no salen y el cielo deja ser por un momento extraño.

Nath dice que quién es Sharleen, y yo pregunto ¿quién es Nath? Todo es una pregunta, y todo es una respuesta por contestar. Nadie me acompaña. Nadie determina.

La poesía no fluye, es espesa como el lodo. ¡Así nos va en España!

miércoles, 24 de marzo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia III)



Conocí a Sharleen en Londres. Llovía. Realmente siempre ha existido esa sensación de acercamiento entre los dos, por tanto, el día que nos presentaron no hubo convencimiento. Su música gustaba, desataba pasiones extremas.

Sus ojos eran verdes y grandes. Simples, pero definidos así transmiten encuentros y virtudes.

Esta pasada noche, mientras veíamos la película Love Actually, he preguntado a dios muchas cosas. Sobre su tremenda soledad me aconsejó que mejor solo que mal acompañado (me dije “¡Hurra, qué cojones tiene!”). Sobre si es una inmensa palabra que utiliza el ser humano para su conveniencia, calló. Y cuando afirmé, más que definir, mi enfado acerca del abandono de los necesitados, respondió rápidamente “¡Me han abandonado ellos!”.

Pienso que dios debe tener a alguien a su alrededor. Tanto tiempo en soledad y desencuentro debe ser triste.

Charline, al igual que Gwen, también estaba sola. Ambas se dedicaban profesionalmente a la música. Cantantes de grupos de cierto renombre siempre iban acompañadas por una corte de fanáticos terrícolas.

Pero la realidad era otra. Como la cara de Alan Rickman cuando Emma Thompson le dice “¡Vamos a casa!”. El desencuentro. La irrealidad.

Esta noche dios se ha reído de mis tonterías. Intentaba que estuviera contento y no pensara en sus cosas. Una pizza nos ha salvado.

martes, 23 de marzo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia II)



Ser editor en un país de ciegos es una irregularidad tan manifiesta como compartir piso con la divinidad. Cuando hay luz soy editor, cuando el sol se esconde realizo los menesteres más peregrinos de la existencia irreverente.

Trabajé en un bar durante muchos años para pagar los estudios. Fue una iluminación de conocimiento. La cantidad de personajes que acudían diariamente al triste recuerdo del alcohol o del juego. A veces sólo para hablar y conversar. La necesidad de cariño se mezclaba con el oído y la atención. Cruzar los brazos tras un mostrador de madera y asentir a los clientes otorgaba indulgencias plenarias.

En otras ocasiones, y camuflado de oficio con gabardina sucia y sombrero piconero, fui limpiabotas. El mecanismo del pañito, ligeramente humedecido, sobre la piel de vaca, entregaba cercanía al mundo taurino. Un puro me regalaron una vez. Un puro bueno.

Este país de ciegos necesita periódicos en braille, y audio libros. Pero está claro que el sentido de la equidad se confunde con el conocimiento de la soberbia. Entonces ya nos viene la envidia.

Tantos recuerdos me olvidan de dios. Estar centrado en el mundo de los días, en la calle, en las esquinas, desata una angustia sobre si la lavadora ha estallado o continúa recogiendo jabón del suelo.

Una vez me llamó un flamenco muy famoso, famosísimo que diría mi madre. Quería que le escribiera sus memorias. Me citó en su piso de Pino Montano y, rodeado de gitanas bellísimas, comencé a escribir lo que él dictaba.

Le indiqué que me lo llevaría para dar una corrección de estilo, y hacerlo más elegante, a lo que sonrió enseñando los dientes ennegrecidos del tabaco y vaya usted a saber.

Terminamos la sesión entre Camborios y prendimientos. Solicité las 500 pesetas del trabajo y echándose mano al bolsillo sacó un fajo de billetes verdes sin cambio explícito.

Voy a acercarme a casa a ver si dios necesita algo. Le llevaré unos conguitos, le gustan mucho.


lunes, 22 de marzo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia I)



He dejado esta mañana a dios en casa intentando poner la lavadora. Creo que lo conseguirá, no es tan complicado. Además he anotado en una cuartilla las cuatro indicaciones facilitadas por la tienda de electrodomésticos el día que la compré.

Ha sido una noche dura. Creía que no se iba a cansar nunca. Yo intentando conseguir información y al final él sacó todo lo que le interesaba. Me considero una persona normal y transparente. Cansada de la vida pero repleto de ingenuidad.

He acudido temprano al dentista. Una simple revisión. Sentado en el martirio de su consulta me dice que un político popular le ha prometido una plaza en el colegio de turno para su hijo. Le he dicho que no crea nada, nada de nada. Los políticos son una raza distinta, diferente, como los pastores alemanes o los caniches.

¡Qué poco me equivocaba! Ha sido terminar la faena dental y recibir una llamada del impresentable que le indicaba no haber podido hacer nada.

Antes de ir al despacho he llamado a casa para ver si dios está bien. Dice que sale jabón de la lavadora. No es preocupante –le he dicho-, el suelo también necesita un buen fregado.

Conocí a dios este verano. Una noche de insomnio. Ahora somos amigos, y al final optó por venir a vivir a casa. Tantos metros para mí solo no son a veces de recibo. Así la compañía es una mezcla de irreverencia y nostalgia.

Un día le pedí que me hiciera unas tostadas. Recordé a mi amigo Juan Carlos. A él la muerte dejó preparado el desayuno en una ocasión. Pero dios no entendía ni de tostadora ni de mantequilla.


sábado, 6 de marzo de 2010

Carajo de Mar






El carajo de La Caleta, es una acepción que proviene del término vulgar "carajo de mar". Se trata de una especie marina (holoturoidea) de la familia de los erizos. La apariencia es realmente sospechosa, y como se dice por Cádiz, cuando te estés bañando en la playa no vayas a encontrar a ninguno, no porque muerdan ni piquen, sino porque a más de uno le puede gustar un carajo.


miércoles, 3 de marzo de 2010

¡Menudo plantón!



Al final recibí plantón. Fue sonado, por cierto. No se presentó dios a la última cita.

Le esperaba como palabra, como deseo. Y dios es eso, lo que cada uno necesita en cada momento. Cuando lo solicitas no aparece y cuando no lo necesitas te indican con palabras que vas a ser condenado eternamente a los fuegos del Averno.

Los mendigos lo buscan. Los necesitados lo reclaman. Y dios nunca aparece. Esa palabra desafiante de amargura, triste como los camerinos del Falla en carnavales.

¿Quién eres realmente? No dudo de tu existencia, aunque dudo de tu certeza, de tu ingenuidad y de tus movimientos.

¡Menudo plantón! El abrazo acabó en paseo y la conversación en desatino.


martes, 2 de marzo de 2010

¡Llegamos a la Isla!

¡Los vivos!






En Siltolá no hay lugar para los vivos. Los muertos representan la equidad y el ocio. Nadie con dos dedos de frente será capaz de forzar la realidad.

A veces vivimos más de lo previsto, y vivimos de forma desmesurada. Un momento, una ocasión, una virtud.

La vida debe entregarse a quien no puede disfrutar de ese momento.

Un joven filósofo decidió depositar su tiempo en otros momentos. Despertó en una habitación de hospital.

La virtud de su existencia radicó en entregar su vida a los demás, a los que necesitaban el tiempo, la lluvia y la nostalgia.

Debemos manifestar lo necesario, sólo lo necesario.

Lo demás es eterno mientra dura.